Hay ciudades, libros, personas, errores, comidas y sueños a los que se va y otros a los que se vuelve. También películas, desde luego. París, Texas, del alemán Win Wenders, es una de ellas. Son tantos y tan complejos los elementos visuales, sonoros, dramáticos y poéticos que se conjugan y conspiran a favor de un encadenamiento armónico de elipsis y metáforas que es normal que integre el panteón de esas obras de arte tan apropiables y reescribibles. Y, por qué no, de clásico, no en un sentido anquilosado sino de esos objetos a los que se entra, de manera borgiana, con previo fervor y se los continúa con misteriosa lealtad.
Y este 2024 era el año ideal para sellar todo este pacto mundial cinéfilo en torno a la película en el 40º aniversario de su estreno, después de haber sido restaurada en 4K y volver a emitirse en cinematecas y en festivales en todo el mundo. Por eso los cineastas Vicky Calavia y Javier Estella junto al poeta David Mayor decidieron encabezar un proyecto que es único no solo en lengua castellana sino en todas las lenguas del mundo: un libro con cuarenta firmas que escriben, ensayan, narran y reflexionan En torno a París, Texas, tal como promete el título editado por Pregunta.
“Esta historia arranca en el año 91 cuando David y Vicky coincidimos en la Filmoteca de Zaragoza viendo esta película. Fue la semilla para dedicarme al cine y seguramente fue también la de este libro”, dijo Javier Estella durante la presentación en la actual sede de la Filmoteca zaragozana, que ahora funciona en el Palacio de los Morlanes pero que entre 1987 y 1992 estuvo dentro del Cinema Elíseos. Ahora, este inmueble “es una tienda de comidas tristes y repetidas”, como firman los tres compiladores en la nota introductoria al libro y donde, además de fascinarse con Wenders en aquellos años, también lo hicieron con las primeras películas de Jim Jarmusch y de Spike Lee.
“París, Texas es una emoción que nos mueve y nos remueve. Es una película que la sigo viendo cada cierto tiempo y siempre veo cosas nuevas”, remarcó Estella durante lo que fue, también, la inauguración del ciclo La Mirada Tabú, su undécima edición que dio el pistoletazo de salida con este film protagonizado por Harry Dean Stanton, Nastassja Kinski y Dean Stockwell, leitmotiv de un libro que bucea, nada y surfea en medio de un desierto repleto de imágenes que muestran más que lo que dicen, que despiertan tantas preguntas de escritura.
El libro
En torno a París, Texas es un libro de crónicas, teórico, literario, de cinéfilos, de música, de fotografía, sobre la memoria. Es todas esas cosas en más de 230 páginas, un espíritu misceláneo que envuelve a cuarenta firmas (poetas, cineastas, gestores culturales, novelistas, fotógrafos, músicos) más una firma número cuarenta y uno que corresponde a Óscar Sanmartín, encargado de la ilustración de la portada. Y, entre medio de los textos, algunos fotogramas originales de la película cedidos por la Fundación Win Wenders.
“Tomamos la decisión de ponernos en contacto con quienes sabíamos o intuíamos que podría estar interesada en esta película. Y ahí surgió la necesidad de hablar con gente del teatro, del cine, de los medios, poetas”, dijo David Mayor durante la presentación de este libro al que definió como “una aventura hacia ninguna parte, como todas las aventuras”. Y que se estructura a través de unidades de sentido que van desde cómo se vio la película en su momento y se la sigue viendo hoy hasta la reflexión filosófica sobre el impacto emocional que continúa generando y se despieza en textos que capturan momentos, rostros, escenas o diálogos para escribir nuevas historias, pasajes o poemas.
Luis Lles enfoca su fascinación por la película en su obsesión por el desierto pero, más que nada, en la Canción mixteca de José López Álvarez que, al igual que la propia película en la que se inserta, considera “una reformulación poética del mito del eterno retorno”. Una línea de pensamiento bastante similar a la del compositor Juanjo Javierre, quien también ensaya una reflexión musical y confiesa su tendencia a fascinarse con los desiertos. El libro también incorpora cuentos exquisitos como Tennesee Whiskey de Carlos Castán, en cual define a Nastassja Kinski como un «demonio dulce», poseedora de una “belleza que dolía”; Una pausa, donde Miguel Serrano Larraz entra y sale de la película desde la despedida de su hijo para un viaje a otro desierto de Estados Unidos hasta su reencuentro en el que ambos miran juntos la película de Wenders; o Rosma, la última sabina, de Marta Armigol, que traslada a sus Monegros algunas escenas de la película para hablar de una extraña forastera que llegó a ese desierto sin saber qué buscaba y se quedó para siempre entre los árboles.
El actor y dramaturgo José Luis Esteban propone un monólogo teatral y tragicómico sobre la gorra roja de Travis. Miguel Ángel Ortiz Albero vuelve a sus dos grande temas, la deriva y el caminar, para hablar sobre el silencio (“El silencio ampara los secretos de quienes caminan en solitario”). Luisa Miñana ensaya una suerte de making-off literario sobre la película, centrándose en Crónicas de motel, el libro de su guionista Sam Shepard y uno de los posibles gérmenes de la película. Y Rosa Martínez se propone indagar en la causa de la obsesión de Win Wenders por desentrañar en imágenes el alma de los Estados Unidos.
También los versos de Brenda Ascoz (“Mi hijo, yo y el tobogán de colores / somos el Hopper que Hopper habría pintado”), la prosa poética de Nadia del Pozo en torno a la maternidad o la continuación de la historia de Hunter al cuidado de su madre mientras sigue en el peep-show en La felicidad, el texto que propone Carmen Ruiz Fleta. Tantos caminos posibles que, a su vez, conducen a muchos insospechados para una película que, cuarenta años después, sigue interpelando a todo el mundo. “París, Texas habla de lo que no se puede decir, que no lo cuenta explícitamente pero que está ahí. Y por eso tiene esa vigencia todavía” es la explicación que propone David Mayor, la clave de por qué aún admite aún tantas reescrituras.