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‘Fixers’ que hablan español: escuderos de los periodistas en zonas en conflicto

Antes de adentrarnos en las historias de estos sanchopanzas de la información que se juegan la vida para que nosotros sepamos qué está pasando en un conflicto, es preciso detenerse en la propia palabra fixer, otra desconocida fuera del argot periodístico. 

Para ayudarnos a definirla, utilizamos el comodín de la llamada. Al otro lado del teléfono, el periodista Jon Sistiaga nos explica que “Fixer es como denominamos en la jerga periodística a aquella persona que contratas para que te eche una mano en prácticamente todo lo que necesitas cuando llegas a un lugar que no controlas o no conoces: desde qué permiso necesitas para empezar a trabajar, saber quién es quién en el mundo político de ese lugar o en las facciones armadas enfrentadas, cuáles son los lugares seguros y los más peligrosos, cómo es la jerga local, cómo tratan a las personas, si te están engañando en el cambio de la moneda o en la comida”. “El fixer no es sólo el solucionador de problemas, como era el señor Lobo de Tarantino en Pulp Fiction, sino que además luego ejerce de traductor para todas tus entrevistas”, añade Sistiaga. 

El experimentado reportero Gervasio Sánchez lo define como “una especie de productor”. “Cuando tú llegas a un país a cubrir un conflicto, tienes que preparar muchas cosas dentro de un calendario estricto. El fixer hace más ágil y rápido tu trabajo”.

Vayamos ahora con una respuesta de manual. La que nos da el de Reporteros Sin Fronteras: “Es la palabra con la que en inglés —proviene de fix, que significa reparar, arreglar, fijar— se designa al guía o intérprete que ayuda al periodista a establecer contactos en una región y lo orienta en la zona, de la que suele ser nativo. Este término, que apareció tras la primera Guerra del Golfo, en 1991, hace referencia a una actividad que tiene múltiples facetas”. Según esta organización, sin la ayuda de los fixers sería imposible hacer rápidamente el trabajo periodístico en zonas de conflicto y sería difícil hacerlo bien. Sirven de brújula en un universo caótico en el que el conflicto ha borrado los puntos de referencia.

Sus perfiles son muy variados. No existe ningún plan académico de formación para ser fixer. Con la guerra muchos puestos de trabajo son destruidos, así que es frecuente encontrar a personas que tenían otras profesiones ofreciendo estos servicios. Muchos de ellos acaban ejerciendo este trabajo de forma casual. Lo importante es que conozcan muy bien la idiosincrasia del país en conflicto.

Como estamos en Archiletras, hemos ido en busca de fixers que hablan español. Un perfil difícil de encontrar, pues el idioma de trabajo en este contexto suele ser el inglés. Gracias a la ayuda de periodistas españoles, logramos que varios de ellos compartan su experiencia con nosotros. 

Kayed Hammad, fixer en Gaza: “Es una forma de dar voz a mi pueblo”

El periodista Mikel Ayestarán nos da el contacto de su fixer en Gaza. A pesar de la terrible situación que atraviesa la franja, Kayed Hammad saca tiempo para contarnos su experiencia. “Empecé a realizar este trabajo en 1994. Con el establecimiento de la Autoridad Nacional Palestina, muchos periodistas españoles comenzaron a venir a Palestina”, narra Hammad.

Al principio lo hacía de manera gratuita. Lo consideraba una forma de dar voz al pueblo palestino en el mundo. Además, como tenía otro medio de vida, se negaba a cobrar a nadie. Sin embargo, en 2003 la situación cambió. Su taller de reparación de aparatos electrónicos y su casa fueron bombardeados y se quedó sin nada. Unos amigos españoles le ofrecieron trabajar durante seis meses en una ONG española. Después de ese empleo, encadenó otros en este sector. Al mismo tiempo, empezó a trabajar oficialmente como traductor, productor y fixer para hispanohablantes.

Kayed, que habla un perfecto castellano, estudió español en Málaga, donde vivió durante tres años y medio en los 90. “Me encanta. Creo que esa es la condición más importante para aprender un idioma, que te guste”, sostiene el gazatí. Ese aprendizaje le ha servido para colaborar, desde que tuvo que dejar su taller hasta hoy, con casi todos los medios de España y Sudamérica. “Por ejemplo, he hecho tres documentales y he escrito un libro con el periodista ítalo-argentino Hernán Zin. Con la reportera Elena Herreros trabajé en el documental Niños detrás del muro”, afirma.

La experiencia siempre ha sido positiva para Kayed. “Espero seguir haciendo este trabajo porque me gusta mucho y me sirve para estar en contacto con gente de todo el mundo. En el banco no tengo nada, pero sí tengo buenas amistades. Con eso me quedo”.

