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Opinión - ¡Nos comerán! Por Esther Palomera

El fracasado asalto de Drake y Hawkins a Las Palmas

Teo Mesa

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Se cumplirá un aniversario más, el día 6 de octubre, del fallido intento de asedio, y la derrota, a la ciudad de Las Palmas, por los corsarios Drake y Hawkins. La antipatía, próxima a la inquina, que la reina de Isabel I de Inglaterra le tuvo a su acólito y cofrade de reinado, el monarca español Felipe II, desde las disputas previas con la Armada Invencible de 1588, planeada por el monarca hispano para destronar a la citada reina e invadir Inglaterra; y máxime, después del poder acumulado tras el descubrimiento de América, por España.

En evidente envidia y ante la pérdida del poderío estatal de Inglaterra, la gobernadora y soberana inglesa encomendó y sufragó a los belicosos corsarios Francis Drake y Jhon Hawkins. Estos exploradores y colonizadores de nuevas tierras, mediante los belicismos navales practicados, contaron con una nueva armada y marinería para combatir los territorios españoles de ultramar, expoliarlos y apropiarlos para la corona de Inglaterra (ese fue el pertinaz formulario del colonialismo y poderío universal que fraguó el imperio británico).

El cómputo de la flota inglesa sumó un número de 27 fragatas con renovados pertrechos bélicos, navegación, pilotaje y marinería, con una dotación de 2.800 tripulantes, entre marinería y personal e intendencia de a bordo.

Todo este gentío de marinería que navegaba en las 27 naves, hizo que tuvieran la necesidad de avituallarse en pocos tiempos de travesías, y fondear en los puertos o refugios naturales que en su singladura encontraban durante el trayecto marítimo. La tierra más próxima que tenían en los derroteros del propuesto crucero y su objetivo hacia el Nuevo Mundo era la isla de Gran Canaria, con una ciudad de la que podían abastecerse simplemente con abordarle en cruel piratería. Y esta isla era también, una de las geográficamente estratégicas por la que pasaban muchos de los barcos españoles que regresaban del continente recién descubierto, cargados de todas las riquezas que transportaban hacia el reino de España, para abordarlos en sus malandrines pillajes.

En el amanecer del día 6 de octubre de 1595 fueron oteadas y sorprendidas desde la ciudad, las naves piratas, precisamente, desde la garita vigía de La Isleta. Ninguna información tenían las autoridades militares ni gubernamentales locales de los peligros de esta flota de bucaneros que navegaba en travesía hacia Gran Canaria y al Real de Las Palmas –así llamada en su fundación–, pretendiendo asaltar la urbe capitalina con sus repetidas y feroces piraterías.

Pamochamoso y Alvarado ordenaron la estrategia militar de defensa de la ciudad. Debían contrarrestar el desembarco con todos los medios a los filibusteros ingleses. Para ello dispusieron de los cañones del castillo de La Luz, y con las tropas de infantería, que se apostaron en las playas, arenales y en las murallas que protegían a la ciudad de entonces. Drake intentó penetrar en la isla por la caleta de Santa Catalina con 27 barcas cargadas de belicosos asaltantes, siendo rechazados militarmente en el intento por los cañones y arcabuces del capitán Baltasar de Armas y sus soldados. Los daños causados a los asaltantes ingleses fueron de graves heridas a una gran cantidad de británicos. La ciudad e isla fueron defendidas con todos los arrestos militares impidiendo el desembarco inglés.

John Hawkins, ante el fracasado asedio, decidió poner rumbo hacia el sur de la isla en la noche del día 7, abandonando la ciudad definitivamente. En el amanecer del día siguiente, Drake también desistió, y navegando rumbo sur de la isla, fondearon sus corbetas frente a la rada de Arguineguín, donde acamparon. Seis soldados canarios que les seguían en acecho y sus intenciones, por orden a Alonso Alvarado, observaron como una de las barcas inglesas varó en una de las playas, donde fueron emboscados por los aludidos vigías militares, pastores y campesinos del lugar, quienes dieron muerte a varios de los marinos británicos, e hicieron prisioneros a otros de los aguerridos piratas. Por estos prisioneros supieron quiénes eran y cuáles sus propósitos de asaltos a la ciudad.

Drake y Hawkins continuaron en sus derroteros hacia la isla de La Gomera, donde tomaron aguadas para sus naves. Este viaje fue la última travesía de mar y sus costas por aguas de Canarias, que en navegación hicieron los dos sanguinarios bandoleros al servicio de la Corona de Inglaterra, ambos se dirigieron hacia el Caribe y el Pacífico. El día 22 de noviembre, Hawkins afectado por víricas fiebres murió en Puerto Rico; y Sir Francis Drake continuó enfrentado con sus bélicos expolios y piraterías en varias tierras del Nuevo Mundo, dirigió en 1572 una expedición contra los puertos españoles en el Caribe. Tuvo su muerte por disentería, frente a las costas de Portobelo (Panamá) el día 28 de enero de 1596.

Es muy sorprendente, que una flota tan armada y poderosa en número de ejercitados militares hiciera el ridículo combatiente en el imposible asedio a la ciudad El Real de Las Palmas, que contaba esta, con un mínimo ejercito defensor y un minúsculo armamento, y solo un castillo de protección en defensa de la metrópoli y de la isla.