'Día Cero': el buen uso del tiempo

Este crítico confiesa que son muchas las ocasiones en las que se plantea el buen uso de su tiempo, casi siempre como una incomoda y constante percepción vital, pero sobre todo mientras digiere alguna de esas producciones audiovisuales que posiblemente no vería como espectador y a las que tiene enfrentarse con estoica actitud por mor de su profesión. Es ese eterno y familiar dilema que los que amamos el cine tenemos que explicar constantemente a aquellos que solo ven en él un superfluo entretenimiento. En esto del cine y la televisión hay de todo, como en botica y como en casi cualquier disciplina de la vida. Existen maravillas estéticas y narrativas que nos hacen pensar y elevan esa condición tan intrínsecamente humana que apela directamente a la sensibilidad, obras de arte que justifican todos y cada uno de los segundos invertidos en su disfrute. Y luego están productos como la miniserie que hoy nos ocupa y que hacen que, como comentaba en la primera línea de este párrafo, uno se replantee la fertilidad de sus formas de evasión y enriquecimiento cultural.
Día cero nos cuenta los días posteriores a un ciberataque sufrido por todos los sistemas informáticos de Estados Unidos y la gestión de la catástrofe encomendada a George Mullen, aclamado expresidente del país que encabeza un comité para intentar descubrir a los autores. Hasta aquí todo perfecto, un argumento ya visitado en estos tiempos en los que el pánico a la vulnerabilidad del aparato informático que sostiene nuestra forma de vida es una de las más sofisticadas formas de terror, pero también un jugoso libreto que, aunque recurrente, sigue siendo objetivamente cautivador. Además, a esta interesante premisa se une un impresionante elenco de actores que terminaba por empaquetar la propuesta con un innegable atractivo: Robert De Niro, Jesse Plemons, Lizzy Caplan, Connie Britton, Matthew Modine, Angela Bassett…
Pero luego todo queda en agua de borrajas y las ínfulas dramáticas y estilísticas de este thriller político que se cree mucho más inteligente de lo que realmente es terminan por irritar al espectador más sensato y crédulo. ¿Cómo es posible que contando con tan buenas herramientas se caiga en semejante mediocridad? Los hechos son contados de forma brusca y errática, la autocomplacencia de su narrativa solo se explica desde un mal guión y una evidente ausencia de personalidad creativa. Es una pena que el buen trabajo de unos buenísimos actores caiga en saco roto entre lugares comunes y confusión. Porque sí, ver esta miniserie condenada al olvido ha sido una perdida de tiempo.