Venceslao y Bohdan, dos perfiles de fixer ucraniano

El WhatsApp de los fixers ucranianos nos llega de la mano de Olmo Calvo, el fotoperiodista que trabajó con ellos en Ucrania durante la primavera de 2022. 

Iniciamos la conversación con Venceslao, traductor y filólogo que vive en Kiev. Estudió español en una universidad de la capital. Además, gracias a una beca, completó su formación en Granada durante seis meses. Su impecable español corrobora el diploma C2 que obtuvo del Instituto Cervantes. Este joven ucraniano perdió su trabajo como traductor freelance al principio de la guerra. “Trabajaba sobre todo en Netflix y también me contactaban equipos de fútbol que tenían muchos jugadores portugueses y alguno español”.

Sin tiempo que perder, comenzó a hacerse un listado de medios españoles y les escribió ofreciendo sus servicios. Muchos le contestaron: Luis de Vega, de El País; Gabriela Sánchez, de elDiario.es; Joaquín Luna, de La Vanguardia. Así logró trabajo. “Al principio era solo traductor. Después ya aprendí a ser fixer. Obtuve los contactos de conductores para desplazarnos a otros lugares, los permisos necesarios, etc.”, explica Venceslao.

Ahora no tiene mucho trabajo porque la demanda ha bajado en Kiev, una ciudad que ha recuperado cierta normalidad. “La mayoría de periodistas se han ido ya de aquí. Estuvieron al inicio de la guerra, cuando se produjo una gran escalada en el conflicto. Era un trabajo muy bueno porque, a pesar de ser peligroso, en tres o cuatro días sacabas dinero para mantener a tu familia por un buen periodo de tiempo”.

La mayoría de periodistas se han ido ya de Ucrania. Estuvieron al inicio de la guerra, cuando se produjo una gran escalada en el conflicto

Venceslao echa de menos a los periodistas españoles y el hecho de no poder practicar el idioma. “Durante los últimos meses no he tenido oportunidad de hablarlo, solo he hecho algunas traducciones por escrito de juegos o sitios web”, se lamenta.

Diferente es el perfil de Bohdan, que trabajó como fixer ocasionalmente en Leópolis, cerca de la frontera polaca. “Realmente yo trabajo como autónomo prestando maquinaria para obra pública. Lo de ser fixer lo he hecho como un favor familiar”, afirma. Bohdan reconoce que fue una aventura. “En esa época estaba prestando mi servicio a la patria como voluntario, evacuando gente, llevando ayuda humanitaria. Esto fue una experiencia más para que la gente del mundo esté más informada sobre las cosas que están pasando en Ucrania”. 

“No fue un trabajo sencillo. Para hacer que una persona se abra y cuente lo que quieres, a veces tienes que hablar un poco de otras cosas. Hablando en seco, haciendo pregunta-respuesta, no te van a contar”, asegura. No sabe si volverá a trabajar como fixer, tampoco se lo plantea demasiado. Ahora está trabajando de nuevo en lo suyo, intentando recuperar su negocio.

Sobre su relación con nuestro idioma, Bohdan nos cuenta que lo aprendió en España, donde vivió durante un tiempo a finales de los años 90. “Me fui para buscarme la vida, pues la situación económica era complicada en Ucrania. Estudié solo, sin ir a ningún curso, con un libro y con la ayuda de los españoles con los que vivía y trabajaba”.

La cantera universitaria de Afganistán

Son varios los afganos que han estudiado español gracias al Departamento de Español con que contaba la Facultad de Literatura de la Universidad de Kabul. De sus aulas han salido muchos de los fixers de periodistas españoles y de América Latina. 

Salem Wahdat es uno de ellos. Su perfil resultaba de gran interés, pues él mismo había sido periodista local antes que fixer.  Wahdat nos cuenta cómo empezó a estudiar castellano: “Fue tras la caída del gobierno de los talibanes, en 2001. Como no había mucha gente que quisiera estudiar el idioma, pensé que los profesores me tratarían bien y aprendería. Además, podía estudiar y trabajar a la vez, cosa importante para mantener a mi familia, pues los talibanes habían matado a mi padre”.

Prácticamente coincidiendo con el final de sus estudios universitarios, Wahdat iniciaba lo que sería una larga trayectoria como fixer de habla hispana. Aunque con pausas por falta de periodistas, Wahdat completó cuatro años trabajando con profesionales de España o de Hispanoamérica entre 2004 y 2010. “Creo que fue en 2004 cuando conocí a la periodista española Mayte Carrasco. Empecé trabajando con Mayte y, a través de ella, fui enganchando un periodista detrás de otro: Antonio Pampliega, Pilar Requena…”, explica.

