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Carmen Márquez

24 de diciembre de 2021 18:09 h

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Cumbres Mayores es un pequeño pueblecito de Huelva, ubicado en la parte más septentrional de la provincia, en la frontera con Extremadura. A él no se llega fácilmente. No hay autovías ni carreteras transitadas. Se llega por sinuosas carreteras locales. Y, sin embargo, hace 5.000 años era un punto de encuentro de los poblados Neolíticos cercanos. En las entrañas de su Castillo, una espléndida fortaleza del siglo XIII, se han encontrado 34 menhires (de entre el 5.000 y el 3.000 a.C.) de los que 32 contienen grabados de distintos tipos: líneas y formas esquemáticas pero también escenas de pastoreo, de baile e incluso un ídolo calcolítico. Los menhires se encontraban dispersos y olvidados en el extenso patio del castillo, pero nadie había reparado en su importancia. Y así, como quien no quiere la cosa, justo sobre una zona de gran interés geológico que estaba bajo el mar hace millones de años, entre volcanes submarinos, se levanta un castillo medieval con un conjunto prehistórico dentro. La muñeca rusa del patrimonio.

Y allí estaban, un buen puñado de mehires. Pero ¿qué son? Los menhires supone las forma más sencilla de megalitismo (un estilo arquitectónico realizado con grandes piedras). Se caracterizan por ser una única piedra alargada y colocada habitualmente en vertical. Se suelen hallar alineadas o en círculo, componiendo lo que se conoce como “cromlech”. El cromlech más conocido e icónico del mundo es sin duda Stonehenge, en el sur de Inglaterra. En Cumbres Mayores se han encontrado pruebas de dos tipos de alineamientos, uno semicircular con cierto parecido al famoso monumento de Salisbury. 

Como suele pasar muchas veces, el hallazgo fue fortuito. Se produjo en el verano de 2018 de la mano de Timoteo Rivera, arqueólogo de Cala, un municipio cercano a Cumbres Mayores. Lleva 25 años dirigiendo excavaciones y haciendo trabajo de campo. No hay hallazgo de interés patrimonial en la comarca en el que no esté implicado. A él recurrieron desde Cañaveral de León, otro pequeño pueblito del área de influencia de Cumbres, cuando apareció una piedra llamativa que acabó siendo uno de los hallazgos más importantes de los últimos años en Andalucía: la estela diademada de Cañaveral. Casualmente también fue en 2018.

Y a él -explica durante el viaje hasta Cumbres Mayores desde Cala-, recurrió el Ayuntamiento cumbreño cuando aparecieron unas grietas en los lienzos de la fortaleza. Una vez allí, observó tres rocas que estaban de pie en el patio de armas. “Le pregunté al concejal de Cultura y me dijo que las habían encontrado esparcidas debajo de una higuera (ubicada dentro de la fortaleza) y que habían decidido colocarlas de pie para decorar”. Algunos de los menhires, de hecho, tienen restos de cemento. Llevado por la curiosidad, miró y miró, y junto a la higuera halló más piedras. “Tienen pinta de menhires”, le dijo a su interlocutor. Y les hizo algunas fotos con el móvil. Cuando llegó a casa se dio cuenta de que las rocas no solo eran menhires, sino que tenían grabados: tres líneas que representaban flechas, “algo muy típico del arte antropomórfico del Levante”. Su intuición nunca le falla.

Lo comunicó a la Delegación Territorial de Cultura de la Junta de Andalucía. Esta, que en ese momento estaba interviniendo en el Castillo, aumentó el presupuesto para mover los menhires, limpiar el patio de armas, excavar y realizar la geofísica para localizar los alvéolos de inserción (los huecos donde se colocan los menhires para que se mantengan de pie). En total, se han invertido 94.906,90 euros, de los que alrededor de 30.000 se han destinado al hallazgo.

“En cuanto empezamos a excavar encontramos un menhir de libro. Medía 1,70 metros de altura y tenía forma de falo con todos los detalles, incluidos los testículos y la vena dorsal. Esto es muy habitual en el megalitismo, la representación fálica”, explica Timoteo Rivera. Ese primer gran menhir está colocado en pie, alineado con varios menhires más frente a una de la murallas. Es muy característico por su color anarajado y brillante y porque, efectivamente, la representación fálica es muy evidente.

“Para mí estamos ante la Altamira de los grabados”, afirma Timoteo Rivera en referencia al monumento cumbre de las pinturas rupestres de la Península. En este caso no serían pinturas, sino grabados. Porque la cantidad de menhires esculpidos es “extraordinaria”, a juicio de Rivera. Y podrían ser más, puesto que mucho menhires siguen semienterrados y enterrados. Otros conjuntos megalíticos como el Dolmen de Soto (Huelva), el de Antequera, en Málaga, (que es Patrimonio de la Humanidad) o el de Les Almendres (un crolemch en Portugal a unos 160 kilómetros) contienen apenas una decena de menhires con dibujos esculpidos.

