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La palabra de la mujer en el romanticismo

Señorita sentada en un banco, 1925.

Eva González

Las Palmas de Gran Canaria —

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Si no es tan común, como sería deseable, saber quién es Concepción Arenal, relevante escritora española del siglo XIX, destacada por su valor y su lucha a favor de la mujer y con su obra completa publicada, comprensible es que, al menos fuera del marco destinado al estudio y la investigación, no se oiga hablar de las escritoras que en esa época vivían en Canarias: María de Las Mercedes Letona de Corral (1803-1831), Leocricia Pestana Fierro (1853-1926), Ángela Mazzini (1809-1894), Dolores Millares Cubas (1852-1880), Fernanda Siliuto Briganty (1834-1859) o Victorina Bridoux y Mazzini (1835-1862).

Sólo esta última, hija de Ángela Mazzini, superó la prueba de la publicación en libro con su obra Lágrimas y flores (1863). Escritoras del siglo XIX poco relevantes para los canarios, ni que decir para el resto, pero de las que -según el filólogo-, cabe destacar su obra. En la mayoría de los casos solo alumbraron publicaciones sueltas y en medios dispersos, normalmente fuera del mundo intelectual al que la mujer tenía difícil acceso. Este reconocimiento que está aún por llegar, al que Eugenio Padorno ha rendido notables esfuerzos a lo largo de su carrera con distintas publicaciones, por ejemplo: Ángela Mazzini. Poesía y Otros textos (Anroart Ediciones, 2010), es oportuno, no sólo por la calidad literaria, sino porque el conocimiento de sus circunstancias y contexto social e ideológico canario, ayuda a entender y esclarecer nuestro momento actual, así como cuáles son los cambios que se están produciendo.

Eugenio Padorno, filólogo y escritor, ofreció el mes pasado una conferencia monográfica en la Fundación de Arte y Pensamiento Martín Chirino en Las Palmas de Gran Canaria bajo el título Poetas canarias en el siglo XIX. Durante la charla destacó a las cinco escritoras en las que se apoyó para señalar la presencia, poco conocida, de la mujer en la literatura durante el romanticismo canario.

Derechos de la Mujer

También la tempestad ruge escondida

en el humano pecho;

que agosta en flor nuestra doliente vida

para lucha tan cruel lugar estrecho.

(Ángela Mazzini).

La estrofa pertenece al poema Derechos de la Mujer de Ángela Mazzini. Autora a la que también se refirió Padorno en un breve ensayo, de carácter divulgativo, La Parte por el todo (Boca de riego, 2002). Se señala en este librito que Mazzini fue una de las poetas más prolíficas de Canarias; más de medio centenar de poemas se han encontrado hasta ahora repartidos por casi todas las publicaciones periódicas de la segunda mitad del siglo XIX en las islas y en alguna revista madrileña, como es el caso de La moda elegante. Estos datos, -defiende Padorno-, vistos en consonancia con otros textos suyos más ingeniosos y menos convencionales y sobre todo, algunas de sus prosas no artísticas que responden a la corriente cientificista entonces en boga, conducen a pensar que asistimos a la difícil profesionalización de la mujer escritora.

La entrevista mantenida con Padorno días después de su charla dio pie a ampliar algo más el contexto y, en el mismo momento histórico pero ampliando el espacio geográfico nombró a la escritora Concepción Arenal (1820-1893), a quien se ha catalogado como “ideal de una justicia humanitaria”. Yendo más lejos, trajo a colación el personaje de Nora Helmer, protagonista en la obra dramática Casa de muñecas (1879), de Henrik Ibsen. Con ellas, se refirió, por un lado a un ejemplo de rebeldía y evolución y, por el otro a un comportamiento femenino condicionado por las circunstancias a lo largo de la historia.

Para hacernos una idea, -dice Padorno-, “la existencia de las poetas canarias a las que me referí en la charla es significativa pero no representan el comportamiento rebelde y de ruptura que sí logró una mujer como Concepción Arenal”. Fue una de las pioneras en el feminismo español, destacó por sus ideas revolucionarias, aunque no alcanzó a detectar la importancia y defender el derecho al voto femenino; de eso se encargaría algo más tarde Clara Campoamor.

Pero hasta que llegó el logro del voto femenino en España, hubo precedentes en muchos rincones del territorio y el malestar de la mujer difuminaba, pasando desapercibido en medio de una sociedad, en general, sumisa y aislada de los avances y libertades. Las iniciativas y expresiones sociales y artísticas existentes resultaban peligrosas y extravagantes. En Canarias, donde no penetraron los ideales del romanticismo ni con la misma fuerza, ni al mismo tiempo, puesto que el ambiente era aún más opresivo si cabe, no hubo margen para que la mujer destacara. Bastaría un breve repaso de las palabras escritas por las citadas poetas para comprobar la manifestación de un inconformismo latente, señal de una realidad subyacente.