Wahdat reconoce que la primera vez que actuó como fixer fue porque no tenía empleo: “Pensaba que, a pesar del riesgo, merecía la pena trabajar con alguien 10 días y obtener lo suficiente para vivir entre cuatro y seis meses”. Luego entendió que también era muy importante que el mundo supiera lo que estaba pasando en Afganistán.

El periodista afgano habla con pasión de esa etapa y comparte cómo era su labor: “Yo les hacía recomendaciones acerca del riesgo que podían correr. Si alguien venía de España y quería viajar a un lugar en el que los talibanes habían secuestrado antes a periodistas, yo les advertía: si quieres ir, yo voy, pero es muy arriesgado y te puede ocurrir algo malo”.

Dejó su trabajo como fixer porque, tras la caída de los talibanes, se convirtió en diplomático. Como miembro del Ministerio de Exteriores afgano, fue cónsul en Madrid de 2010 a 2014. Formó parte de los sucesivos gobiernos que buscaban dotar de estabilidad al país. Sin embargo, cuando los talibanes volvieron a tomar el poder, tuvo que exiliarse. Desde 2021, es una persona refugiada y vive solo en Madrid. Su familia logró asilo en Canadá, país donde Wahdat ejerció también labores diplomáticas. 

Al igual que Wahdat, Jawad también intenta rehacer su vida junto a su familia en Madrid. Este otro afgano trabajó como intérprete de la periodista Mónica Bernabé entre 2012 y 2013. Es ella quien nos facilita su contacto. 

A pesar de no ser un fixer, Jawad sostiene que un traductor es al mismo tiempo un mediador, una persona que puede dar consejos sobre lo que conviene hacer o no en una zona peligrosa. “Por ejemplo, un día Mónica hizo una pregunta muy fuerte a un señor de la guerra. A mí me temblaban las piernas… Por eso, decidir qué palabras salen de tu boca es muy importante. Haces la pregunta que quiere, pero la intentas formular de una manera menos directa para que no se enfaden demasiado contigo”.

“Tienes que ser también como un actor. Cualquier reacción, por ejemplo, una sonrisa, puede no caer bien. Manejar eso no es nada fácil. En Afganistán la cosa se complica más todavía si trabajas con una mujer. Es un país donde mandan los hombres y estos muchas veces no quieren tener entrevistas con una mujer. Es muy difícil convencerlos”, asegura Jawad.

El dominio del idioma español de Jawad viene igualmente de la universidad de Kabul. En su caso hay que remontarse algo más al pasado, al departamento de lengua española que abrieron los soviéticos. “Yo había estudiado en el colegio la historia de Colón, de Latinoamérica… Me interesaba mucho el idioma. Por eso decidí estudiarlo y conocerlo más”. 

Jawad, que antes de traductor fue joyero, sirvió como intérprete de las tropas militares de la OTAN, pero fue despedido cuando estas se retiraron a finales de 2012. Entonces apareció Mónica Bernabé, que lo contrató durante una larga temporada. “Debí de caerle bien”, bromea. 

Mucho más efímera fue la experiencia de Reshad Shafiq, otro de los fixer afganos que, a día de hoy, es refugiado en España, concretamente en Bilbao. Shafiq solo trabajó cuatro días con Jon Sistiaga para ayudarlo con un documental que estaba preparando. Laboralmente su relación con nuestro idioma es a través de sus traducciones para el ejército de España. 

“Yo decidí estudiar español porque me parecía un idioma muy dulce, me gustaba cómo sonaba. Nunca lo hice pensando en trabajar para el ejército, si bien esa experiencia me ayudó a mejorar mi nivel”, afirma Shafiq. Aunque la misión con el reportero vasco fue corta, fue lo suficientemente intensa para que surgiera una bonita amistad. “Conservo muy buenos recuerdos de Jon y su compañero. Hice un poco de todo con ellos: era su conductor, su traductor… ¡lo pasé muy bien a pesar de estar trabajando!”.

Después de estar con Sistiaga, Shafiq no tuvo la oportunidad de trabajar más veces con periodistas españoles. Ya en España, ha sido traductor para algunas ONG. No obstante, el empleo más curioso que ha tenido ha sido para la serie de televisión La Unidad, cuya segunda temporada transcurría en Afganistán, aunque se grabara en Almería. “Además de hacer traducciones, también colaboré asesorando sobre aspectos culturales: la vestimenta, los saludos, las costumbres domésticas. Era importante, porque la mayoría de personas que salían en la serie eran españoles o extranjeros que no sabían nada de mi país”. 

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Este texto es uno de los contenidos del número 22 (enero de 2024) de la revista trimestral impresa Archiletras. Conoce nuestro proyecto en archiletras.com Ahí puedes suscribirte a Archiletras, la revista trimestral impresa de divulgación en torno a la lengua y a la literatura, y a Archiletras Científica, la revista semestral de investigación académica, o adquirir números anteriores de cualquiera de ellas.