Descubriendo el barranco de Los Cernícalos
Existe un rincón en Gran Canaria donde el agua corre prácticamente todo el año. Un enclave mágico, verde y frondoso que la isla protege como el gran tesoro que es. Nos referimos al barranco de Los Cernícalos.
Todos los años, cientos de senderistas se acercan a este oculto reducto en la vertiente este de la isla que te permite desconectar de la rutina diaria y adentrarte en un mundo perdido donde el agua es el gran protagonista. Su acceso, además, es sencillo, por lo que es una ruta que perfectamente se puede hacer en familia y con niños. Son en torno a 7 kilómetros de ida, y otros 7 de vuelta, que discurren por la parte media alta del barranco pero que no entrañan dificultad. Una distancia que merece la pena solo por ver las preciosas cascadas por las que corre el agua todo el año y que son, sin duda, una de las grandes maravillas naturales de la isla. Un pequeño arroyo es el origen de esta belleza natural ya que discurre por un barranco cerrado y angosto lleno de saltos, lo que otorga una gran vistosidad al recorrido. Cuando el caudal sube, y pese a que no son saltos de gran envergadura, el espectáculo está servido.
Además, hay que tener en cuenta que más de la mitad de la flora de esta zona es endémica, y un 10% de ella exclusiva de Gran Canaria, a lo que hay que sumar que aquí encontraremos uno de los mayores bosques de sauce canario de las islas.
La ruta
Existen diversas rutas o recorrido en torno a este privilegiado enclave como era de esperar. El que nosotros hemos elegido consta de siete kilómetros de ida y otros tanto de vuelta. Como ya hemos dicho, es un recorrido accesible para todos, incluso para ir en familia con niños. El único tramo algo más complicado es el final que lleva hasta la última cascada, desde la que ya no hay salida y hay que volver, pero si lo deseamos podemos terminar el recorrido antes ya que las más vistosas se encuentran antes.
Lo primero es tener en cuenta que el barranco de Los Cernícalos se encuentra en la parte oriental de Gran Canaria, dentro de los municipios de Valsequillo y Telde. De hecho, se extiende por la Reserva Natural Especial de Los Marteles (Valsequillo) y el Paisaje Protegido de Lomo Magullo (Telde).
El punto de inicio de la actividad es el merendero del barranco de los Cernícalos, una extensión con mesas y bancos donde comer algo y descansar, y donde también podremos dejar nuestro vehículo sin problema alguno.
Para llegar al merendero pasaremos por Telde, una de las localidades más pobladas de la isla, así como por Valle de los Nueve, Lomo Magullo y Los Arenales. Desde este punto aun tenemos que andar unos minutos por asfalto hasta alcanzar la entrada del camino que da inicio a la ruta y que nos recuerda que estamos entrando en un espacio natural protegido: la Reserva Natural Especial de Los Marteles. La reserva, de una belleza impactante, ofrece además otros elementos geomorfológicos muy destacados que podremos admirar en otra visita como la caldera de los Marteles o el pitón fonolítico de Roque Blanco.
Pero regresando a nuestra aventura particular, si hay algo en lo que todo el mundo coincide es que en el momento que cruzamos el umbral que da acceso al barranco tendremos la impresión de acceder a un mundo paralelo donde la naturaleza es dueña y señora y dispone de todo a su antojo. El agua será nuestro guía a lo largo de todo el recorrido. La melodiosa música que produce al bajar por el arroyo armonizará nuestra ruta y nos acompañará como uno más del grupo.
El primer tramo de la ruta, ya por sendero, es más amplio y está dominado por eucaliptos. No obstante, mientras seguimos el filo hilo de agua comprobaremos que el barranco se va estrechando y al final nos veremos casi envueltos por una frondosa vegetación. Aquí es donde los acebuches se han hecho fuerte. El acebuche es una especie endémica canaria de aspecto muy curioso en algunos casos porque parece que muestran formas casi humanas que nos siguen con la mirada.
No obstante, y pese a que es un tramo más frondoso, el camino a seguir es obvio y no cabe la posibilidad de perderse. Incluso encontraremos troncos estratégicamente colocados para poder atravesar el caudal del riachuelo en algunos puntos.
A lo largo del camino iremos viendo diferentes saltos de agua, algunos más pronunciados y espectaculares que otros, pero todos dignos de detenernos un rato a descansar y disfrutar de estas pequeñas bellezas naturales. Es también muy interesante tener en cuenta que a lo largo del recorrido encontraremos varias zonas abiertas junto al riachuelo donde es posible descansar y reponer fuerzas, por lo que no es todo andar y subir... Y si, el camino va ascendiendo, aunque de forma pausada y suave. Además mientas vamos ascendiendo pasaremos por algunos lugares desde los cuales las vistas son preciosas... ¡Ganar altura es lo que tiene!
El único problema que podemos encontrar en algunos puntos es que esté un poco embarrado o resbaladizo, algo por otra parte, obvio cuando se camino junto a un riachuelo.
El punto álgido de la ruta es, posiblemente, el conocido como doble salto. Sin duda, una de las instantáneas más repetidas en el barranco de Los Cernícalos. Además es un lugar perfecto para descansar y comer algo, ya que a los pies de este salto de agua hay bloques de roca muy tentadores.
En este punto podríamos dar por concluida la ruta, al menos el camino de ida, y regresar siguiendo el mismo camino que nos llevó hasta aquí. La otra opción es continuar hasta el final del barranco. En caso de hacerlo tener en cuenta que la dificultad en esta última parte es algo mayor.
No obstante, e independientemente de la longitud del recorrido que elijamos, la ruta es una auténtica maravilla y un placer para los sentidos. Es un paisaje muy distinto a la mayoría que podamos encontrar en Gran Canaria. Un mundo verde, repleto de vegetación, frondosa y autóctona, que atravesaremos mientras caminamos junto al agua, siguiendo ese hilo de vida que ha transformado y rige la zona a su antojo. Así que, si deseamos disfrutar de un recorrido distinto, la ruta que atraviesa el barranco de Los Cernícalos es, sin duda, una opción que no podemos pasar alto. ¡Totalmente recomendable!
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