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Opinión - España: una democracia atascada. Por Rosa María Artal
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Caballo de Troya Ayuso

Isabel Díaz Ayuso y Teodoro García Egea en sus comparecencias del jueves.
18 de febrero de 2022 22:33 h

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La implosión del PP el jueves reverbera. Y lo que queda. Es insólito que un gobernante reconozca sin pudor a sus gobernados, como ha hecho Ayuso en rueda de prensa, que sí, que su hermano, cuando las mascarillas se buscaban bajo las piedras -¡porque no había ni para los sanitarios y se morían!- se forró con comisiones (286.000 euros, según Pablo Casado) por un trabajo que, hasta que nos expliquen lo contrario, consistió en lograr que la Comunidad de Madrid que preside su hermana le pagara 1.512.500 euros a un empresario amigo de ambos. Bochornoso también que la dirección del PP de Casado y Egea, en vez de denunciar o sancionar lo que se verá si es delito, pero sin duda es ya una desvergüenza, taparan todo (quizá hasta espiaran) para usarlo contra Ayuso cuando les cuadrara. Hay consenso en que el PP ya ha perdido y Vox gana. Yo planteo: ¿solo ellos?

Isabel Díaz Ayuso no tiene un pelo de tonta por más que juegue, con su pestañeo naif, a la muñeca cabeza hueca al más puro estilo de su antecesora Cristina Cifuentes que alardeaba de “hacerse la rubia”. El ex ministro portavoz de Aznar, Miguel Ángel Rodríguez (MAR), que ejerce y es reconocido como cerebro y ventrílocuo tras la líder (clonando el tándem Trump-Steve Bannon) tampoco se acaba de caer de un guindo. Los dos sabían hace tres días que al filtrar a periódicos afines el supuesto espionaje de Génova harían saltar el PP por los aires. De hecho, eligieron el día porque Casado estaba aún débil, lamiéndose las heridas de la magra victoria en Castilla y León. Y, para rematar, activaron esa rueda de prensa donde toda palabra y gesto era una estocada: desde las acusaciones contra Casado, hasta la ropa exacta a la de Cifuentes el día que la dimitieron por robar cremas, solo que Ayuso vistiendo camisa negra en vez de blanca. Ella, de rendirse nada. Dará batalla. Morirá matando si hace falta.

Imponer un campo mental belicista, propiciar titulares tipo “Guerra civil en el PP” o “Guerra fratricida” “¡Es la guerra!” es ya una victoria. ¿De quiénes? ¿No se ve? De Ayuso, de MAR, de Cayetana Álvarez de Toledo y Esperanza Aguirre que exigen que se vayan Casado y Egea, de Aznar que suelta: “La situación de Ucrania es ahora mismo mejor que la del PP, porque allí no hay armamento nuclear”. (Qué podrido hay que estar para frivolizar con la tensión en Ucrania tras haber impulsado ¡él! la guerra de Irak con la mentira de que allí había armas de destrucción masiva; cuando eso causó tantas víctimas, cientos de miles, millones de iraquíes, algunos que yo he entrevistado en su vagar por Europa suplicando ser refugiados. Aznar. Ya escribió Machado: “Mala gente que camina y van apestando la tierra…”)

Muchos advertimos desde hace años del peligroso rearme neofascista. Las alarmas saltaron en 2015 cuando la llegada a Europa por el Egeo de un millón de huidos de Oriente Medio fue usada por el neofascismo para crecer en todo el continente. La ola ultraderechista que ya gobierna Hungría, Polonia, Brasil, que ocupó la casa Blanca con Trump y asaltó el Capitolio cuando este perdió la reelección ante Biden, se ha abierto paso en España desde que en diciembre de 2018 Vox irrumpió con doce diputados en el Parlamento de Andalucía. Ahora los de Abascal exigen a Mañueco ser consejeros para dejarle gobernar en Castilla y León. Se frotan las manos ante la crisis del PP, sí. Pero tienen clara su preferencia entre las dos alas de la gaviota.

