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El sobrecogedor relato de Jacobo, biólogo marino que participó en la eutanasia de la ballena herida en el sur de Tenerife: “Lo siento muchísimo”

Tenerife Ahora

Santa Cruz de Tenerife —

La imagen de una ballena agonizando en aguas de Tenerife copó los medios de comunicación de las islas hace solo unos días. Se trataba de un joven ejemplar de calderón que estaba malherido, con su aleta caudal casi seccionada tras, probablemente, una colisión con una embarcación en el sur de la isla.

Veterinarios del Cabildo de Tenerife que realizan sus funciones en el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre La Tahonilla se vieron obligados ese día, el domingo 24 de marzo, a sacrificar al ejemplar, de unos dos metros de longitud, debido a la lesión mortal que presentaba.

La presencia de personal de La Tahonilla en la zona donde se hallaba la ballena herida fue posible gracias a la colaboración de las asociaciones Tonina y ACEST, que avisaron y apoyaron para dar la asistencia apropiada al animal.

Días después del incidente, una de las personas que presenciaron los últimos minutos de vida del mamífero aquel día quiso manifestar por escrito el profundo impacto que el suceso le produjo. Se trata de Jacobo Marrero Pérez, doctor en Biología Marina por la ULL y miembro de la asociación Tonina.

Bajo el título Carta a un calderón llamado Hope, Jacobo, tras referirse a las aguas próximas al sur de Tenerife como un “auténtico santuario” para cetáceos, reflexiona acerca de la difícil coexistencia de este paraje y sus habitantes con el desarrollo turístico de la isla. “Desgraciadamente, la presión náutica a la que están sometidos estos animales en nuestra zona turística por excelencia es desmedida y la situación está totalmente fuera de control”, afirma al tiempo que considera “inadmisible, intolerable, insostenible” que se siga como hasta ahora.

Una ballena “llorando”

Jacobo cuenta que aquel día recibió un mensaje desde una de las empresas de avistamiento de cetáceos, White Tenerife, diciéndole que había una ballena herida que parecía que “estaba llorando”. Acude entonces al lugar indicado, junto con el fotógrafo Francis Pérez, “con permiso administrativo para nadar con cetáceos”.

El biólogo marino narra entonces qué ocurrió cuando encontraron al agonizante animal. “Estabas sola, pero tu familia no te había abandonado”, explica, “estaban allí y tus llamadas los hacían acudir”.

Jacobo explica que cuando vieron las fotos que Francis acababa de sacar se les “rompió el corazón” y que, aún hoy, no sabe con certeza si la herida la produjo una embarcación u otro animal. “Pero me dio igual entonces y me sigue dando ahora, mi única preocupación eras tú”, añade.

En el espeluznante vídeo grabado por Francis Pérez se puede ver a Hope, nombre con el que Jacobo bautizó al animal, nadando a duras penas con su aleta caudal prácticamente desprendida del cuerpo. Rodeada de otros miembros de su grupo, la ballena intenta nadar, pero es incapaz de propulsarse.

“Me tenías como un niño chico sin saber bien qué hacer”, cuenta Jacobo, impotente ante la escena. Llegó el momento, tras valorar la herida, de tomar una decisión. El veterinario del centro de La Tahonilla recomendó practicar una eutanasia al animal. Pero para ello había que capturarlo, algo nada fácil. Jacobo, además, añade que no tenían “ni la experiencia ni los medios para poder hacerlo”.

Cuando al fin lo lograron inyectaron varias dosis a la maltrecha ballena, pero cuando parecía que ya se había rendido, la llamada de su grupo familiar pareció espabilarla. “Tuvimos que subirte a uno de los barcos para que dejaras de oír a tu familia y te calmaras”, recuerda emocionado. Entonces, ya sí, la ballena murió. “Tu cabeza acabó junto a mis pies. Ahí fue cuando me rompí y no pude aguantar más. Empecé a llorar”, confiesa.

“Vete ya”

“Qué pequeño, qué inútil, qué triste me sentí en aquel momento”, narra Jacobo. “Por favor, vete, vete ya, lo siento muchísimo” era lo único que podía pensar este experimentado científico en los últimos instantes de la ballena aún con vida. Como él mismo explica, “ni publicaciones científicas, ni informes técnicos” le habían servido para poder salvar al animal. “Sigo roto por lo que te pasó”, confiesa.

La emocionante y triste experiencia descrita por este doctor en biología marina pone de manifiesto con la mayor crudeza una de las consecuencias de la situación que se vive actualmente en el sur de la isla, con decenas de embarcaciones dedicadas al avistamiento de cetáceos y otros animales, como tortugas, en la costa más turística de la isla.

Así, en lo que va de año se ha superado ya la media anual de varamiento de ballenas en la isla. El último caso, este mismo fin de semana, cuando un cachalote de 8 metros apareció muerto en la costa de El Médano, al parecer, también tras un accidente con una embarcación.

Por su parte, el Cabildo de Tenerife ha enviado una carta a Ana Oñoro, directora general de Sostenibilidad de la Costa y del Mar, dependiente del Ministerio de Transición Ecológica, en la que se expone la importancia del sector de la observación de cetáceos para la isla y pide el cese en la concesión de licencias a embarcaciones que desarrollan esa actividad en aguas exteriores de Tenerife hasta que se finalice el estudio sobre la capacidad de carga en la Zona de Especial Conservación Teno-Rasca.

Además, administraciones e investigadores ya han alertado del enorme peligro al que están expuestos los cetáceos del sur de Tenerife, dada la gran cantidad de embarcaciones en la zona.

El triste caso de Hope, con su aleta rota y su desenlace fatal, tal vez sirva para que “se haga algo de una vez por todas en el SW [suroeste] de Tenerife. Y no cualquier cosa para salir del paso. No, de eso nada. Tienen que ser medidas efectivas y que sirvan de verdad para protegeros”, concluye Jacobo su carta.