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‘Desvirtualizar’ frente a ‘desvirtuar’

‘Desvirtualizar’ frente a ‘desvirtuar’
27 de noviembre de 2024 22:54 h

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Hace unos días, aprendí una palabra nueva. “Hoy he desvirtualizado a una alumna”, me comentó una amiga que es profesora, por lo general en línea. El dervirtualizado me sonó raro, no sabía si en realidad había ella dicho desvirtuado, de desvirtuar: “Alterar la verdadera naturaleza de algo”. “Quitar a algo la virtud, sustancia o vigor”. No entendía nada.

Mi amiga me lo aclaró: “Desvirtualizar es cuando conoces a alguien presencialmente después de haber tenido contacto a través de una pantalla”. En el DLE, el Diccionario de las academias, no viene ese neotérmino, pero FundéuRAE sí habla de ello: “El verbo desvirtualizar, con el significado de ‘conocer en persona a alguien con quien previamente se ha establecido una relación virtual’, está bien construido de acuerdo con las reglas de formación de palabras en español, por lo que su uso se considera adecuado”.

El auge de las redes sociales, de las videorreuniones, de los webinar (término que tampoco recoge el DLE, y que encuentro en la red definido como “una presentación educativa en línea que se realiza en vivo, durante la cual los espectadores que participan pueden enviar preguntas y comentarios”) y de otras herramientas y formatos similares ha hecho que, en efecto, muchos conozcamos ahora a más gente nueva a través de una pantalla que de modo presencial. A algunos de ellos acabaremos desvirtualizándolos, a otros no.

El paso del conocimiento en línea de una persona al conocimiento presencial trae aparejado a veces notables desajustes de percepción, e incluso grandes decepciones. Como antaño, cuando a una voz de la radio le ponías cara y ojos y no se parecía en nada a la idea que de él o de ella te habías hecho, hogaño alguna desvirtualización ha acabado en desvirtuación, cuando ni la naturaleza ni la virtud ni la sustancia ni el vigor que a alguien se le suponía resultaron ciertas.

Cambian los soportes, cambia la tecnología, pero la esencia humana cambia poco. Es siempre la misma. No así la lengua, siempre en perpetuo cambio, siempre evolucionando. Y aquí nosotros observándolo.

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