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Opinión - No son los periodistas, es la democracia. Por Esther Palomera
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En Abierto es un espacio para voces universitarias, políticas, asociativas, ciudadanas, cooperativas... Un espacio para el debate, para la argumentación y para la reflexión. Porque en tiempos de cambios es necesario estar atento y escuchar. Y lo queremos hacer con el “micrófono” en abierto.

Sea por Andalucía libre

Manifestación del 28F de 2024

Javier García Fernández, José Antonio Jiménez Ramos, María José Torres Gómez y Francisco Sierra Caballero

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Andalucía no es un cliché. No es la postal exótica de bandoleros, flamenco y sol que los viajeros románticos del siglo XIX pintaron para el imaginario europeo, ni el patio trasero folclorizado que los medios de comunicación, propios y ajenos, han perpetuado hasta hoy. Andalucía es diversa, compleja y rica, un mosaico de culturas y luchas que se resiste a ser reducido a una caricatura.

Sin embargo, esa imagen simplista, cargada de orientalismo y colonialismo, ha sido la herramienta con la que el poder dominante nos ha condenado a la subalternidad, a ser la otra identidad premoderna, irracional y pintoresca de una España centralista. Frente a esto, es hora de alzar la voz y construir una narrativa propia, una patria andaluza que recupere su dignidad y proyecte un futuro desde el sur.

El discurso que nos ha definido no es inocente. La representación de Andalucía como un lugar exótico y atrasado ha servido para invisibilizar nuestra realidad material y nuestras luchas. Este folclorismo no es un accidente: es una estrategia de dominación que nos despoja de agenda política y nos relega a la periferia del proyecto estatal. Mientras la oligarquía económica y las burguesías catalana y vasca han tejido sus propios relatos de modernidad y progreso, Andalucía ha sido convertida en un objeto de consumo turístico, un decorado deslocalizado al servicio del capital.

Este ser colonial no solo nos margina, sino que nos silencia. Incluso en el seno de la izquierda estatal, la voz andaluza ha sido despreciada, relegada a un segundo plano por una élite intelectual que mira más hacia el norte que hacia las necesidades de los campesinos, los barrios obreros y las comunidades rurales de nuestra tierra. La islamofobia, el desprecio a las culturas subalternas y el rentismo cultural han sido las herramientas con las que se ha impuesto un modelo que nos niega como sujeto histórico. Frente a esto, urge una ruptura: es tiempo de imaginar un nuevo papel para Andalucía, una razón de ser que nos devuelva la iniciativa.

Un proyecto desde abajo

La izquierda andaluza tiene una historia de resistencia y conquistas que no podemos ignorar. Como andaluces hemos demostrado capacidad para defender los intereses de las clases trabajadoras, no solo en nuestra tierra, sino como faro para España y más allá. Pero ese capital político no basta por sí solo. El ciclo del 15M, con su pragmatismo pospolítico y su deriva institucional, nos ha dejado lecciones amargas: sin un proyecto estratégico, sin raíces en la base social, cualquier intento de transformación se diluye en la irrelevancia.

Por eso proponemos un Frente Amplio Andaluz, un espacio que trascienda las siglas y las lógicas partidistas para articular un bloque histórico de progreso. Este proyecto no puede ser una mera coalición electoral ni un acuerdo por arriba. Debe ser un movimiento político y social, tejido desde abajo, que combine la tradición emancipadora del andalucismo de izquierdas, el movimiento obrero y los nuevos movimientos sociales. Un espacio que apueste por la democracia radical como medio y como fin, porque solo desde la participación real de las comunidades podremos transformar las condiciones de vida en Andalucía.

Decimos que nuestro norte es el sur (Andalucía) porque asumimos la emergencia del pueblo andaluz como sujeto histórico con plenos derechos. Esto implica un andalucismo político de vanguardia y de izquierdas que participe con voz propia en la construcción de un nuevo proyecto de Estado. No se trata de aislarnos, sino de articular alianzas con el Estado español plurinacional, lo rural y lo abandonado, impulsando una descentralización que rompa con los desequilibrios territoriales heredados del modelo decimonónico del Estado.

