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Los grandes museos se esfuerzan por devolver obras robadas por los nazis en sus colecciones

Peio H. Riaño

29 de enero de 2022 22:51 h

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El Museo del Louvre y Sotheby’s han llegado a un acuerdo por los tres próximos años para poner en marcha un proyecto destinado a investigar los bienes adquiridos por el museo entre el año 1933 y 1945. El patrocinio permitirá investigar las colecciones de la institución francesa para “restituir las obras y hacerlas públicas”, ha comunicado el Louvre. “Sotheby’s fue la primera casa de subastas internacional en crear un departamento dedicado a la investigación de la procedencia y su restitución”, añade el comunicado del museo.

El pasado año el Louvre hizo pública una base de datos online con 485.000 registros, en los que se incluían más de 1.700 obras que fueron recuperadas en Alemania tras la II Guerra Mundial, pero que no han sido devueltas a los descendientes de sus legítimos propietarios. Es una disposición muy diferente a la que mantiene el Estado español, el Ministerio de Cultura y el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza respecto a la devolución del cuadro Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia (1897), de Camille Pissarro (1830-1903), a sus legítimos propietarios, la familia Cassirer. El museo público mantiene una pugna en los tribunales estadounidenses para no devolver el cuadro que fue adquirido por el barón Thyssen en los años setenta.

En EEUU, el Museo de Bellas Artes de Boston acaba de anunciar que devolverá un valioso paisaje holandés de 1646, del artista Salomon van Ruysdael (1602-1670), a los herederos de un político y un abogado judío-húngaro una vez se ha descubierto que fue robada de la cámara acorazada de un banco en Budapest, durante la Segunda Guerra Mundial.

El museo adquirió la pintura a un marchante, en Londres, en 1982, sin conocer la procedencia completa de esta Vista de Beverwijk. En 2019, el historiador Sandor Juhasz ya avisó al museo de Boston de que el rastro del cuadro era incompleto y que había pertenecido a un coleccionista llamado Frigyes Glück, fallecido en 1931. El empresario industrial húngaro, Ferenc Chorin, se lo había comprado a Glük. El cuadro pasó a formar parte del registro de pérdidas de guerra en Hungría. La lista en la que se incluía el cuadro, llevaba una imagen de la pintura equivocada. Esto complicó aún más su localización.

Transparencia y derechos

Chorin fundó el periódico Magyar Nemzet para hacer ver a los gobiernos húngaros que se mantuvieran lejos de la Alemania de Hitler, mucho antes de que este llegara al poder. El empresario se había convertido al cristianismo años antes y ayudó a los judíos de los territorios ocupados por los nazis que huyeron a Hungría. Durante la Segunda Guerra Mundial depositó las obras maestras de su colección en la cámara acorazada del Banco Comercial Húngaro de Best para protegerlas de los bombardeos.

También fue una de las primeras personas en ser arrestadas con la ocupación nazi, en marzo de 1944. Accedió a entregar su empresa a los nazis a cambio de una salida segura de Hungría para él y los 40 miembros de su familia, que se instalaron en Nueva York, donde murió en 1964. El director del museo, Matthew Teitelbaum, ha asegurado que han trabajado de manera muy rápida con los herederos de Ferenc Chorin “para reparar esta pérdida histórica”. “El regreso de la Vista de Beverwijk de Ruysdael subraya la importancia de la transparencia y acceso online de nuestra colección”, ha añadido el director.

Agnes Peresztegi, abogada especializada en restituciones, ha explicado que la devolución a los herederos de Chorin del Museo de Bellas Artes de Boston es una práctica responsable. En los casos en los que no hay dudas del robo, la devolución es clara. Los herederos subastarán a finales de año la pintura, cuyo valor llegaría a los 700.000 dólares.

Lo natural

También será restituida una pintura holandesa de principios del siglo XVII a la heredera de Jacques Goudstikker, antiguo marchante de Ámsterdam cuya galería fue saqueada en 1940 por los nazis. La vista se titula Patinaje sobre hielo (1610) y se encontraba entre las cerca de 1.100 obras robadas, que fueron adquiridas por Hermann Göring, mano derecha de Adolf Hitler.

El coleccionista Martin Schunck compró la pintura del artista Adam van Breen en una subasta, dos meses después de que fuera robada. En 1987 se la legó a la ciudad de Trier, al suroeste de Alemania, y se entrega a Marei von Saher, la heredera de Goudstikker. Patinaje sobre hielo podía verse colgada en el museo de la ciudad hasta que un investigador lo encontró en la base de datos de arte saqueado por los nazis que mantiene actualizada el Gobierno alemán.

La directora del museo es Elisabeth Dühr y asegura que la devolución de la obra es “lo natural” una vez descubrieron la historia. “El Ayuntamiento votó por unanimidad la restitución de la obra a su heredera”, ha explicado. Goudstikker fue un influyente comerciante judío en Ámsterdam entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Huyó de los Países Bajos en barco y murió en un accidente a bordo antes de llegar a Inglaterra. Antes de su fuga, dejó registrado su inventario en una carpeta negra. Hasta el momento han sido devueltas a la familia unas 200 pinturas robadas por Göring. El Proyecto de Investigación de Arte Goudstikker sigue buscando más de 800 obras saqueadas, gracias a la subvención anual de 90.000 euros anuales que recibe de la Fundación Alemana de Arte Perdido.

Otras dos pinturas de Goudstikker, del siglo XVII, también aparecieron en una subasta en 2021 y se llegó a acuerdos con los subastados para la restitución de los cuadros. Desde que se destapó en 2013 el caso Gurlitt (un marchante alemán con participación muy activa en el expolio de obras de arte de judíos franceses durante la ocupación nazi) hay un cambio de voluntad entre los grandes museos europeos y norteamericanos. Todos están revisando sus colecciones para saber la procedencia de sus bienes. Además, la mayoría de los países firmaron los Principios de Washington, de 1998, para devolver las obras expoliadas por los nazis. Estos consideran que una manera de reparar el sufrimiento padecido por los judíos era devolver el patrimonio expoliado y desde ese momento los museos entendieron que no se debía pleitear contra los familiares de las víctimas.