¿Un curso escolar sin optativas y menos educación física? La epidemia altera currículos, proyectos y asignaturas
Mucho se ha hablado en las últimas semanas de cómo la epidemia va a condicionar la organización de los alumnos en el aula, con grupos estancos, algunas –pocas– reducciones de ratios, distancia entre ellos y uso de mascarillas. Pero los protocolos sanitarios han obligado a los centros educativos a acometer más cambios, la mayoría de ellos alejados del foco político o mediático, pero muy presentes en los claustros de profesores. Se trata de modificaciones que afectan a cuestiones más intangibles como el contenido de los temarios, las metodologías que se pueden ahora emplear y al papel de los docentes.
¿Hay que recuperar parte del currículo no impartido el curso pasado? ¿Se debe simplificar el temario por si los rebrotes traen más clases virtuales? ¿Pueden los centros más innovadores seguir haciendo proyectos que implican fusionar asignaturas y cursos? ¿Qué pasa con las excursiones habituales? ¿Y con las asignaturas optativas en la ESO o las aulas de refuerzo, donde suelen mezclarse alumnos de distintos grupos que ahora serán burbujas?
Estas son algunas de las cuestiones que escapan al debate público pero que traen de cabeza a los profesores desde este 1 de septiembre, cuando miles de ellos han vuelto a su puesto de trabajo. Algunos equipos directivos han invertido parte de sus vacaciones en ello, sabedores de que la autonomía escolar dejaba en sus manos estas decisiones, según recuerdan a menudo los consejeros de Educación de las distintas comunidades autónomas.
Así pues, más allá del acondicionamiento sanitario del centro, y del siempre problemático encaje de bolillos que supone la asignación de horarios, muchos centros adaptan estos días todo lo que envuelve sus programas pedagógicos. Y en algunos casos se le añade otro nivel de complejidad: debido a la falta de profesores para reducir ratios, los hay que han usado a docentes especialistas (los de Educación Física, de Música, de Inglés o de Arte) para asumir tutorías de nuevos grupos. Con lo que las horas impartidas de esa materia decaen o las pasa a asumir cada tutor.
No ha ayudado nada a los equipos directivos que, tras elaborar cada comunidad autónoma su protocolo de vuelta a la escuela en julio, lo hayan endurecido a pocos días de la vuelta al colegio debido a los rebrotes. “Las medidas sanitarias están claras desde hace tiempo, y son incuestionables, pero las educativas están en el alero y vamos tarde. El ejemplo es que muchas escuelas, como las de Madrid, no saben a día de hoy cuántos alumnos por clase tendrán”, resume Paco Garcia, secretario general de Educación de CCOO.
A por un currículo más básico
Uno de los objetivos de esta semana en el Instituto Escuela Intermunicipal del Penedès, en Sant Sadurní d’Anoia (Barcelona), es seleccionar de cada asignatura cuáles son las competencias que los docentes consideran esenciales. “Son las que realmente necesitas para seguir progresando, las que si no adquieres, te dejan cojo”, resume Teresa Terradas, Coordinadora Pedagógica del centro educativo y profesora de Geografía e Historia.
Terrades pone como ejemplo su asignatura: “Trataremos de poner énfasis en entender cuestiones como los ejes cronológicos o la comprensión lectora de textos históricos, más que en dar de forma exhaustiva contenidos sobre épocas concretas”. Han tomado esta decisión conscientes de que hay que reforzar conceptos que los alumnos no pudieron aprender el curso pasado. También para que un posible confinamiento les coja con el temario adaptado.
Al cerrar los colegios en marzo, las directrices de las autoridades educativas fueron que no se avanzasen contenidos porque no se podía garantizar que el 100% del alumnado lo seguiría. Al final de curso, todos hicieron un informe alumno por alumno sobre su progreso. “Esto nos ha de servir para elaborar la programación del curso, junto con una buena evaluación inicial”, resume Vicent Mañes, presidente de la asociación de directores de colegios públicos Fedeip y responsable del centro de Catarroja (Valencia).
Según Mañes, los centros pueden optar por dos vías en cuanto al currículo. “O empiezan trabajando contenidos que se dejaron atrás para iniciar los nuevos en octubre, o lo incrustan en sus unidades didácticas durante todo el año. Esto será lo más común en los colegios de Primaria”, opina, “porque a esas edades, más importantes que los contenidos, son los procedimientos”.
