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No es país para negros

Get out, man

Marta Peirano

Los amantes de Key & Peele llevaban mucho tiempo esperando este día. Los que no saben de qué estoy hablando se llevan doble premio: Déjame salir será su aperitivo para las cinco temporadas del que posiblemente sea el mejor programa cómico de los EEUU esperando en el salón.

Key & Peele es un programa de sketches que gira en torno lo que probablemente llamaríamos relaciones post-raciales, el hijo que tendrían los Monty Pyton con David Chapelle. De hecho, Keegan-Michael Key y Jordan Peele se sienten singularmente dotados para visibilizar el estrambótico lugar donde se mezclan los turbios estereotipos raciales, sexuales y clasistas con el agua de primavera de la cultura pop. Porque los dos son solo medio negros y estudiaron arte en un colegio bien. Un ejemplo perfecto es su Obama, que tiene un traductor simultáneo para su furia llamado Luther. El propio Obama es tan fan que le invitó a traducir su discurso en la cena de corresponsales de su segundo mandato.

En K&P, hay negros que tratan de ser blancos (y hasta alemanes o republicanos) para sobrevivir. Déjame salir no es diferente, aunque en España se estrena con una traducción contraria al original Get out, que es lo que le dice un racista sureño al negro que entra en su casa de la mano de su rubia hija.

Chris Washington es un joven fotógrafo que va con su novia pija Rose a conocer a sus padres en una mansión que tienen en las montañas. Enseguida notarán que el es negro, y que ella no. Antes de salir, Chris le pregunta si sus padres lo saben y ella se burla un rato de sus aprensiones. “Mis padres no son racistas”, le tranquiliza. Pronto descubriremos que no son exactamente racistas. En pleno siglo XXI, ¿quién lo es? La familia se llama Armitage, como el bibliotecario de Miskatonic que guarda el Necronomicon pero, si pudieran, “habrían votado a Obama por tercera vez”. Él es neurocirujano y ella hipnoterapista. ¿Qué podría salir mal?

Como la maravillosa Cabin in the woods, en el festival de lugares comunes que desfilan por esta sátira están los del propio género de terror. Como en El Anticristo (un cuento de terror magnífico, aunque sea de LVT), hay un epílogo de advertencia antes del viaje que lleva al bosque, con bestias que se estrellan contra las corazas de nuestra civilización. Está el episodio de hipnosis que aplasta hacia el interior el trauma de la infancia como talón de Aquiles. Hay otros clichés de otros géneros, como el servicio negro que parece más racista que sus blancos dueños, el amigo gordito y un poco patético que siente la proximidad del peligro y nadie le hace caso, o los suburbios como tapadera de un complot macabro y ritual.

Todos los blancos adinerados se aproximan a Chris con la típica amabilidad histriónica del racista soterrado y elogian a Jesse Owens y a Tiger Woods. Chris responde con deportividad resignada porque está acostumbrado. Es la clase de gente que adora sus fotos, fotoreportajes de dramas ajenos que, siendo negro, puede explotar sin pudor. Por no hablar de que su novia es blanca, un chiste recurrente en K&P, puro autodesprecio aspiracional.

Lo mejor de cada casa

Y sin embargo, Déjame salir es una excelente película de terror, divertida, inteligente y aterradora a partes iguales. Ha conseguido poner de acuerdo a la crítica y el público en una acogida fenomenal. Posiblemente pase a la historia por ser la peliculita indie que más ha recaudado en taquilla. Y puede que Jordan Peele sea el primer director negro que arrasa de verdad. O medio negro.

Lo que ha logrado no es broma: una producción de 4.5 miserables millones de dólares que lleva recaudados 215 millones en todo el mundo y recién estrenada. Pero será recordada como un retrato certero de la ansiedad racial en América. Con Daniel Kaluuya, Allison Williams, Bradley Whitford y Catherine Keener como protagonistas.

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