En un mundo donde el discurso del odio se extiende como un virus —de Estados Unidos a la Unión Europea, del norte al sur global—, la izquierda andaluza debe apostar por lo contrario: por tejer vínculos, por coser con el lenguaje de la solidaridad y por cantar auroras que iluminen un horizonte de justicia

Para lograrlo, necesitamos un espacio político andaluz que sume y multiplique, que sea transversal, pero firme en sus principios. Una garantía de ese enraizamiento es incluir en nuestras listas a militantes de diferentes sectores y territorios capaces de llevar la voz de Andalucía al Congreso. Pero esto no basta: la organización debe abrirse a la decisión colectiva, con procesos participativos que devuelvan el poder a la gente común. El buen vivir no se construye desde estructuras jerárquicas ni solo desde la suma de aparatos partidistas, sino desde la movilización social y la esperanza colectiva.

En un mundo donde el discurso del odio se extiende como un virus —de Estados Unidos a la Unión Europea, del norte al sur global—, la izquierda andaluza debe apostar por lo contrario: por tejer vínculos, por coser con el lenguaje de la solidaridad y por cantar auroras que iluminen un horizonte de justicia. No se trata de competir con la derecha extrema en su terreno de la sinrazón, sino de construir espacios de confianza y resistencia creativa. Como decía el presidente Correa, no somos sufridores: somos luchadores que claman en la alegría de vivir.

Esta apuesta es urgente porque, como bien sabemos, el dato no siempre vence al relato. En una sociedad donde los cuentos pesan más que las cuentas, la propaganda de la ultraderecha ha encontrado terreno fértil en una cultura nacional históricamente polarizada. Pero el estado español no es una excepción: el odio es el ariete del capital financiero y las big tech, un exterminio restaurador que debemos enfrentar con un proyecto popular y unitario.

En una sociedad donde los cuentos pesan más que las cuentas, la propaganda de la ultraderecha ha encontrado terreno fértil en una cultura nacional históricamente polarizada

Una izquierda enraizada

Andalucía sigue atrapada entre la pobreza, la desigualdad y la concentración de la tierra, herencias de una oligarquía caciquil que aún pervive. Pero también atesora una riqueza cultural y una capacidad creativa que, aunque elitista y marginal, puede ser el germen de una transformación. Falta, sin embargo, una industria cultural propia, canales que hagan fluir nuestras voces sin depender de los centros de poder del norte o la meseta. Un Frente Amplio Andaluz debe capitalizar esa energía, convirtiéndose en algo más que una suma de partidos: en un movimiento-plataforma que organice al pueblo y dé protagonismo a la cultura popular.

El primer Adelante y el ciclo que inaugura de confluencias de la izquierda andaluza marcaron un camino: un proyecto estratégico desde Andalucía, Con una mirada lejos del eurocentrismo que rechace la posición tradicional subalterna de Andalucía. Inspirados por Gramsci y su análisis de la “cuestión meridional”, debemos asumir un rol de liderazgo en la izquierda, tejiendo una confederación de pueblos mediterráneos que desafíe la deriva centralista y otanista de la Unión Europea. Pero esto exige innovación: un modelo híbrido de organización que integre partidos, ciudadanía y movimientos sociales, rompiendo con las lógicas elitistas y oportunistas que han lastrado a la izquierda en el pasado.

No hay atajos. Construir un Frente Amplio Andaluz requiere tiempo, paciencia y una autocrítica honesta. No basta con repetir fórmulas del pasado ni con aferrarnos a las instituciones como único campo de batalla. La transformación vendrá de la base, de la escucha activa, de la movilización que convierta el descontento en fuerza colectiva. Las elecciones son importantes, pero el horizonte debe ser más amplio: un proyecto de país para 2030-2040, tejido con el fuego lento de las pasiones alegres y la sabiduría de nuestras culturas populares.

Es hora de caminar. De multiplicar la diversidad sin dividir la izquierda. De articular un frente que no solo resista el austericidio neoliberal, sino que transforme la vida y cambie la historia desde Andalucía. Porque, como dice el pueblo, paso corto y vista larga: el futuro no se regala, se conquista.

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