Pregunta. ¿Qué le parece la idea de modular el derecho de manifestación, de prohibir que las manifestaciones ocupen el centro de las ciudades?
Respuesta. Pues no me parece mal. Ahora que se acerca la semana santa católica no me parece mala idea hacer un circuito a las afueras de las ciudades, para que los diferentes clubes religiosos paseen libremente a sus ídolos y entonen sus cánticos sin temor a molestar a los vecinos. Como dicen la alcaldesa, el presidente de la Comunidad y el ministro del interior, hay que intentar conjugar el legítimo derecho a celebrar la Semana del Orgullo Católico con el derecho de la mayoría a circular libremente por las calles del centro sin que la perturben los tambores, las cornetas o los cortes de tráfico. Y que cada uno vaya vestido como quiera. Es intolerable que policía detenga y multe a los que participan en esas manifestaciones religiosas ocultos bajo un cucurucho. Pongo mi mano en el fuego por estos simpáticos e inocentes animadores que no hacen daño a nadie con sus disfraces, por más que algunos niños se asusten al verlos.
P. Aparte de las procesiones de Semana Santa, ¿le parece bien que se confinen las manifestaciones políticas como la del otro día en Madrid o como la del sábado contra el Rey?
R. Podría crearse una especie de Parque de Manifestaciones en la Casa de Campo de Madrid. Algo así como el Parque de Atracciones, pero en clave política, con montañas rusas, puestos de churros y espectáculos para toda la familia. Los manifestantes podrían ir en el teleférico. El que quiera organizar una manifestación paga el alquiler del Parque al Ayuntamiento y lo cierra, como el que cierra una discoteca para una fiesta privada. Hoy, Manifestación contra los recortes del PP, por ejemplo. Entonces tú vas y estás un rato allí manifestándote y luego te quedas a tomar algo en alguno de los puestos o montándote en las atracciones temáticas: Derribe al Gobierno con Pelotas de Goma. O el Tren de la Bruja Cifuentes. Hay muchas posibilidades: la Calle del Terror, con actores disfrazados de maderos en pleno subidón que te persiguen por todas partes para reventarte un testículo. Sería súper divertido. Y también podrías hacerte fotos con un policía a punto de darte un porrazo o enfrentándote tú solo a una dotación de Policía Nacional, que es una foto que todos queremos tener, u ofreciendo una flor a un antidisturbios con cara de pocos amigos, que una instantánea que no puede faltar en ningún hogar de izquierdas.
P. Pero ¿no cree que de ese modo se desactivaría la función de las protestas, que sería una manera de anular el derecho de manifestación?
R. Pero a cambio de eso ganaríamos en diversión, crearíamos puestos de trabajo, los ciudadanos de Madrid no verían alterada su vida y sobre todo no tendríamos que pagar entre todos las protestas o las supersticiones de unos pocos, porque todo se celebraría en un recinto cerrado con baños públicos y servicio de megafonía. ¿Usted sabe lo que cuesta una misa oficiada por el Papa? Un huevo. No hay más que ver la organización mafiosa que se ocupó de todo cuando vino a España para imaginar cuánta pasta había en juego. ¿Usted sabe lo que nos ahorraríamos si en vez de hacer una misa en Colón, pudiéramos poner al Papa como ponemos a ese paje de los Reyes Magos que se sienta en El Corte Inglés, para que todo el que quiera se siente en sus rodillas? En vez de rescatar las carreteras radiales con dinero público, propongo cerrarlas al tráfico (lo que tampoco es decir mucho) y celebrar allí el Día de las Fuerzas Armadas, las manifestaciones contra el aborto, los apoyos a la familia y muchas cosas más. ¡Qué oportunidad perdimos el otro día de usar uno de estos espacios tan infrautilizados para que desfilara por allí la comitiva fúnebre de Adolfo Suárez, en vez de molestar a los madrileños interrumpiendo el tráfico de Cibeles.
Pregunta. ¿Qué le parece la idea de modular el derecho de manifestación, de prohibir que las manifestaciones ocupen el centro de las ciudades?
Respuesta. Pues no me parece mal. Ahora que se acerca la semana santa católica no me parece mala idea hacer un circuito a las afueras de las ciudades, para que los diferentes clubes religiosos paseen libremente a sus ídolos y entonen sus cánticos sin temor a molestar a los vecinos. Como dicen la alcaldesa, el presidente de la Comunidad y el ministro del interior, hay que intentar conjugar el legítimo derecho a celebrar la Semana del Orgullo Católico con el derecho de la mayoría a circular libremente por las calles del centro sin que la perturben los tambores, las cornetas o los cortes de tráfico. Y que cada uno vaya vestido como quiera. Es intolerable que policía detenga y multe a los que participan en esas manifestaciones religiosas ocultos bajo un cucurucho. Pongo mi mano en el fuego por estos simpáticos e inocentes animadores que no hacen daño a nadie con sus disfraces, por más que algunos niños se asusten al verlos.