Un punto de reunión neolítico

El catedrático de Prehistoria de la Universidad de Sevilla y uno de los expertos más importantes de España en esta materia, Leonardo García Sanjuán, está convencido de que el monumento megalítico de Cumbres Mayores era un punto de reunión de los pequeños poblados que pudieron convivir en la zona durante el Neolítico. El investigador de la Hispalense indica que lo habitual en el megalitismo es encontrar los menhires alineados, como el caso el famoso monumento de Carnac en Francia. Sin embargo, “aquí se han encontrado los dos tipos de agrupaciones. Es decir, una alineación de menhires y otra en forma de semicírculo o círculos”. Teniendo en cuenta que la orografía de la Sierra de Huelva no permitía la creación de grandes aldeas, la teoría de García Sanjuán es que los pobladores de las pequeñas comunidades de la zona se reunían en este “cromlech” de Cumbres Mayores “para intercambiar información, para participar en mercadillos o celebraciones pero, sobretodo, por razones biológicas. Al ser grupos tan pequeños necesitaban mezclarse y acabar con la endogamia”.

Ese carácter de sitio importante a nivel social y cultural fue respetado a lo largo de los siglos, hasta el punto de que se mantuvo intacto durante la construcción del Castillo (1293). Esta fortaleza, monumento nacional, es la más grande de la conocida como Banda Gallega, la línea que defendía el reino de Castilla frente al reino de Portugal. Y pese a ser una edificación defensiva no se reutilizaron los menhires como cantera natural, sino que se mantuvo en su estado original -al menos es lo que cree el director de la excavación- e incluso se hizo coincidir el centro del Cromlech con la conocida como puerta del Sol y la Luna de la Fortaleza. Algunos menhires, eso sí, tienen talladas cruces cristianas que Timoteo Rivera interpreta como un intento de “sacralización” de un monumento pagano. No es algo inusual. El catedrático Leonardo García Sanjuan señala ejemplos de capillas cristianas cuyo orígen es prehistórico y se mantiene el culto en la actualidad, como en el caso del Anta Capela de São Brissos en Portugal.

Pero no es el único. En la visita, en la que participan algunos arquitectos de la comarca como Eduardo del Valle y Anselmo Arteaga, Rivera va recorriendo y analizando cada una de las piedras que están diseminadas aún por el gigantesco patio de armas a espera de que se puedan reubicar en su sitio original. Es curioso observar que muchos de los grabados se aprecian mejor según la hora del día. Los hay que se ven con el sol y los que destacan a la luz de la luna. ¿Y por qué si en la Edad Media se respetó el monumento, en el siglo XX y en lo que va de siglo XXI cayó en el olvido? No se sabe exáctamente en qué momento quedaron diseminadas por el patio de esta fortaleza las piedras pero siempre han estado allí; de hecho, en el pueblo siempre se ha hablado de las “siete columnas del castillo”, en referencia a los menhires. Y en los años 80, el Castillo de Cumbres Mayores albergó un campo de fútbol en el que aquellas piedras grandes hacían las veces de gradas. “Yo me he criado en estas piedras”, recuerda sonriente Ruth Luna, guía del Castillo. “Me he sentado en ellas para ver el fútbol, he jugado entre ellas... Cuando en el colegio estudiábamos el Neolítico nos decíamos 'eso tiene forma de menhir', pero al estar aquí arrumbao pues no te imaginas que sea nada tan importante”.

Además de los menhires, ahora mismo, y excavación mediante, se pueden observar concretamente la quincena de alvéolos de inserción que marcan la ubicación original de las piezas del cromlech. El terreno es oscuro y almohadillado porque su orígen es volcánico. Hace unos 540 millones de años -Cámbrico medio de la Era Paleozozoica-, según calcula Teodosio Donaire, profesor de Geología de la Universidad de Huelva, esta zona estaba sumergida en el mar. Cuando el magma de las erupciones volcánicas entraba en contacto con el agua, se solidificaba formando lo que se conoce hoy como pillow-lava. “Es el mismo tipo de lava que hemos visto en La Palma pero estaba sumergida en el agua, así que salía como si fuera pasta de dientes hasta adquirir forma almohadillada”. Con el paso del tiempo, ese terreno volcánico salió a la superficie. Y ahora “se conserva mejor que algunas rocas volcánicas más nuevas”. Timoteo Rivera cree que nuestros antepasados aprovecharon los huecos dejados por los volcanes submarinos para colocar los menhires y favorecer su monumentalidad. Así, aprovechaban el promontorio formado por las rocas para que el cromlech quedara más alto, dominando el cerro.

El deseo de Timoteo Rivera es seguir excavando (en estos momentos está en marcha una segunda fase de prospecciones) y que los menhires sean colocados en su posición original, para recuperar la figura del cromlech. En la Junta de Andalucía también son partidarios de ello. “La previsión es poner en valor y colocar en su sitio (en el que se cree que estaban originalmente) todos los megalitos que están dispersos en el patio de armas del Castillo”. La alcaldesa, Gema Castaño, por su parte, espera que esto ocurra a medio plazo y que así se dé un impulso al turismo (algo que ya está ocurriendo). La recuperación del Cromlech vendrá a dar más grandiosidad al castillo medieval y permitirá comprender mejor cómo lo que hoy es un pueblo andaluz que lucha contra la despoblación fue en su día un auténtico espacio de encuentro, intercambio y lleno de simbología para nuestros antepasados. Los misterios aún siguen abiertos.

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