Asistimos al pulso entre halcones y palomas. Tan halcón es un Abascal, una Olona, un Espinosa de los Monteros, como una Ayuso, un Aznar y una Cayetana Álvarez de Toledo. Vox no ha nacido para ser aliado del PP, sino para hundirlo y reemplazarlo.

Asistimos al pulso (dejémonos de “batallas”, desescalemos desde el lenguaje), entre halcones y palomas. Tan halcón es un Abascal, una Olona, un Espinosa de los Monteros, como una Ayuso, un Aznar y una Cayetana Álvarez de Toledo. España, como todo país democrático, necesita un partido conservador civilizado porque una mitad de la sociedad es de derechas y tiene que ver representadas en las instituciones sus intereses y valores. Aunque políticos, simpatizantes y votantes del PP no creyesen a los que advertíamos de que Vox no nacía para ser su aliado, sino desbancarlos (como los trumpistas han anulado al Partido republicano y Bolsonaro a la derecha tradicional brasileña) el riesgo que ahora afrontan es desaparecer.

Ayuso quiere llegar a la Moncloa con Vox

A Ayuso le da igual que la echen del PP. Y no está nada claro que un electorado derechista radicalizado penalice ni la posible corrupción de su hermano, ni la destrucción del PP, con tal de que ella monte un partido con aura ganadora y capacidad de unirse a Vox para llegar a la Moncloa. A Ayuso no le desvela pasar a la historia como el caballo de Troya que se cargó al PP. Sueña con ser presidenta de España. La primera. Tendría tela.

Desde otras posiciones políticas, hace nada, Macron ha llegado sin tener partido a ser el presidente de Francia. Ahora intenta disputarle el puesto el fascista, sin partido también, Éric Zemmour. Aquí en España, el Ibex 35 se puso al servicio del personalista Albert Rivera.

El apoyo a Ayuso por mucha derecha mediática resulta inquietante. La pregunta es: ¿qué capacidad de reacción, qué inteligencia es capaz de movilizar la derecha no fanatizada? ¿Por quién se va a decantar el gran empresariado, el poder del dinero? ¿Quieren un Gobierno con el programa racista que Vox planteó en el Congreso esta semana (mientras en Terranova morían hermanados veintiún pescadores españoles de origen gallego, andaluz, peruano y ghanés)? ¿Quieren ministros o vicepresidentes con nostalgia de la España franquista en blanco y negro, esa con mujeres obligadas a quedarse en casa con la pata quebrada, donde campaba a sus anchas la pederastia eclesial, donde ni por asomo un gay casado con su marido podría ser portavoz del PP en el Senado como hoy lo es, felizmente, en libertad, Javier Maroto?

¿El poder económico está por apoyar un proyecto ultraderechista de Ayuso y Abascal para montar una España neofranquista con las mujeres en casa y donde los gays casados con sus maridos, como el portavoz del PP en el Senado Javier Maroto, sean perseguidos?

Bajo el salseo al que se presta el show Pimpinela “Ayuso vs Casado”, aquí late un desafío crucial para todos nosotros como sociedad democrática. El presidente gallego Alberto Núñez Feijóo lleva razón en que hay que resolverlo con inteligencia aunque, acto seguido, al posicionarse con Ayuso parezca guiado por el rencor contra ese Casado que en su día le desbancó por razones que se barruntan vinculadas con las fotos de Feijóo con el narco Marcial Dorado.

Mientras, hay que exigir a la izquierda que responda a las causas del auge fascista sin limitarse a clamar “que vienen los fachas”. El PSOE no debe hacerse las cuentas de la lechera con cómo una alianza radical de Ayuso y Abascal movilizaría al electorado progresista. Unidas-Podemos, Más País y afines regionales, por su parte, han de superar unas diferencias internas incomparablemente menores y más limpias que las de Sol/Génova, pero que, en cuanto que alejan a los votantes de sus papeletas, urge revertir, ya, sin más retraso, para no vernos arrastrados a la involución final.

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