De forma parecida se expresa César Coll, catedrático de Psicología y Educación de la Universitat de Barcelona (UB) y autor de varios trabajos sobre el currículo escolar. Este académico no cree que se pueda hablar de que el alumnado español ha perdido un trimestre, pero sí alerta de que aquellos escolares de entornos más vulnerables, con menor capacidad para seguir las propuestas de sus profesores, pueden haber retrocedido respecto a los demás.
“El currículo tiene muchos contenidos, todos ellos interesantes e importantes, pero algunos no es que sean deseables, es que son imprescindibles”, expone Coll. Son estos conceptos los que deberían “presidir”, apunta, la adaptación de los temarios. Aquí menciona aspectos instrumentales básicos, como la lectoescritura o algunos conceptos matemáticos sin los cuales no se puede avanzar, pero también cita hábitos de trabajo, capacidad de cooperación, uso de nuevas tecnologías o el bienestar emocional.
Trabajo en equipo y proyectos, adaptados
A Guadalupe Jover, profesora de Literatura en el IES María Guerrero, de Collado Villalba (Madrid), no le preocupa si hay menos tiempo para dar temario, porque siempre lo ha adaptado al contexto de sus escolares. “Me parece irrelevante en comparación con la falta de acompañamiento educativo que han sufrido algunos alumnos, y con la desconexión con el instituto que esto ha conllevado”, opina.
Lo que sí la ha mantenido ocupada en los meses de verano, y todavía no ha logrado resolver del todo, es encajar su metodología docente en los protocolos. “Mis clases se sostienen sobre la conversación entre alumnos en grupos pequeños, del trabajo en equipo, de sentarme yo al lado de cada crío para hacer un texto con él… ¿Cómo se hace todo esto a metro y medio de distancia?”, se pregunta esta profesora. En marzo dejaron a medias con los de Bachillerato un trabajo sobre las obras literarias y el poder (con lecturas de Rebelión en la granja, Pedro y el capitán, Antígona…) que partía de foros de debate que hoy no sabe cómo organizará.
Y pone más ejemplos. Con los de ESO elabora cada año un periódico, una tarea que conlleva reuniones en grupo, discusiones de un lado al otro del aula, contacto físico incluso… “Es una clase en movimiento”, reivindica. A lo que se pregunta qué sentido tiene para una docencia de este tipo las cámaras que ha prometido la Comunidad de Madrid por si hay que retransmitir clases telemáticas. “No lo tiene. Está más cerca de cómo se concebía la educación en época de Fray Luis de León”, sentencia.
En un momento en que muchos colegios, pedagógicamente innovadores, defendían que las asignaturas no debían ser compartimentos cerrados, sino que debían mezclarse conocimientos, la epidemia obliga a impartir clase de nuevo en aulas burbuja. Pero nadie está dispuesto a renunciar a su proyecto educativo. “La mayoría los están repensando, y estoy convencido de que los centros van a encontrar la forma de seguir teniendo esa seña de identidad y ese sello educativo particular, aunque en la práctica puedan salir menos de excursión”, apunta García (CCOO).
En eso andan estos días en el instituto público de nueva creación 22@, en Barcelona. Con tan solo 90 alumnos y por ahora solo hasta 3º de la ESO, dedicaban un tercio de las 30 horas semanales al proyecto, que el año pasado abordó, por decisión de los alumnos, los plásticos. Su abuso y consecuencias. Para trabajar la materia mezclaron clases, docentes y asignaturas, se fueron de excursión a varios museos, centros de investigación y hasta un vertedero. Para colmo, acabaron con un musical temático de fin de curso.
“Tuvimos que tomar decisiones sobre el proyecto”, constata el director Oriol Rodon. Esta vez el tema, siempre de actualidad, no se podrá escoger libremente, como hacían tras un proceso deliberativo en el que participaban todos. Y cada grupo burbuja hará su parte. De esta forma, la empresa pierde sin duda matices, pero no calidad. Así lo defiende al menos Rodon. “Haremos lo que sea para que la calidad no disminuya. Lo que sí afectaría de verdad es que tuviésemos que confinarnos a menudo”, remarca.
