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La cultura de la inmediatez. Repercusiones en los procesos de socialización

Ana Belén Sánchez Calzón

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A la hora de aproximarnos al análisis de la, cada vez más extendida, cultura de la inmediatez, hemos de tomar como punto de partida el papel omnipresente de los medios de comunicación contemporáneos, aquellos que dan forma a nuestras percepciones del tiempo, la atención y las interacciones sociales. Esta sociedad de la inmediatez en la que vivimos sumergidos es un concepto que describe la tendencia hacia la gratificación instantánea, y la rápida disponibilidad de información, contacto, entretenimiento y servicios en diversos planos sociales. El término se refiere a una cultura en la que la tecnología y la conectividad digital aceleran sin remisión los ritmos de vida, generando expectativas de respuesta y acceso casi inmediato a todo tipo de necesidades y deseos.

El sociólogo polaco Zygmunt Bauman dedicó años de su trabajo a profundizar en el conocimiento de la “modernidad líquida” y la cultura del consumismo, analizando cómo la tecnología y los medios de comunicación transforman nuestras relaciones sociales y la percepción del tiempo. Su concepto de “modernidad líquida” se refiere a la condición fluida y cambiante de la sociedad actual, donde las estructuras sociales, las relaciones humanas, se vuelven cada vez más frágiles, efímeras y flexibles. 

Para Bauman, la gratificación instantánea y la rápida transmisión de información cambiaron cualitativamente la forma en que nos relacionamos con los demás, y la forma en que experimentamos el tiempo. 

¿Qué podemos esperar entonces de esta cultura de la inmediatez? La forma en que vivimos la cotidianeidad, nuestras expectativas y demandas sociales se ven condicionadas por la necesidad constante de obtener respuestas de manera instantánea. Otra figura destacada en Sociología y Psicología social, la estadounidense Sherry Turkle, se ha dedicado a estudiar cómo la tecnología, las redes sociales y la Inteligencia Artificial cambian nuestra manera de relacionarnos y de experimentar el tiempo. Siguiendo las investigaciones de Turkle, no podemos obviar el hecho de que los usos tecnológicos afectan significativamente a nuestras interacciones sociales; si bien las tecnologías posibilitan una conectividad constante, también pueden contribuir a una desconexión emocional, y a una falta de atención plena en las relaciones cara a cara. Sus investigaciones han revelado cómo el uso excesivo de dispositivos electrónicos puede tener implicaciones negativas para el desarrollo de la empatía, o en la capacidad para la comunicación interpersonal significativa.

La forma en que vivimos la cotidianeidad, nuestras expectativas y demandas sociales se ven condicionadas por la necesidad constante de obtener respuestas de manera instantánea

Desde aquí, ¿qué podemos hacer en el abordaje de esta problemática? Partimos del hecho de que los procesos de socialización están condicionados por esa búsqueda de respuestas rápidas a las múltiples demandas. La percepción de la espera se ha perdido en una cultura de la inmediatez que merma la capacidad de disfrutar del momento presente, “detenerse”, “parar”, y “desconectar”. ¿Es posible aprovechar esta inmediatez desde un punto de vista positivo en los procesos de socialización? Podemos pensar que es una situación que aporta comodidad y eficiencia, pero también plantea desafíos y preocupaciones serias en el desarrollo personal, cognitivo y social. Como ejemplos, en los últimos años el aumento exponencial del estrés y la ansiedad, en todos los grupos de edad que viven su cotidianeidad en torno al mundo online, así como a la disminución de su capacidad de atención, concentración y paciencia. En efecto, desde hace años, sigue disminuyendo la capacidad de atención plena, y sigue en aumento la capacidad de atención dispersa. Por no hablar de la cultura de gratificación instantánea, en la que las personas nos acostumbramos a buscar soluciones rápidas a distintos problemas complejos, o huir de actividades que requieran dedicación, tiempo y esfuerzo.

¿Cómo podemos educar y convivir en una sociedad con formato de consumo rápido? 

De igual forma que demandamos una gran cantidad de necesidades nuevas y variadas, nos acostumbramos a establecer relaciones sociales que nos ofrezcan feedback y gratificación inmediatos. Deseamos explorar mucho en muy poco tiempo, conocer mucho en muy poco tiempo, es decir, conseguir resultados rápidos. Lo esperamos tanto de las acciones que llevamos a cabo, como de las personas con las que interactuamos, y esto no hace sino generar impaciencia, distracción, ansiedad, desconexión emocional, y un inconformismo permanente, que se traducen en una atención, comprensión y aprendizajes superficiales y limitados.

