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Escuela y teatro se dan la mano en Mieres contra la censura para homenajear al maestro que prometió el mar

Alberto Conejero, director de la obra, (en el centro), con el elenco de la obra en las tablas de la Casa de Cultura de Mieres

Leticia Quintanal

Mieres del Camín —

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¿Qué salvamos del tiempo?, se escucha al unísono en la oscuridad del auditorio de la Casa de la Cultura de Mieres. ¿Qué salvamos del tiempo?, vuelve a retumbar, mientras se intuyen unos suaves pasos que se van incorporando al atrezo, aún invisible. ¿Qué salvamos del tiempo?, se enciende una luz tenue, que permite adivinar el humilde mobiliario de una escuela rural de aquella España de principios de los años 30.

¿Qué salvamos del tiempo?, y ya sabemos que esas palabras salen de las 15 personas que, ahora sí, pisan las tablas, desplazándose paso a paso, con mucha suavidad, para sentarse en unas sillas colocadas en un extremo del escenario, junto a la pizarra.

En el centro, unos pupitres, cedidos por el Museo de la Escuela Rural de Cabranes. En el otro extremo, Xabier Bobés, actor, creador escénico, manipulador objetual y pieza indispensable de esta historia que comienza con Dulce, Demetrio, Esperanza, Emilia, Jose, Saray, Celia, Marta, Isra, Raquel, Victoria, Manolo, Aurora, Laura y María, y no, no son actores ni actrices, son maestros y maestras, algunos en activo y otras ya jubiladas.

Todas y cada una de estas personas son Antoni Benaiges en ‘La mar: visión de unos niños que no lo habían visto nunca’, el maestro de Bañuelos de Bureda (Burgos) fusilado el 25 de julio de 1936, que no pudo cumplir la promesa de llevar a sus alumnos a ver el mar.

Han sido las elegidas en un proceso de selección al que se presentaron unas 50 personas, que comenzó a principios del mes de febrero con el llamamiento realizado por el director de la obra, Alberto Conejero, quien decidió que para una función tan especial como la que se iba a desarrollar dentro de la Caja de Resistencia, era imprescindible contar con la participación de la comunidad educativa. Y de ahí surge una maravilla como esta, que viene a poner la guinda a una historia absolutamente emocionante y emotiva, de libertad, lucha y compromiso.

Éste es seguramente uno de los capítulos más importantes de la vida de un niño disléxico, criado en un barrio de las afueras de Madrid, que ha llegado a ser uno de los grandes dramaturgos, directores de escena y poetas de nuestro país, Premio Max al Mejor Autor Teatral en 2016 y Premio Nacional de Literatura en 2019.

Alberto Conejero agradece a la escuela pública, con esta obra, todo lo que le ha dado y aprovecha también para cumplir uno de los mandatos del maestro Benaiges, y es que “la escuela es un asunto de todos”

Alberto Conejero agradece a la escuela pública, con esta obra, todo lo que le ha dado y aprovecha también para cumplir uno de los mandatos del maestro Benaiges, y es que “la escuela es un asunto de todos”, porque lo que en Mieres han conseguido, gracias a los maestros y maestras que decidieron ser actores por un día, es que la escuela de Benaiges se encuentre con la escuela del presente.

Han llegado a Mieres desde Huelva, Riotuerto (Cantabria), Palencia, León y diferentes municipios del Principado de Asturias. Tres días de ensayos, solamente uno todos juntos, y la complicidad entre ellos fluye con la misma facilidad con la que salen de sus bocas las frases de aquel maestro catalán que intentó cambiar el mundo y que erizan el vello durante toda la representación.

Es fácil preguntarse lo que ha llevado a estas maestras y maestros a embarcarse en esta aventura, cuando la mayoría de ellos no habían tenido contacto alguno con el mundo de la interpretación. La respuesta es clara: profesión, compromiso y memoria.

Demetrio o ‘Deme’ como todos le llaman, dice de sí mismo que es “un mierense emigrado ”y asegura sentirse orgullosísimo de que en su pueblo hayan puesto en marcha una iniciativa como la Caja de Resistencia. “Di este paso por compromiso y para plantar cara a quienes nos quieren llevar a la España de sacristía”, explica. 

Para Esperanza, una de las maestras jubiladas que participa en la obra, la educación no es una cuestión de vocación, es compromiso político para cambiar el mundo

A esta iniciativa la felicita también Esperanza. Para esta maestra jubilada la educación no es una cuestión de vocación, es compromiso político para cambiar el mundo. Sin embargo, sí es vocacional para Emi, también jubilada, que se ha cruzado España para participar en ‘El mar’ porque viene desde Huelva. Recuerda perfectamente el momento en que vio el mar por primera vez, cuando tenía 13 años, y cómo se vio reflejada en la historia de Benaiges y sus alumnos.

Dulce busca aprender de una experiencia nueva y poner al hilo sus nervios, al igual que Aurora enfrentarse a su timidez, mientras Raquel reconoce su profunda admiración a Alberto Conejero. Admiración que comparte Saray, junto al orgullo porque de la cuenca minera asturiana haya nacido una iniciativa como la Caja de Resistencia. Asegura sentirse identificada con Benaiges porque la educación puede cambiar el mundo. Su historia es, dice, la historia de lo que este país pudo ser y no fue.