Frente a la poesía más serena y contenida de Ángela Mazzini, observamos el romanticismo más vehemente en Fernanda Siliuto. Aunque estas escritoras no permanecían fijas en cuanto al contenido emocional y se movían por distintos registros, como ya dijimos de Ángela Mazzini, recordando además, que la influencia de las nuevas ideas en Canarias fue tardía, sí compartieron aquella otra característica romántica que ponía la atención sobre el oprimido, el marginado, el pobre, el de raza distinta, llevándonos de nuevo a Concepción Arenal y sus aportaciones con respecto a la condición de los presos y a la beneficencia o mal entendida caridad. Así lo expresó Fernanda Siliuto en 1859 desde Canarias.

Poema al oprimido, al abandonado, al esclavo

No son libres las aves… ¿por qué el negro

no ha de serlo también…? Ley inhumana

que no respeta la cabeza anciana

ni la de aquel que empieza sin vivir;

(...)Cuando los que jamás esclavos fueronhoy como nunca sufren abatidos,cuantos viven ¡oh Hermandad Del Gran Poder De Dios! envilecidossirviéndoles de escudo su maldad.

(Fernanda Siliuto).

El carácter de transición de las autoras canarias, les lleva a expresiones románticas pero limitadas, aún muy sujetas al ambiente, -como afirma Padorno-, no tiene comparación con la postura rebelde que observamos en Arenal, capaz de influir y provocar verdaderos cambios.

Puede venir bien recordar por ejemplo una cita de La mujer del Porvenir (1869), en torno a la manipulación de la mujer y su carácter abnegado (que se sacrifica o renuncia a sus deseos o intereses, generalmente por motivos religiosos o por altruismo). “Las grandes cuestiones se resuelven hoy a grandes alturas intelectuales, y es necesario que la mujer pueda elevarse hasta allí para que no preponderen el egoísmo, la dureza y la frialdad; para que no se llame razón al cálculo, y cálculo a la torpe aplicación de la aritmética”

Resulta difícil creer que, bajo el paraguas opaco y denso que cubría a España, pesado como el osmio, ella alcanzara a cuestionar, ni más ni menos, la concepción de la mujer impuesta por el Cristianismo. Concepción Arenal desafió y despreció las opiniones defendidas y promulgó la necesidad de transformar a la mujer objeto, tal y como la hubo situado la sociedad imperante, en ser humano fuerte y capaz, tal como es por naturaleza. De su mano y voz salieron otras tantas sentencias como esta, “Los caballeros de la edad media amparaban a las mujeres con su brazo; los de la nuestra deben ampararlas con su inteligencia: las lanzas de hoy han de romperse contra los errores y las preocupaciones que las oprimen”.

Incómodo debió resultar esta actitud en una España como la de entonces. Imagínense unos ojos hechos a la oscuridad cuando les da el rayo de luz; pocos lo soportan sin queja, sin reacción. Lo cierto es que se han dado pasos y la conjunción de tanto esfuerzo se refleja hoy en nuestra sociedad. Como ejemplos recientes tenemos en España la multitudinaria manifestación del 8 de marzo – sin precedentes – y en Argentina la manifestación a favor del aborto legal y su posterior aprobación, demostración de las fuerzas unidas y la lucha viva, en pie, al frente y siendo escuchada.

Mirando hacia atrás, ni Simone de Beauvoir en Francia (XX), ni Concepción Arenal en España (XIX), ni otras tantas que se podría nombrar han sido las únicas. Si bien es cierto que la mayoría debido a las circunstancias son mujeres olvidadas. Gracias a que algunas pudieron ser más visibles y combativas, se intenta hoy rescatar tanto documento cuya invisibilidad pone de manifiesto que una injusticia nos amenaza desde el origen de la historia, cuando Eva fue declarada culpable de la expulsión del paraíso.

Volviendo al siglo XIX, de la mano de Eugenio Padorno, vemos que en España, Concepción Arenal empezaba a despejar la pista. Estos ideales empezarían a volar a cierta altura y se encontrarían más tarde, ya en ausencia por necesidad de subsistir de sus precursoras, corrientes ideológicas de la misma naturaleza. Clara Campoamor en España o Simone de Beauvoir en Francia, ambas ya pertenecientes al siglo XX. Seguramente por afinidad, además de por necesidad de subsistir, fue Clara Campoamor autora de una biografía de Concepción Arenal.

Unas cuantas mujeres como las mencionadas, muchas otras que aquí no se nombran y otras fuerzas sociales, influyeron en crear el ambiente propicio al sufragio femenino. La primera vez que se reconoció el voto fue en la Constitución de 1931 de la Segunda República española, gracias a una titánica labor de Clara Campoamor, diputada por ese entonces.

