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Aridane. El primer gran ‘Árbol de Noel’ y los nacimientos familiares

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El primer gran 'Árbol de Noel', Navidad, de la isla de La Palma se iluminó en el año 1959 en el casco urbano de Los Llanos de Aridane.

Cargado de guirnaldas de bombillos de colores y paquetes, de supuestos regalos, enramaban una majestuosa araucaria de un porte de más de 25 metros en la céntrica calle Real aridanense.

Desde diferentes puntos del valle de Aridane se apreciaba el colorido destellante de la iluminación municipal en la noche mientras cientos de curiosos lo admiraban desde diferentes lugares. Esas mismas guirnaldas de bombillos de colores se utilizaban en los festejos de La Patrona para el enramar los centenarios laureles de la plaza.

Al atardecer del mes de diciembre la chiquillería aridanense, y no los tan pequeños, nos tirábamos a las calles a admirar la gran novelería de la araucaria iluminada y los espectaculares nacimientos familiares con entrañables figuritas de barro de doña Juana Pulido, Pedrito Acosta Martín, José María Pérez Pulido y Juanita Brito, José Díaz (serrucho), Gregorio-Florindo Camacho, María Nieves Pérez, Rafael Arroyo y Toña Díaz, Petronilo González y Carmen Brito, Genardo Hernández; hecho por su tía Magdalena, José Javier Castro, Tatata Barroso, y el de mi propia casa dirigido por José Carlos Brito Amaro y otros muchos más por Argual, La Laguna y Retamar.

Los comercios abiertos en estas fechas se apresuraban a vender las figuritas de barro en diferentes tamaños para dar profundidad al conjunto de la representación. Recuerdo a las lavanderas del río, el pescador, los pastores, el Ángel de la Anunciación, el cura con paraguas sobre un borrico, palomas, cabras y ovejas, conejos, patos, gallinas y gallos, los Reyes Magos y el siempre “odiado” rey Herodes. Las casitas de corcho de distintos tamaños, el molino, el puente y la figurada “nevada” con harina inundaba las figuradas montañas de papel.

Había que tener sumo cuidado con los patos de barro y retirarlos de la humedad del “lago”, con agua de verdad, ante el peligro que el líquido y los musgos los “derritiera” por completo. Los más pequeños soltamos algunas lágrimas al ver la desintegración de los patitos.

Por esos días las casas permanecían abiertas al vecindario que se acercaban a ver la representación del nacimiento del Niño Dios. Era el momento de compartir una copa de mistela o de anís el Mono y esperar a las rondallas de púas y cuerda de divinos que aceptaban la invitación de visitar los nacimientos recorriendo las calles.

En los años de la posguerra se incorporaron las rondallas de púa y cuerda a la Navidad aridanense. Con anterioridad las nueve llamadas Misas de Luz, al menos antes de 1908 según acta notarial de la alcaldía, se utilizaban los instrumentos ancestrales del folclore antiguo palmero según refiere el mencionado documento: “en este mismo templo se han llevado a cabo ensayos para misas de Luz, con panderetas, tambores y castañuelas y otros instrumentos por el estilo”.

El espacio de la sala o el comedor en esos días desaparecían y mesas, estantes y sillas se apiñaban debajo de los valles y montañas que configuraban la escenificación del nacimiento. Papel de almacén, envoltorio de las piñas de plátanos de exportación, pintado de marrón, y el fondo de la pared de color azul y esbeltas montañas con diminutas estrellas y luna recortadas que se iluminaban con una instalación eléctrica por la parte trasera era la base de la tramoya plástica efímera.

Meses antes se sembraba trigo en una caja de dulce de guayaba que formaría las huertas y se pescaban peces de colores en los estanques para ponerlos en la gran lavandera de zinc, a modo de gran charco, donde desembocaba el río. En las calles, por ese entonces empedradas, las primeras lluvias propiciaban que brotara musgo. Allí íbamos, con rivalidad vecinal, a recogerlo cuidadosamente con un cuchillo y una vieja caja de zapatos de cartón.

Todo preparado cada uno de los nacimientos familiares era visitado por el recordado e entusiasta sacerdote y párroco Don Santiago Hernández quien procedía a su bendición y en algunos años se convocaron concursos con premios.

En 1961 se pretende por parte de su propietaria el corte de la majestuosa araucaria y la respuesta política y social generó polémica. La respuesta municipal en un principio fue contundente y negativa al corte.