Jose aún no es maestro, pero lo será, está acabando el grado. Vio esta iniciativa y decidió intentarlo, a ver si había suerte. Y la hubo. Le regalaron el libro de ‘El mar’ estando en Madrid estudiando y desde el primer momento sintió que “era una biografía que merecía la pena ser contada”.

Para Celia cada palabra del texto ha sido un aprendizaje. Viene de una familia humilde y rural, y siente un profundo agradecimiento hacia las generaciones que la precedieron en su familia y no pudieron estudiar. “Esta obra representa lo que fue mi pasado”, dice.

La vinculación con generaciones pasadas que no pudieron estudiar también es importante para Isra, quien se define como un militante de la cultura en los pueblos pequeños. Vive en uno de Cantabria y reivindica que no tiene por qué ir al pueblo de al lado a disfrutar de la cultura porque tenga más habitantes.

Marta es maestra de niños y niñas con necesidades especiales y dice haberse sentido muy identificada, desde el principio, con Antoni Benaiges porque cree en los niños y siempre los colocó en el papel protagonista. Mientras Victoria decidió unirse a esta para enfrentarse, por circunstancias personales, a cosas que hasta ahora no había podido enfrentar, Manolo recuerda sus años de asesor de una escuela rural y a su hermano Antonio, que también fue maestro.

‘El mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca’ se estrenó en el Teatre Nacional de Catalunya en febrero de 2022 y después de más de 25.000 espectadores y 150 funciones en España, Chile y Portugal, no ha sido hasta llegar a Asturias, cuando han conseguido una experiencia única porque “lo que se va a ver en Mieres, nace y muere en Mieres”, asegura Conejero.

Y es que la de Mieres no será una función más, en ésta se han implicado de una manera muy especial porque ha supuesto la ruptura de las barreras que algunas personas se empeñan en levantar entre la cultura y la ciudadanía.

El desembarco de esta obra en este municipio asturiano de algo más de 20.000 habitantes ha estado motivado, en gran medida, por el ciclo que puso en marcha su ayuntamiento el año pasado para programar espectáculos censurados por PP y Vox allá donde gobiernan. Y es que Caja de Resistencia ha sido el escenario por el que ya han pasado historias como ‘Muero porque no muero’, de Paco Bezerra; ‘Orlando’, de Virginia Wolf; ‘El señor puta o la degradación del ser’, de Pedro Luis López Bellot; una tertulia con el escritor Bob Pop y la música de Rocío Saiz o Pedro Pastor.

‘El mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca’ fue censurada por el PP en el municipio burgalés de Briviesca, de donde salió la historia. Y en ese momento quedó predestinado a formar parte de la Caja de Resistencia

‘El mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca’ fue víctima de la censura del PP en el municipio burgalés de Briviesca, capital de la comarca de la Bureba, de donde salió la historia. Y fue justo en ese momento cuando este emocionado encuentro entre el teatro y la realidad quedó predestinado a formar parte, para siempre, de la historia de la Caja de Resistencia, que con inmenso esfuerzo ha puesto en marcha la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Mieres, Rocío Antela.

Cuenta ilusionada cuando el pasado verano decidieron declarar a Mieres “territorio libre de censura” y un par de meses después, esta idea fraguó en la Caja de Resistencia, ensalzada, por cierto, por el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, durante su última visita a Asturias, como ejemplo de la lucha contra la censura.

Valiente y defensora a ultranza de ‘lo público’, Rocío Antela es de las personas que tiene claro que es deber de las administraciones públicas democratizar el acceso a la cultura, por eso está tan orgullosa de haber conseguido un “espacio seguro” para ella y agradece, desde el corazón, el apoyo de la gente y también del sector. “Cuando el sector de la cultura se siente respaldo, responde de esta manera, porque les han faltado al respeto y aquí se sienten arropados”, asegura.

Recuerda las primeras conversaciones que mantuvo con Alberto Conejero y Xabier Bobés para traer a Mieres su obra y asegura que aquel primer intercambio de palabras ya fue maravilloso porque “ambas partes entendemos que la participación es el acto más democrático que existe y qué mejor que unir el teatro con la comunidad educativa”.

Todas las funciones que se desarrollan en Caja de Resistencia cuelgan el cartel de no hay entradas, y muchas personas se pregunta por qué solo una función. La respuesta es sencilla, porque son funciones únicas e irrepetibles, por muchos pueblos, ciudades o países por los que hayan rodado las obras o espectáculos, la de Mieres siempre será diferente a todas las demás. “Es fruto de la Caja”, dice la concejala, única y exclusivamente.

Así lo podrán comprobar y también disfrutar quienes esta tarde tengan su entrada para disfrutar de ‘La mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca’ en un espectáculo único de unión entre el teatro y la escuela.

‘La mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca’ estuvo nominada a los Premios Max como mejor espectáculo de teatro, mejor dirección (Alberto Conejero y Xabier Bobés) y mejor actor (Xabier Bobés).  

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