Antes de estos logros, en Canarias había mujeres que alzaban la voz y ponían su talento al servicio de un cambio, de una mejora social, de la libertad deseada. La cerrazón y el aislamiento propio de la sociedad canaria, según Eugenio Padorno, ha sido verdaderamente condicionante.

Nuestro espacio isleño del siglo XIX, ocupado entonces en luchas internas y otros menesteres, no era capaz de abrir el hueco a pensadoras y escritoras que, aunque con un alto potencial, no alcanzaban a rasgar el paraguas que nos cubría. Pero siempre hemos estado más abajo, hemos sido menos, según el marco acordado, tanto las mujeres como el archipiélago, ¿será esto también cuestión de género? ¡Qué difícil es tocarle el sexo a la historia, meterle mano!

Las mujeres nunca tuvieron la misma oportunidad que los hombres para transgredir

Las mujeres nunca tuvieron la misma oportunidad que los hombres para transgredirA pesar de los inconvenientes y del clima dominante -asegura Eugenio Padorno-, “vemos rasgos de rebeldía como por ejemplo en Leocricia Pestana Fierro (1853-1926) pero a la vez,-se pregunta el filólogo- ¿es una rebeldía verdaderamente literaria?” Lo pone en duda a pesar de ser amante de la “libertad Volteriana”, como de ella dijo Sebastián Padrón Acosta, el primero que se dedicó a leer y a estudiar a todas ellas. “Tanto en ella como en Mercedes Letona de Corral se percibe una rebeldía ante la sociedad, pero son mujeres tan en el tránsito de la transformación, que no se llegan a plantear una salida clara del sistema, más bien, una ambigüedad. Es el caso de Ángela Mazzini, por ejemplo, una mujer profundamente católica y que, al mismo tiempo empieza a sentirse republicana y hace compatible esos dos criterios o ideologías. No destacaría a ninguna de ellas como una figura rebelde”, -concluye Padorno-, exceptuando y dejando a un lado a Leocricia Pestana y explica por qué: “Si no se asemeja a la personalidad de Concepción Arenal, capaz de negar aspectos defendidos por la sociedad del momento en favor de la mujer, si afrontó el propio contexto situacional en el que vivía en la isla de La Palma, lugar en el que se siente marginada por sus propias ideas. Vivió recluida en la Hacienda de La Quinta Verde, propiedad de su hermano que heredaría a la muerte de éste”.

La poesía romántica escrita en Canarias por mujeres según Padorno, ha sido insuficientemente estudiada, se reafirma en lo escrito en El todo por la parte (2002), librito de ensayos en el que dedica un apartado a las poetas románticas canarias y donde afirma que “se ha dado por sentado -sin justificación alguna- que los logros de la estética romántica en Canarias había que buscarlos exclusivamente entre los poetas masculinos”. Añade además que “la producción de mano masculina se vio favorecida a la hora de publicar y que la de mano femenina se sumió en la dispersión editorial de revistas y periódicos más absoluta.”

A la pregunta de si se podría haber hecho algo para abrir los ojos a otra realidad, trabajar en favor de una apertura y tener en cuenta otras posibilidades, Padorno se remite al sistema estructural de pensamiento del siglo XIX y nos recuerda la Constitución de 1812, cuyo Título I, Art. 12 dice así: “La religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas y prohíbe el ejercicio de cualquiera otra”.

Eugenio Padorno entiende que en la conformación de nación se van superponiendo estructuras que no se alteran, sino que se reafirman en sí mismas sin admitir los cambios y resultan a la larga opresivas. “Si habláramos de estados de apertura convincentes, de un estado natural más o menos homogéneo podrían darse otros modelos, pero, fíjate por ejemplo; En la segunda mitad del siglo XIX existía en la sociedad canaria un 76% de analfabetismo, ¿cómo se puede esperar obrar con raciocinio?”, se pregunta Padorno en voz alta. Concluye que el sistema estructural de pensamiento dependerá en gran medida de la formación cultural del país.

Admite que una persona puede ser poeta sin tener un bagaje académico dilatado, puesto que la poesía responde al mundo de los sentimientos, y cualquiera puede hacer canciones, pero siempre que vaya acompañado de un pensamiento. “La poesía para mí es un impulso de un sentimiento y de un pensamiento estético, y le añado la palabra moral, ético. Es lo que yo considero que debe ser un poeta. Y no me refiero a un didactismo pero si, alguien capaz de reconducir a una mente en estado difuso. Todos pasamos por una etapa de superación y cada cuál según sus circunstancias y sus fuerzas alcanza determinados niveles, que antes a lo mejor, ni creía”.

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