Optativas y especialidades, en el aire
En el aire quedan también todas aquellas agrupaciones flexibles de alumnos que van más allá de lo que ahora es grupo burbuja. Desde aulas de refuerzo a materias optativas en la ESO, pasando por las aulas de acogida de alumnado recién llegado y que no conoce el idioma. “Entendemos que no se van a hacer”, dicen desde CCOO.
En la práctica, hay casuísticas muy diversas. Institutos como el Intermunicipal del Penedès o el 22@ han optado por suprimir algunas optativas, mientras que otras dejan de ser de libre elección y se incorporan al horario de cada grupo. Es decir, que si en el centro que dirige Rodon antes los alumnos podían escoger cada trimestre entre múltiples opciones, como hacer un huerto urbano, ornitología, resolución de problemas matemáticos o iniciación al francés, ahora será el colegio el que decidirá por ellos.
En el instituto María Guerrero de Madrid, en cambio, han decidido justo esta semana que intentarán que las optativas correspondan solamente a dos grupos burbuja, que alternarán clases presenciales y a distancia para no coincidir en un mismo espacio físico. “Cuando esto no sea posible, se hará todo a distancia”, apunta Jover.
El sudoku organizativo de las escuelas ha afectado también al papel de docentes especialistas, sobre todo en la Primaria. En Catalunya, al conocer la semana pasada que debían bajar ratios a 20 alumnos por aula sin saber si habría más profesorado para ello –todavía no lo saben–, alguno equipos directivos han echado mano de maestros de Educación Física o Inglés para asumir las tutorías de aquellos nuevos grupos creados a partir de desdoblamientos.
Lo expone con todo detalle Xevi Salvador, jefe de estudios de la concertada Escola Pia de Mataró (Barcelona). De cuatro líneas (A, B, C y D) han tenido que pasar a cinco. Y la tutoría en varias de estas nuevas aulas la han asumido docentes de Educación Física, sacrificada –en parte– para cumplir ratios. “Entendemos que la prioridad es reducir la cantidad de alumnos por aula, por encima de según qué contenidos del currículo”, explica Salvador.
De todas formas, no aparcan del todo la materia. “Plantearemos tres o cuatro jornadas deportivas al trimestre, diseñadas por los docentes de esta especialidad pero llevadas a cabo por cada tutor. Así no dejamos de hacer Educación Física, pero la hacemos en cápsulas más intensivas”, plantea el jefe de estudios de este centro. Con Música harán algo parecido y tratarán de incorporarla dentro de distintas materias de forma más globalizada.
Hacia un programa más global
Este docente asegura que, precisamente debido al confinamiento, su claustro ha aprendido a programar unidades de forma más conjunta (mezclando asignaturas y conocimientos). Y esto, el trabajo más “globalizado” –apunta Salvador– es algo que quieren preservar e impulsar este curso, ahora de forma presencial.
No son los únicos. En la escuela pública Octavio Paz de Barcelona, de un entorno muy desfavorecido y premiada en varias ocasiones por sus proyectos de innovación pedagógica, han dado este curso un paso definitivo para desmontar la distribución tradicional de la docencia. En su caso han eliminado todas las especialidades y han asignado a sus docentes un nuevo grupo escolar de referencia, que ahora serán de un máximo de 18 alumnos. Esos grupos serán de edades distintas, con tres años de diferencia.
“Excepto educación física, todo será trabajo globalizado, no habrá propiamente ni música, ni inglés, ni mates… La epidemia ha acelerado este proceso que nuestro proyecto ya contemplaba para más adelante”, relata Xavier López, su director. En vez de asignaturas, han consolidado lo que llaman franjas (ordenadas según competencias y proyectos más transversales).
Lo que preocupa más al director del Octavio Paz, uno de esos centros cuyos profesores se han desvivido para mantener el contacto y las propuestas didácticas a sus alumnos –a menudo por teléfono y sin que muchos tuviesen buena conexión u ordenador–, es que solo le ha llegado un maestro de refuerzo por la COVID-19. “Lo han hecho fatal”, se lamenta López.
López denuncia que precisamente los colegios de entornos más desfavorecidos, como por decreto ya tienen una ratio más reducida en Catalunya, han recibido menos refuerzos extra esta vez. “Estoy luchando para que me den media dotación más. Colegios públicos y concertados con más alumnos les han dado más. Conozco algunas que han recibido tres”, se queja este director.
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