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The Guardian en español

Steve Bannon, ascenso y caída del gran estratega ultranacionalista de Trump

Trump prescinde de su polémico asesor Steve Bannon

Ben Jacobs

Washington —

La destitución de Steve Bannon, el antiguo editor de Breitbart, como jefe de estrategia de Trump, marca el espectacular ascenso y caída de un ideólogo ultraconservador al que algunos consideraban el verdadero poder detrás del trono.

Tras cargar con la mayor parte de la culpa por el fracaso del veto migratorio propuesto por el presidente, Bannon llevaba meses fuera de los focos. Se especulaba con que su creciente notoriedad había provocado la ira de Trump. 

Pero tal vez lo que acabó de alterar el equilibrio de poder dentro del Ala Oeste de la Casa Blanca fue la extraña entrevista que Bannon dio a la revista progresista American Prospect, en la que argumentó que no había una solución militar para Corea del Norte, tildó a la extrema derecha de “grupo de payasos” y dijo que el hincapié que la izquierda hacía en el tema del racismo le permitiría “aplastar a los demócratas”. Para un alto cargo como Bannon, del que hace tiempo se sospecha que filtra información sobre sus rivales a diestra y siniestra, la excusa que dio (dijo que pensaba que era una conversación off de record) no le sirvió de mucho.

La salida de Bannon deja un enorme vacío en la Casa Blanca, que se queda sin su cardenal Richelieu en bermudas, ese intrigante despeinado especialista en manipular al presidente del programa Saturday Night Live, que en un sketch incluso fue representado como La Muerte asesorando a un niño ingenuo. Al parecer esa caracterización, condensada en aquella portada de la revista Time en la que apareció como “el gran manipulador”, enfadó al presidente, conocido por su susceptibilidad, y contribuyó a la caída en desgracia de Bannon.

Según Josh Green, autor del libro Devil’s Bargain sobre Trump y Bannon, “Bannon puede que sea la única persona en toda la Casa Blanca que tiene su propia política clara y definida”.

Su marcha significa más poder e influencia para figuras como el yerno de Trump, Jared Kushner, y el director del Consejo Económico Nacional, Gary Cohn, con pocos o ningún vínculo ideológico dentro del Partido Republicano y el movimiento conservador.

Durante bastante tiempo, Bannon ocupó una posición poco común en la Casa Blanca. En una Administración a la que un aliado exterior comparó con la conocida heladería Baskin Robbins y sus “31 sabores”, Bannon representaba a “la coalición nacionalista de Trump”, en contraste con “un montón de gente que no solo no eran partidarios de Trump sino que eran antiTrump”.

Un aliado de Bannon dijo a the Guardian que el Ala Oeste había tenido una “pelea de cuatro contra uno” recientemente, con Bannon enfrentándose al grupo formado por Kushner, Ivanka Trump, Cohn y al consejero de Seguridad Nacional, HR McMaster. Según ese aliado, Bannon representaba el camino populista de “quemar todo a su paso”, mientras que los otros miembros de la Administración querían que Trump se “moviera hacia el centro” para trabajar con el establishment.

“En los medios su salida puede parecer turbulenta pero puertas adentro será mucho más tranquila. Bannon no tiene ningún proyecto o responsabilidad que deba dejar en manos de otro”, explicó un funcionario de la Casa Blanca al portal Axios.

En los últimos días Bannon había sobresalido como el único miembro de la Casa Blanca que salió a respaldar los comentarios de Trump sobre Charlottesville. Habló públicamente con el periódico The New York Times para defender los comentarios del presidente de comienzos de semana y dijo: “Al preguntar, ‘¿dónde termina todo esto? Washington, Jefferson Lincoln’, el presidente Trump conecta con el pueblo estadounidense en cuanto a su historia, cultura y tradiciones”.

Y agregó alegremente: “Para las políticas identitarias y raciales de la izquierda, todo es racista. Denme más de eso. Tiren abajo más estatuas. Digan que viene la revolución. Me encanta”.   

En una Casa Blanca en la que los funcionarios se han apresurado a distanciarse del “culpar a ambas partes” de Trump, el apoyo público de Bannon fue un caso aparte. Si bien el vicepresidente Mike Pence mostró su apoyo al presidente en el tema de Charlottesville, lo hizo en términos mucho menos escandalosos.

La clave Breitbart

El papel de Bannon como editor de Breitbart, a la que llamó “una plataforma para la derecha alternativa”, lo convirtió en el centro de las críticas a la Administración en los últimos días. Un aliado fiel de Trump en el Capitolio, el congresista Peter King, de Nueva York, ya había pedido la dimisión de Bannon. 

La defensa que el propio presidente hizo de Bannon al principio de la semana no había sonado muy convincente. Cuando le preguntaron si conservaría su empleo, Trump respondió “veremos”. Y añadió en relación a su campaña electoral: “Me agrada Bannon. Es amigo mío. Pero llegó tarde. Pasé delante de 17 senadores, gobernadores y gané todas las elecciones primarias. El señor Bannon apareció mucho después de todo eso”.

La salida de Bannon de la Casa Blanca abre el camino a Breitbart para volverse mucho más crítica con la Administración de Trump. La página web ha sido una molestia para los grupos de poder republicanos pero ha estado relativamente contenida en sus críticas a la Administración Trump, aunque contra gente como McMaster y Cohn se había vuelto mucho más agresiva en los últimos tiempos. Poco después que se anunciara la salida de Bannon, el director de Breitbart, Joel Pollak, se limitó a tuitear “#WAR” (“#Guerra”).

El sitio de noticias de derecha encabeza el artículo con la idea de que Bannon fue artífice de su propio destino. “Presentó su dimisión el 7 de agosto”, decía Breitbart en letras mayúsculas.

Media hora después de que Breitbart lo publicara, el artículo tenía más de 3.000 comentarios. El comentario con más “me gusta” daba una idea de dónde estaba depositada la lealtad de los lectores: “¿Trump sacrifica a Bannon para darle el gusto a estos tipejos del establishment? ¿¡Pero qué demonios!?”.

Traducción de Francisco de Zárate 

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