La última en llegar ha sido una profesora del colegio La Inmaculada. Ha subido el medio centenar de escalones del estadio Nuevo Mirandilla tomándose su tiempo, respirando con esfuerzo y parándose varias veces. “Es que sufro una cardiopatía”, se ha excusado. Pero, finalmente, ha alcanzado la planta más alta del edificio deportivo. Todos se han salvado. Más de 5.000 personas, sobre todo estudiantes y profesorado de ocho centros escolares de la ciudad de Cádiz, han participado en un simulacro de tsunami. Ha sido un éxito y se ha hecho en menos tiempo del inicialmente estipulado. Los resultados de este ejercicio completarán un plan local contra maremotos que todavía ni Cádiz ni la gran parte del resto de la provincia gaditana ni la de Huelva tienen.
La hora indicada eran las 10:30. A esa hora han sonado las sirenas acústicas en los colegios de La Inmaculada, Amor de Dios, Nuestra Señora de Lourdes, Fermín Salvochea y Tierno Galván, en los institutos Fernando Aguilar Quignon, Cortadura y el Instituto Oficial de Idiomas. El reto que todos los estudiantes y personal estuvieran en el estadio en menos de 30 minutos. El último niño ha entrado 17 minutos más tarde, y hasta la profesora de La Inmaculada, aquejada de su dolencia, ha conseguido entrar antes de que se acabara la media hora.
“Hemos demostrado que es posible desalojar todos los colegios, incluso los más alejados, en diez minutos menos de lo que habíamos considerado como un plazo seguro”, ha detallado el jefe de Protección Civil en Cádiz, José Manuel Calvo. Es un resultado satisfactorio, del que hoy todas las autoridades locales han tomado nota. Se ha elegido el Nuevo Mirandilla por ser un lugar que permite mantener concentrado a gran número de personas a una altura considerable. “Lo ideal cuando sucede una catástrofe de este tipo es que mucha gente quede a salvo en pocos sitios para concentrar toda la ayuda sanitaria y abastecimientos básicos, y el estadio es el lugar idóneo porque caben 10.000 personas y tiene altura suficiente”.
En busca de un plan local de seguridad
Protección Civil ya realizó un simulacro similar en el casco antiguo de Cádiz, donde los escolares fueron llevados a las plazas de San Francisco y Mina, y en febrero del año que viene tiene previsto realizar otro en la avenida principal de la ciudad, donde se concentra el mayor número de estudiantes. “Llevaremos a 10.000 personas a los jardines de Erytheia”, anuncia Calvo, en referencia a un parque situado a 10 metros sobre el nivel del mar, donde un hipotético maremoto ya no supondría un riesgo.
Los resultados de todas estas pruebas servirán para conformar un plan local de seguridad, que complemente al que ya tiene listo la Junta de Andalucía para toda la costa, que, a su vez, sigue las indicaciones de un plan estatal que el Ministerio del Interior, con Fernando Grande Marlaska, presentó en la capital gaditana hace dos años.
El problema es que esos planes locales, donde se concretan qué medidas tomar, con las zonas de evacuación y el reparto de recursos sanitarios, están tardando demasiado. En Cádiz, que es uno de los más avanzados, se espera tenerlo a mediados de 2025. “Creo que en junio podremos presentarlo”, ha afirmado hoy el jefe de Protección Civil, a preguntas de los periodistas y del propio alcalde de Cádiz, Bruno García.
El edil, del PP, ha tenido que disculparse por llegar tarde al simulacro y provocar que el colegio La Inmaculada, el más alejado del estadio, retrasara su salida diez minutos, algo que, finalmente, no ha condicionado los resultados del ejercicio.
Críticas al ritmo lento de las administraciones
José Antonio Aparicio, presidente del Instituto Español para la Reducción de los Desastres (IERD), una sociedad científica dedicada al asesoramiento en la gestión de emergencias, es muy crítico con el ritmo de las administraciones locales. De hecho, lo sucedido en la DANA de Valencia le hace ejemplificar con datos reales las consecuencias directas de no contar con estos documentos municipales. “La riada que hemos visto en Valencia es muy similar a lo que ocurriría en un maremoto. En algunos de los pueblos donde más se ha sufrido esta catástrofe no había planes locales. Podrían haberse evitado muchas muertes. Ha faltado formación y autoprotección”.
Aparicio ha explicado que en un tsunami puede bastar con refugiarse a suficiente altura para salvarse. “Más allá de una segunda o tercera planta podemos estar seguros. Después hay que esperar tres horas entre la llegada de la ola y la retirada del agua. El problema es que haya personas que quieran escapar en coche o quieran ir a salvar a sus hijos”, advierte. Por eso, el simulacro realizado en Cádiz trata de demostrar que si el maremoto se produce en horario escolar lo mejor es que se deje funcionar el plan de evacuación. Lo otro, ir en persona a rescatar a tus hijos, es aumentar el riesgo de todos.
Según Aparicio, Chipiona, en la costa noroeste de Cádiz, es el municipio que tiene más avanzado su plan local anti tsunamis. Tiene señalizaciones visuales, marcadas sus zonas de evacuación y preparado un sistema de alerta sonoro para avisar a la población.
El pasado 1 de noviembre, cuando se cumplía el aniversario del maremoto de Lisboa de 1755, que dejó 30.000 muertos en la costa portuguesa, de Huelva y Cádiz, se iba a hacer un simulacro allí de activación de esa alarma. “La llamada de un político hizo que se parara ese ejercicio porque se consideró que había mucha sensibilidad con lo ocurrido en Valencia (el 29 de octubre) y podría generar una alerta innecesaria”, explica el experto, claramente en contra de aquella decisión. “La preparación nunca es insuficiente. Tenemos que ser conscientes de lo que puede pasar y tener el máximo de información lo antes posible. Porque el maremoto va a llegar. Lo que todavía no sabemos es cuándo”.