En el antiguo Estadio Insular de Gran Canaria hay plantado un olivo y es un hecho que pasa absolutamente desapercibido, pero que agarra sus raíces en la actualidad más descarnada. Se plantó en el año 2016 por el entonces alcalde de la capital, Augusto Hidalgo, junto a los embajadores y representantes diplomáticos de 13 países y entidades árabes, como símbolo de la paz y la confraternización entre los diferentes pueblos del mundo.
Paradójicamente, ese olivo y todo lo que simboliza, estuvo en riesgo de ser talado para que se pudiera celebrar el Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria durante el próximo mes de febrero, pero tras las denuncias de diferentes organizaciones como Ben Magec o Los Vigilantes de los árboles, se pudo detener la tala irreversible de una fuente de oxígeno para la ciudad, por un acto temporal y tan acotado en el tiempo como la celebración del carnaval, que ha vuelto a Santa Catalina como otrora.
Los olivos son árboles cargados de identidad, la joya de la corona para la dieta mediterránea, el horizonte de cientos de paisajes que no nos son ajenos y una esperanza de vida milenaria que se hunde fuerte en la tierra.
Es es símbolo del deseo de Paz, por eso la porta la paloma blanca en su pico y, al mismo tiempo, se ha conformado como testigo de la resistenciadel pueblo palestino. “Las raíces del olivo se aferran a la tierra resistiendo a la sequía y a los contratiempos, llegando a vivir durante miles de años. El más antiguo, convertido en patrimonio cultural, se encuentra en un pequeño pueblo cerca de Belén”, cuenta a esta redacción Rosa Halaby, presidenta de la Asociación Mujeres por la Paz y Acción Solidaria con Palestina.
“Los olivares de las tierras palestinas se han visto sometidos al mismo asedio que sus habitantes. Los colonos sionistas, después de instalar sus urbanizaciones ilegales en el interior de Palestina, declarando también los alrededores como zona prohibida para la población local, promueve la destrucción de los campos de olivos con talas indiscriminadas e incendios frecuentes”, describe.
Tal es la fuerza de su simbolismo, que la población campesina de Palestina que logra mantener sus olivares pone en riesgo su vida cada temporada al llegar el momento de recoger la cosecha. “El peligro es tan real que debe recurrirse a la presencia de activistas internacionales que acompañen en las tareas de recolección. Los colonos sionistas están armados, pero en presencia de testigos con pinta foránea, suelen disparar menos”. Por eso los restos de los olivos talados “sin misericordia” durante los asaltos se recogen con dolor.
Para Halaby, que el Consistorio haya rectificado y mantenga en el antiguo insular el olivo a pesar de los impactos, es una buena noticia en tiempos en los que solo llegan malas noticias. “Nos alegra saber que podemos conseguir respeto cuando nos unimos. Mantenemos la esperanza de que se convierta en símbolo de una Paz no sólo deseada, sino alcanzada”.
Será por aquella frase atribuida a Martin Luther King, cuando afirmó que si supiera que el mundo se acaba mañana “hoy todavía plantaría un árbol”, que talar un árbol no es solo talar un árbol, sino traicionar a varias generaciones.