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“El Gobierno de Nicaragua está negando la existencia de Covid-19”

Entrega de equipos de protección donados por el Ayuntamiento de Zaragoza a través del Hermanamiento Zaragoza-León

Irene Alconchel Ciria

Zaragoza —

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Roxana Montenegro es de Managua (Nicaragua) y vive en Zaragoza desde hace un año y medio. Repite la palabra zozobra una y otra vez para describir los sentimientos que está padeciendo desde que fue declarada la pandemia. Zozobra por haber sufrido la muerte por la COVID-19 de la anciana a la que cuidaba y zozobra por estar lejos de sus seres queridos y ver que en su país “no se están tomando medidas frente a este virus”. Tras llorar en casa el fallecimiento de la señora para la que trabajaba, Roxana no sale a la calle por miedo al contagio y no se despega del teléfono para no perder el contacto con su familia, por la que está muy preocupada.

Zaragoza es la ciudad española con mayor inmigración procedente de Nicaragua. Con unos lazos históricos fortalecidos por su hermanamiento con León, ubicada a unos 90 kilómetros de Managua, ha sido desde hace años el destino elegido por muchos ciudadanos de este estado centroamericano, el segundo más empobrecido de América Latina. A raíz de la crisis sociopolítica que atraviesa el país desde el año 2018, el número de llegadas de nicaragüenses a la capital aragonesa no ha dejado de crecer, así como las peticiones de asilo político. Actualmente cuenta con 5.500 nicaragüenses censados.

Los nicaragüenses que como Roxana están a miles de kilómetros de sus hogares siguen a través de las redes sociales la evolución de la pandemia. Muchas de las mujeres “nicas” son trabajadoras del hogar e internas y han sufrido doblemente el confinamiento. “Estamos desconcertadas, tristes y preocupadas. Veo las imágenes de los enterramientos masivos de noche y me horroriza que a mi familia le pueda suceder algo así. Ni en la guerra pasó esto. Si este virus ha puesto a España de rodillas ¿qué pasará en mi país?”, relata al teléfono esta joven.

Llenar el vacío del Gobierno ante la epidemia

Lo que está sucediendo allí lo explica a diario en medios de comunicación el epidemeólogo Leonel Argüello, fundador del Ministerio de Salud en los 80 con los sandinistas y presidente de la Sociedad nicaragüense de medicina general : “Los trabajadores y trabajadoras de la salud no tienen protección. Ya no quedan manómetros en Nicaragua. Se están dando tratamientos con cloroquina, que ya está demostrado pueden producir paros cardiacos y las pruebas que se están haciendo dan resultados indeterminados. Dicen que las muertes son por neumonía atípica”.

Argüello atiende a este diario por videollamada a las 9 de la mañana, hora de Nicaragua. Ya lleva tres horas trabajando. Cuenta que apenas descansa. Una vez fue declarada la pandemia, y al comprobar que el Gobierno no estaba preparándose para enfrentarla, crearon un grupo interdisciplinar compuesto por médicos, educadores y psicólogos, que se dedica a alertar, educar en base a evidencias científica, combatir las noticias falsas y a atender a pacientes de forma gratuita. La única explicación racional que puede dar a lo que está sucediendo es que “el Gobierno está negando la existencia de Covid-19”.

Desde este comité dicen no entrar en política, actuar sólo en base a conocimientos médicos e intentando promover la prevención como una de las vías para evitar un desastre en un país donde el 50% de la población no tiene agua durante las 24 horas al día. “Estoy preocupado porque nosotros estamos entrando al invierno, época de lluvias donde al coronavirus se le sumará la malaria, el dengue, la diarrea, la parasitosis y la leptospirosis. No ha habido ninguna campaña de prevención y nuestro sistema de salud comunitaria, mucho más en las zonas rurales, no está preparado para atender una avalancha de casos graves”, afirma el doctor.

Polarización política

Algunos de los ejemplos que ilustran la negación de este virus que ha confinado a una tercera parte del mundo los describe con desazón Berta, estudiante de doctorado en la Universidad de Zaragoza y que, tras una estancia en su país de origen para realizar trabajo de campo, no puede regresar a España por contar solo con visado de estudiante. “Aquí no se han suspendido las clases, no se han cerrado las fronteras, continúan las ligas deportivas con público, se están promoviendo actividades públicas y festividades religiosas, hubo incluso una manifestación bajo la pancarta Amor en tiempos de Covid, a la que el Gobierno obligó a sus funcionarios a asistir”, relata Berta desde Chinandega, uno de los focos de la epidemia.

Quien se encarga de monitorizar las cifras y rebatir los datos que da el Gobierno es el Observatorio Ciudadano COVID-19. Un grupo de voluntarios, que, según indican en su página de web, están tratando de llenar el vacío de información que hay en Nicaragua mediante el seguimiento y verificación de casos que ellos consideran sospechosos de estar contagiados y que no están siendo atendidos. En su último informe, publicado el 27 de mayo, reportan un total de 3.725 personas contagiadas, de las cuales solo 759 han sido confirmadas por el Ministerio de Salud y 805 fallecidos, cifra que el Gobierno sitúa en 35.

Esta diversidad de fuentes en Nicaragua ha crecido exponencialmente desde abril de 2018, cuando comenzó un movimiento para pedir la dimisión del presidente Daniel Ortega. Según explica Natalia, quien está en pleno proceso para conseguir el asilo político en Aragón y no quiere que se publique su nombre real por miedo a represalias a su familia,“el Gobierno ha convertido el tema de la pandemia en una polarización política. Sus partidarios le creen, aunque empiezan a usar mascarilla, dicen que el virus no existe, que es una campaña de la derecha para desestabilizar al poder”.

Para Natalia, “el hecho de negar la existencia del virus es inhumano, irresponsable y negligente. Esto es como volver a revivir aquel 18 de abril de 2018. Se está abandonando al pueblo a su suerte y condenándolo a una muerte segura”. Esta joven afirma que toda esta situación a veces le supera emocional y físicamente: “Es difícil estar lejos de casa sabiendo que tu familia y amigos están enfrentando una crisis humanitaria que se ha convertido en un ciclo sin fin”. También, confiesa tener miedo en España a contagiarse. “No quiero generar más dolor a mi madre que ya perdió un hijo hace once meses cuando el Gobierno le negó el derecho a la salud”, concluye.

El hermanamiento Zaragoza- León, que cuenta con 28 de años de trabajo mediante los que la capital aragonesa ha apoyado más de 100 proyectos, realizó, al inicio de la crisis sanitaria, un envió de 70 Equipos de Protección Individual (EPI) y 10 Oxímetros, dirigidos a equipos médicos y personal sanitario del Hospital Escuela Óscar Danilo Rosales Arguello, en la ciudad nicaragüense de León. A mediados de mayo, esta entidad, que cuenta con financiación del área de Cooperación del Ayuntamiento de Zaragoza y de funcionarios municipales, comunicó una segunda donación directa para el personal sanitario del Hospital España en Chinandega de kits de protección EPI y otra entrega al Hospital Heodra de León, tanto de material de protección como de productos de higiene y limpieza.

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