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Artemisa o el espíritu rebelde

Mary Wollstonecraft, George Sand o Simone de Beauvoir hicieron saltar por los aires, cada una en su época, la concepción del “ser mujer”. Fueron brillantes intelectuales, amaron la literatura y el pensamiento, buscaron activamente la independencia económica, exploraron nuevas fórmulas afectivas fuera del matrimonio, se implicaron apasionadamente en la defensa de las mujeres y el cambio social y todas, invariablemente, fueron acusadas de comportarse como “mulier virilis”.

Junto a mí está la Dra. Jean Shinoda Bolen mirándome seriamente mientras preparo mis notas y pienso que ser una “mujer viril” es una acusación que todavía hoy se oye frecuentemente destinada a mujeres que no actúan como se espera de acuerdo al estereotipo. “Son como hombres” –se dice de ellas, o bien “se masculinizan”. Sin embargo, afortunadamente para las mujeres, el rango de posibles comportamientos femeninos es mucho más amplio de lo que el encorsetado canon designa para nosotras.

Y este conocimiento se lo debemos, principalmente, a científicas feministas como la Dra. Jean Shinoda Bolen que profundizó ya en los años noventa en los diversos modelos psicológicos que conforman las personalidades femeninas. En su libro “Las diosas de cada mujer” propuso una nueva psicología de las mujeres basada en los patrones arquetípicos que personificaban siete diosas principales de la mitología clásica. Su gran aportación fue mostrar los modelos de mujeres dependientes (aquellos agradables para el patriarcado ya que los encarnan mujeres sumisas o vulnerables, mujeres que se definen en función de su vínculo de parentesco –esposas, madres o hijas-), y además modelos alternativos de mujeres (también existentes en la mitología griega) independientes, activas, rebeldes y no definidas por sus relaciones masculinas. De este modo, ampliaba el campo de actuación de todas aquellas mujeres peligrosas o extrañas para los valores patriarcales al tiempo que les otorgaba realidad, consistencia y reconocimiento.

Ahora, más de veinte años después, Jean Shinoda Bolen llega a Barcelona a presentar su nuevo libro Artemisa, uno de los mitos que representa la personalidad de la mujer rebelde, la activista, la que no se resigna y desea cambiar el mundo, la que alberga en su interior un “espíritu indómito”. “Cuando la pasión y la perseverancia se presentan juntas día tras día, la voluntad indómita que surge de ellas nos dota de una energía que puede traspasar límites” –dice la autora.

Cuando le pregunto por qué, precisamente, ha escogido a este patrón arquetípico para profundizar en él en estos momentos del siglo XXI me contesta que tiene la intuición de que es el momento de impulsar a todas aquellas mujeres que guardan alguna relación con el mito de Artemisa. “Nos hallamos en la tercera ola del movimiento feminista” –explica- “y esta es la época en que todas las activistas deben tomar las riendas para erradicar de una vez el patriarcado y todo el dolor y violencia que conlleva”. La Dra. Bolen cree que, aisladamente o de forma dispersa no será posible cambiar las situaciones de opresión y por eso hace años que promueve los “círculos de mujeres” desde San Francisco, en donde vive, como espacios en los que dar y tomar energía para continuar en la lucha personal y colectiva. Es una firme defensora de que el cambio empieza desde abajo y progresivamente asciende hasta impregnar todos los estamentos sociales. Lo describió en su libro “El millonésimo círculo” y cree que ahora los círculos pueden trascender países y nacionalidades ya que en todo el mundo hay mujeres que están defendiendo sus derechos y trabajando por otras, cualidades típicas de la personalidad mítica de Artemisa.

Su propuesta consiste en alentar en las niñas esos aspectos, a menudo reprimidos, que rompen con los mandatos establecidos y que cada una pueda encontrar en sí misma esa rebeldía que la conducirá a la libertad. “Los hijos e hijas de las feministas actuales protagonizarán el cambio que estamos esperando” –afirma, mientras sonríe confiadamente. La miro y veo a una mujer de aspecto frágil, pero determinación inquebrantable, apasionada y perseverante, sin duda, una Artemisa entre nosotras.

Mary Wollstonecraft, George Sand o Simone de Beauvoir hicieron saltar por los aires, cada una en su época, la concepción del “ser mujer”. Fueron brillantes intelectuales, amaron la literatura y el pensamiento, buscaron activamente la independencia económica, exploraron nuevas fórmulas afectivas fuera del matrimonio, se implicaron apasionadamente en la defensa de las mujeres y el cambio social y todas, invariablemente, fueron acusadas de comportarse como “mulier virilis”.

Junto a mí está la Dra. Jean Shinoda Bolen mirándome seriamente mientras preparo mis notas y pienso que ser una “mujer viril” es una acusación que todavía hoy se oye frecuentemente destinada a mujeres que no actúan como se espera de acuerdo al estereotipo. “Son como hombres” –se dice de ellas, o bien “se masculinizan”. Sin embargo, afortunadamente para las mujeres, el rango de posibles comportamientos femeninos es mucho más amplio de lo que el encorsetado canon designa para nosotras.