Como sociólogos, es necesario que sepamos abordar de manera eficiente todos estos desafíos, en la búsqueda de un equilibrio saludable entre la conveniencia de la tecnología y la calidad de las interacciones humanas. En la era digital, la tecnología desempeña un papel fundamental en nuestras vidas, facilitando muchas tareas y mejorando la eficiencia en varios aspectos. Sin embargo, también es importante no perder de vista que el uso problemático de la tecnología tiene repercusiones negativas en nuestras interacciones sociales, y en nuestra salud, lo cual implica utilizar la tecnología de manera controlada, crítica, consciente y reflexiva. 

Si mi cerebro no es un ordenador, ¿por qué me empeño en convertirlo en uno?

A menudo, la analogía entre el cerebro humano y el ordenador es empleada para simplificar y comprender los procesos mentales, y la forma en que entendemos el procesamiento de la información. Sin embargo, es necesario reconocer que el cerebro humano es significativamente diferente de un ordenador. Es un órgano biológico extremadamente complejo que funciona de manera muy diferente a un ordenador. Está claro que no podemos pretender funcionar como máquinas diseñadas para procesar y almacenar gran cantidad de datos de manera automática, y realizar una amplia variedad de tareas en un intervalo de tiempo breve. En los últimos tiempos, aumenta preocupantemente el número de alumnos universitarios (de edades comprendidas entre los 18 y 25 años), de diferentes disciplinas científicas, que me reconocen no ser capaces de acudir a una sala de cine, porque no pueden literalmente “pasar 2 horas de su tiempo ocupados únicamente en el visionado de una película”.

Son muchos los que reconocen hacer uso del teléfono móvil al mismo tiempo que ven una película, bien sea en el cine, o en su casa. Reconocen tener problemas para mantener la atención plena en el aula, sin estar pendientes de notificaciones o conversaciones en sus dispositivos. Lo denominan “una distracción natural”, producto de su forma de vivir la cotidianeidad por medio de la hiper conexión. Han crecido tan acostumbrados a la sobre exposición a pantallas, a estímulos, a información, que reconocen no sentirse capaces de centrar su atención en una única tarea, aguardar con paciencia la finalización de una actividad para pasar a la siguiente. Buscan la gratificación inmediata, la consecución inmediata de resultados.

Se nos plantea un reto muy complejo, donde debemos encontrar la manera de saber utilizar las tecnologías como la herramienta poderosa que es, convirtiéndola en una aliada, en lugar de demonizarla, y aprovechar las ventajas que ofrece para una socialización adecuada y efectiva, sin perder de vista que esa utilización ha de ser equilibrada y consciente.

Afrontar la cultura de la inmediatez, en términos de socialización, es un desafío enorme, y es aquí donde los profesionales de la sociología hemos de realizar el máximo esfuerzo, y encontrar estrategias y herramientas que nos permitan trabajar con los más jóvenes en diferentes aspectos fundamentales de su desarrollo, como por ejemplo, el fomento de la espera y la paciencia, la promoción de la reflexión crítica, la planificación y/o la obtención de resultados a largo plazo, o la promoción del disfrute del proceso mismo de aprendizaje y crecimiento. Son desafíos que requieren un esfuerzo conjunto y constante de la sociedad, y de todos los agentes implicados en la educación.

A la hora de aproximarnos al análisis de la, cada vez más extendida, cultura de la inmediatez, hemos de tomar como punto de partida el papel omnipresente de los medios de comunicación contemporáneos, aquellos que dan forma a nuestras percepciones del tiempo, la atención y las interacciones sociales. Esta sociedad de la inmediatez en la que vivimos sumergidos es un concepto que describe la tendencia hacia la gratificación instantánea, y la rápida disponibilidad de información, contacto, entretenimiento y servicios en diversos planos sociales. El término se refiere a una cultura en la que la tecnología y la conectividad digital aceleran sin remisión los ritmos de vida, generando expectativas de respuesta y acceso casi inmediato a todo tipo de necesidades y deseos.

El sociólogo polaco Zygmunt Bauman dedicó años de su trabajo a profundizar en el conocimiento de la “modernidad líquida” y la cultura del consumismo, analizando cómo la tecnología y los medios de comunicación transforman nuestras relaciones sociales y la percepción del tiempo. Su concepto de “modernidad líquida” se refiere a la condición fluida y cambiante de la sociedad actual, donde las estructuras sociales, las relaciones humanas, se vuelven cada vez más frágiles, efímeras y flexibles.