Por moción e iniciativa del alcalde Manuel Pérez Acosta (1919-2005) y contraria a su corte, decía: “En este término municipal existen, desgraciadamente ya en pequeñas cantidades, unas especies arbóreas de la familia de las coníferas denominadas araucarias, que por su esbeltez constituyen ejemplares dignos de la máxima protección. De las tres o cuatro aún existentes, sin duda alguna es la más digna de admiración la que se encuentra en un patio particular propiedad de Doña Julia Gonzalvo Capote. Tiene una altura de 25 o 30 metros, y la robustez de su tronco y regularidad de su forma la hacen, a juicio de esta Alcaldía, un ejemplar único en su especie. A ello añadido que puede considerársele como un símbolo de esta ciudad, pues debido a su situación se hace visible desde grandes distancias, siendo, desde hace muchos años, uno de los puntos más característicos de la silueta de nuestra ciudad.

Aparte de estas consideraciones, es necesario tener en cuenta el aspecto sentimental de la cuestión, pues se le ha venido utilizando en las fiestas Navideñas, no como sucedáneo del Árbol de Noel, sino como una expresión artística de carácter ornamental que pregone hasta los confines del municipio la alegría del nacimiento y nuestro deseo de paz entre todos los hombres. Todos recordaréis el entusiasmo de grandes y pequeños cuando las guirnaldas de colores cubren la araucaria en toda su altitud y pregonan a lo largo y ancho de nuestro municipio la Gloria de Belén“.

La iniciativa de Pérez Acosta, más tarde presidente del Cabildo Insular, continúa diciendo: “Esta Alcaldía estima que, conocida la aspiración de la propietaria de talar el árbol, este Ayuntamiento debe considerar la araucaria de referencia y el solar que está emplazada, como lugar Pintoresco, y solicitar de la superioridad la aprobación y correspondiente confirmación de esta calificación”.

La alcaldía abrió un periodo de negociaciones con la propietaria que fueron negativos. Se llegó incluso a ofrecer que el Ayuntamiento correría con los gastos por los daños que causara la esbelta araucaria y comenzaron los trámites para protegerlo declarándolo oficialmente Jardín de interés público.

Si en un primer momento fue aceptada por unanimidad la propuesta de Pérez Acosta lamentablemente el 23 de febrero de 1962 fue revocado ese primer acuerdo por cuatro votos a favor del corte y tres en contra. Los votantes contrarios al corte fueron Manuel Pérez Acosta (alcalde), y los de los concejales Juan-Cancio Barreto González y León Manuel Acosta Nazco. Hoy de esos tres “valientes héroes”, contrarios al corte, sobrevive León Manuel Acosta Nazco, más tarde alcalde aridanense.

Este hecho debió convulsionar el momento político local, cuando todos los acuerdos municipales en el franquismo se aprobaban por unanimidad de las corporaciones. Sin embargo la prensa insular denotaba una cierta apertura informativa apoyando la no-tala, recogiendo ampliamente el hecho por anónimas plumas.

El Diario de Avisos, el 29 de mayo de 1962, recoge: “ahora acaba de caer como víctima más de la incomprensión, el más bello ejemplar de araucaria que poseía aquella ciudad y tal vez la isla…”.

Continúan los artículos contrarios a la tala, por ninguno a favor. Con el título Pobre Araucaria, y con el seudónimo “E”, se publica el 30 de mayo, en el mismo periódico. Sospechamos que bajo el seudónimo se escondía el recordado escritor y poeta pasense Antonio Pino Pérez (1904-1970). A Pino le debemos el siguiente “canto lírico” también titulado: ¡Pobre Araucaria ¡.

 

Ayer la quise admirar

y ya en el aire no estaba.

Ella, que siempre al pasar

con verdes me saludaba.

Nunca supo de mudanzas,                                       

y a subir nos enseñaba.

Toda apurando esperanzas

el cielo nos señalaba.

Pobre Araucaria cortada

al nacer la primavera…

Vives en mi levantada,

¡ en mi corazón que espera! 

El 5 de junio vuelve la prensa a recordar el corte de este magnífico ejemplar titulado Reflexiones ante el 'réquiem' de la araucaria, donde el anónimo articulista manifiesta el grito lamentable: “¡Ojalá que esa araucaria añosa, sea la última víctima! El último y salvaje tributo al egoísmo ciego, yugulador de futuro!”.

Por las efemérides inéditas del que fuera agente judicial Anastasio León Capote (1905-1985) el corte de la araucaria de Julita Gonzalvo Capote tuvo lugar el 28 de abril de 1962, siendo plantada por Don José al mando de Don Rogelio en 1902, ambos antepasados maternos de Julita. León Capote también apunta que se iluminó por primera vez con bombillos de colores y grandes cajas, a la semejanza de regalos, en la Navidad de 1959.

Estas son las entrañables historias de la araucaria, “árbol de Noel”, y la de los nacimientos familiares de Los Llanos de Aridane. 

*María Victoria Hernández es cronista oficial de la ciudad de Los Llanos de Aridane (2002), miembro de la Academia Canaria de la Lengua (2009) y de la Real Academia Canaria de Bellas Artes San Miguel Arcángel (2009)

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