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Martinón

La abultada mayoría de Antonio Martinón en la votación al rectorado de La Laguna, aún cuando le obliga a pasar por una segunda vuelta, indica una fuerte voluntad de cambio en la universidad lagunera, puesta también de manifiesto por una extraordinaria participación del cuerpo electoral, muy superior a la de otros procesos. El grupo de doctores y profesores vinculados tuvo una participación próxima al 88%, el de no doctores de algo más del 67%, y el personal de administración y servicios se situó en el 77%. Como siempre, la excepción fueron los alumnos, que aunque acudieron a votar más que en otras ocasiones, sólo lo hicieron uno de cada cuatro. La gestión de la Universidad sigue preocupando mucho más a quienes se ocupan de ella o imparten la educación universitaria que a quienes la reciben. Aún así, Martinón –que algunos quisieron presentar como el candidato del alumnado- ganó en todos los sectores. Olga Alegre perdió frente a Martinón en varios sectores –profesorado funcionario y alumnado- en Educación, su facultad, de la que además es decana. Es cierto que el voto que tradicionalmente ha apoyado al grupo del actual rector acudió dividido en dos propuestas enfrentadas, las que encabezaban Olga Alegre y Juan Ignacio Capafons. Pero es poco probable que –con un resultado próximo a la mitad de los votos- Martinón no rasque algún voto más de entre quienes apoyaron a Capafons, descartado ya para la segunda vuelta del próximo día 14, y acabe por tanto convirtiéndose en el sustituto de Eduardo Domenech.

Martinón, doctor en matemáticas, catedrático y antiguo decano, es también un conocido militante socialista, hoy alejado de la primera línea de la pelea partidaria. Básicamente es un moderado de izquierdas: un hombre honesto y esforzado al que define una biografía intachable construida desde la independencia crítica y el sentido del honor y de su propia responsabilidad personal. Le conozco desde que yo era un crío y él poco más que eso, y siempre tuve la impresión de que Martinón funcionaba en todas sus cosas como una suerte de militar progresista instalado en la vida civil, un ciudadano comprometido, cabal, patriota e inflexible en sus criterios y opiniones. Esa inflexibilidad, que en su etapa en la política le llevo a enfrentarse con todos sus jefes y con alguno de sus subordinados, habrá sido sin duda suavizada por los años y por la vida, pero –al decir de algunos de los que le apoyan y de algunos que le niegan- sigue siendo su principal hándicap personal para afrontar la tarea de poner en orden los asuntos de la Universidad lagunera y articular sus equipos de gestión y gobierno. La Laguna es una Universidad sacudida –como otras- por la crisis y sus recortes inevitables, pero que ha tenido más dificultad que otras para encararla, por estar aquejada de cierta altanera y aristocrática autocomplacencia, una suerte de metástasis burocrática heredada de los buenos viejos tiempos, y que actúa hoy como freno a la ilusión y el empuje de sus mejores ideas. Ojalá Martinón, si finalmente se convierte en Rector, sea lo que la ULL necesita.

La abultada mayoría de Antonio Martinón en la votación al rectorado de La Laguna, aún cuando le obliga a pasar por una segunda vuelta, indica una fuerte voluntad de cambio en la universidad lagunera, puesta también de manifiesto por una extraordinaria participación del cuerpo electoral, muy superior a la de otros procesos. El grupo de doctores y profesores vinculados tuvo una participación próxima al 88%, el de no doctores de algo más del 67%, y el personal de administración y servicios se situó en el 77%. Como siempre, la excepción fueron los alumnos, que aunque acudieron a votar más que en otras ocasiones, sólo lo hicieron uno de cada cuatro. La gestión de la Universidad sigue preocupando mucho más a quienes se ocupan de ella o imparten la educación universitaria que a quienes la reciben. Aún así, Martinón –que algunos quisieron presentar como el candidato del alumnado- ganó en todos los sectores. Olga Alegre perdió frente a Martinón en varios sectores –profesorado funcionario y alumnado- en Educación, su facultad, de la que además es decana. Es cierto que el voto que tradicionalmente ha apoyado al grupo del actual rector acudió dividido en dos propuestas enfrentadas, las que encabezaban Olga Alegre y Juan Ignacio Capafons. Pero es poco probable que –con un resultado próximo a la mitad de los votos- Martinón no rasque algún voto más de entre quienes apoyaron a Capafons, descartado ya para la segunda vuelta del próximo día 14, y acabe por tanto convirtiéndose en el sustituto de Eduardo Domenech.

Martinón, doctor en matemáticas, catedrático y antiguo decano, es también un conocido militante socialista, hoy alejado de la primera línea de la pelea partidaria. Básicamente es un moderado de izquierdas: un hombre honesto y esforzado al que define una biografía intachable construida desde la independencia crítica y el sentido del honor y de su propia responsabilidad personal. Le conozco desde que yo era un crío y él poco más que eso, y siempre tuve la impresión de que Martinón funcionaba en todas sus cosas como una suerte de militar progresista instalado en la vida civil, un ciudadano comprometido, cabal, patriota e inflexible en sus criterios y opiniones. Esa inflexibilidad, que en su etapa en la política le llevo a enfrentarse con todos sus jefes y con alguno de sus subordinados, habrá sido sin duda suavizada por los años y por la vida, pero –al decir de algunos de los que le apoyan y de algunos que le niegan- sigue siendo su principal hándicap personal para afrontar la tarea de poner en orden los asuntos de la Universidad lagunera y articular sus equipos de gestión y gobierno. La Laguna es una Universidad sacudida –como otras- por la crisis y sus recortes inevitables, pero que ha tenido más dificultad que otras para encararla, por estar aquejada de cierta altanera y aristocrática autocomplacencia, una suerte de metástasis burocrática heredada de los buenos viejos tiempos, y que actúa hoy como freno a la ilusión y el empuje de sus mejores ideas. Ojalá Martinón, si finalmente se convierte en Rector, sea lo que la ULL necesita.