Sólo el 29% de la población aragonesa está preparada para teletrabajar, según un estudio llevado a cabo por economistas de la Universidad de Oxford y de la Universidad Complutense, que sitúa a Aragón por debajo de la media europea y a la cola del resto de regiones españolas. Este informe, que analiza además otros parámetros como la edad, el género, el tipo de contrato o el nivel educativo, advierte también de una gran diferencia entre la posibilidad de trabajar desde casa en la provincia de Zaragoza (33%) y en las de Huesca y Teruel (26%).
España, con un 32% de empleos que pueden realizarse desde el hogar, es el quinto país europeo peor preparado para el teletrabajo, ya que solo supera a Rumanía, Bulgaria, Eslovaquia y Hungría. Los países que están en mejores condiciones para teletrabajar son Luxemburgo, Suiza, Suecia y el Reino Unido. Madrid encabeza el ranking de las ciudades españolas con un índice de teletrabajo de 0.43, frente a Castilla y León cuyo índice es de 0.24.
En este estudio realizado por los economistas Juan César Palomino, de la Universidad de Oxford, y Juan Gabriel Rodríguez y Raquel Sebastián, ambos de la Universidad Complutense, se explica que la economía española es especialmente vulnerable debido a que es muy dependiente de actividades como el turismo, la hostelería o la construcción, lo que hace que su propensión al teletrabajo sea menor. También indica que de acuerdo con su probabilidad para teletrabajar, las mujeres son menos vulnerables al distanciamiento que los hombres a lo largo y ancho de todo el territorio español.
Por tipo de trabajo, los trabajadores a tiempo parcial o con contratos temporales presentan probabilidades para teletrabajar mucho menores que sus homólogos a tiempo completo o con contratos indefinidos. Se observa, asimismo, a nivel general una fortísima relación positiva entre el nivel educativo y la probabilidad para teletrabajar en todo el país, característica que sin embargo no cumple Aragón que “está por debajo de la media en todos los parámetros, incluyendo el de las personas con alta cualificación”, informa Sebastián.
El confinamiento por COVID-19: posible prueba piloto para el crecimiento del teletrabajo
Aunque el teletrabajo ha irrumpido a la fuerza en la vida de muchas personas debido a la pandemia de COVID-19 y a las medidas de confinamiento, su implementación a mayor escala es un debate activo desde hace más de dos décadas. Así lo narra David Pac, profesor de sociología en la Universidad de Zaragoza y miembro del Grupo de Investigación Sociedad, Creatividad e Incertidumbre, quien asegura que “se trata de una forma de trabajo que busca la individualización y la heterogeneidad del mercado laboral”.
“Todavía no sabemos si el teletrabajo ha venido para quedarse o es algo coyuntural. Su crecimiento podría ser una oportunidad para mejorar la conciliación, la racionalización de los horarios y para revertir la idea tan española de la importancia de la presencia física en el lugar de trabajo”, afirma Pac. Sin embargo, hay otros aspectos negativos, “como la pérdida de la negociación colectiva o el crecimiento de la desigualdad, debido a que los empleos de más cualificación y salario son los más óptimos para el teletrabajo”.
Esta “prueba piloto” que está teniendo lugar en muchos hogares españoles debido a la crisis sanitaria por COVID-19 se está viviendo entre algunos trabajadores y trabajadoras no esenciales con cierta frustración. Pilar, educadora de un centro de atención sociocultural para jóvenes, explica que “los primeros días ni estábamos técnicamente preparadas para afrontar el teletrabajo ni teníamos la cabeza para centrarnos”. Para ella, “hubiera sido fundamental unos días de transición, en los que poder aprender a usar las distintas herramientas para la comunicación online, además de contar con dispositivos que tendrían que haber facilitado las empresas”.
Julia trabaja en el sector de las energías renovables. Según dice, teletrabajar también ha sido todo un reto: “He sido más productiva para la empresa porque he empleado mucho más tiempo que las ocho horas presenciales. He tenido más sensación de responsabilidad porque el trabajo estuviera acabado y que el reporte del trabajo realizado fuera coherente con la jornada laboral”. A esto, añade, se suma “la sensación constante de no estar siendo productiva y ver cómo el tiempo invertido no cunde nada”. El lado bueno, concluye, “he tenido libertad para gestionar mi día a día y de decidir de que manera conciliar”.
Pac coincide en que en la implementación del teletrabajo ha habido improvisación, pero apunta “en cierta medida porque este escenario no había sido previsto por nadie. Si hay países en los que el teletrabajo ha funcionado bien, es porque tenían experiencia previa”. Para este sociólogo y profesor de la Universidad de Zaragoza, el confinamiento espera sí sirva para algo: “antes se valoraba el ir a trabajar incluso estando enfermo, ir a trabajar con gripe estaba bien visto porque significaba esfuerzo, a partir de ahora imagino que esta idea cambiará”.