Entrevista

Darío Adanti, sobre el futuro de la humanidad: “El cambio climático no es de izquierdas ni de derechas”

Un extraterrestre envía el siguiente mensaje a la humanidad: “Hola terrícolas, veníamos a destruiros, pero regresamos a casa porque ya hemos visto que lo estáis haciendo vosotros solitos”. Y razón no le falta. El alienígena es uno de los protagonistas de El meteorito somos nosotros. Un cómic sobre el cambio climático (Astiberri). Un genuino ensayo gráfico que analiza los años de evolución que han llevado al ser humano a enfrentarse ahora a un escenario crítico en lo que respecta a la salud del planeta.

“Necesitamos despolarizar el cambio climático porque todos nos estamos quedando sin agua ni comida”, advierte tajante su autor, Darío Adanti. El historietista y cocreador de la revista Mongolia explica a este periódico cómo la lectura de expertos como Tim Flannery, Jared Diamon y Elizabeth Kolbert le llevaron a ponerse las 'gafas verdes'. “Por más que era consciente de la situación, convivía con una gran negación y seguía mi vida igualmente”, reconoce. Por ello, decidió implicarse a través de sus dos grandes herramientas, el humor y el cómic, que ha aunado en la obra con la que desgrana el evidente ultimátum que acecha a la Tierra. Y con ella, a todos sus habitantes.

¿Cuál fue la mecha que le llevó a publicar este cómic?

Al leer que estamos en cifras de desaparición de fauna y flora que podríamos considerar una sexta extinción dices “esto es heavy de verdad”. Por más que está claro que se ha disparado por la mezcla del neoliberalismo, la globalización e internet, todos estamos en esa dinámica. Hemos dejado de ser ciudadanos para tener derechos de ciudadanos, para ser consumidores y tener derechos de consumidores. Pertenecemos a ese 'afán sin límite' que decía Hope Jahren. Esa especie de fiebre enloquecida de comprar cosas que no necesitamos.

Empecé a preocuparme de verdad y a tener esto presente en mi día a día. Pensé que podía usar las dos herramientas que tengo para promocionar los datos científicos: el humor y el cómic. Ambos son un formato de la cultura popular y decidí que aunque no fuera científico, podía resumir de forma más cómica lo que había leído en otros libros para que lo pudiera entender un espectro mucho más amplio de gente.

Al leer el ensayo gráfico es hasta doloroso comprobar cómo, pese a que se sabe lo que está sucediendo, no se hace nada. O por lo menos no lo suficiente. ¿Qué ha pasado para que el cambio climático esté tan asumido?

Muchas veces se dice “no hay que culpabilizar a los consumidores”. Entiendo ese discurso. Está claro que tiene que ver con toda esa estructura global económica, porque el PIB de los países solo funciona si hay producción y consumo. Si estamos proponiendo que dejemos de hacer ambas cosas, las economías van a caer. Necesitamos que haya líderes políticos que afronten este problema y logren hacer pactos de estado y de regiones. Eso nos libra un poco de pensar que nosotros también tenemos que hacer algo. Hay que hacer esa políticas, tienen que ser bastante radicales, van a ser impopulares y la única manera de que funcionen es que todos lo sepamos y empecemos a hacerlo por cuenta propia.

No sé si la voluntad propia puede cambiar realmente algo tan global, pero está claro que si uno no lo empieza a hacer, ¿cómo vamos a exigírselo a los políticos? Pasa como con la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel que después tomó Marx. Somos esclavos de un sistema de consumo desaforado y voraz, pero además lo somos porque nos da trabajo. No se trata de culpabilizar. Me preocupé un montón de quitar la palabra culpa del libro y sustituirla por responsabilidad. La frase de que no podemos crecer indefinidamente en un planeta finito está cada vez más clara. Hoy por hoy, la actitud más rebelde del mundo es negarse a consumir cosas que no sean necesarias.

Hoy por hoy, la actitud más rebelde del mundo es negarse a consumir cosas que no sean necesarias

¿Falta educación sobre el cambio climático?

En parte escribí el libro por eso. Hay que empezar a dar los datos en los colegios. No solo decir “hay que cuidar el planeta”. Cuando ves que el 25% de todas las especies van a desaparecer antes de 2050 dices: “¿Perdona?”. El daño más grave que hacemos a los ecosistemas es con lo que compramos, comemos y cómo nos movemos. Si no generas generaciones conscientes para que puedan exigir políticas realmente firmes, estás simplemente pateándolo hacia adelante.

Es un problema tan difícil de arreglar, porque el sistema económico mundial está basado en que consumamos y produzcamos, que tenemos que hacer un cambio de mentalidad total. Y para eso la educación es fundamental. También es verdad que para los gobiernos es un marronazo tener que hacer de pronto todo un cambio energético. Tenemos que salvar las condiciones planetarias que hacen posible nuestra propia vida. Salvar el planeta es una cuestión de egoísmo humano, no una cosa hippie de “qué bonito es”.

¿Es optimista respecto a la situación?

Es complicado. Varío porque suelo ser pesimista, pero hablando con amigas y amigos que tienen hijos jóvenes llegamos a la conclusión de que con 51 años ser pesimista es muy fácil. Sientes que has vivido la mitad de tu vida. Pero no podemos venderles un plan pesimista a las generaciones que vienen, porque además no han pedido venir, les hemos traído nosotros. Y encima, ¿qué les vamos a decir?: “¿Y por cierto, no se puede solucionar?” Es muy cruel. Aunque también hay cosas para el optimismo.

Se está viendo que hay muchísimas pérdidas por el cambio climático. En la agricultura, por ejemplo, pero también en la hostelería y el turismo. Si ciudades de Andalucía o de la costa mediterránea superan los 50º en verano, nadie va a ir porque no se va a poder salir a la calle sin que sea un riesgo para la salud. Y va a haber más pérdidas. Cuando todos los sectores se junten y la líen gorda políticamente, no va a quedar otra porque son industrias que manejan muchísimo dinero a nivel internacional.

Nosotros también vamos a tener que hacer un esfuerzo. Si no lo hacemos voluntariamente, los estados van a tener que legislar y hacer cortes de agua, de energía e incluso en algún momento llegar a restricciones alimentarias. No es que podamos evitar el hostión, es que el hostión ya nos lo estamos dando. Y a medida que sea más relevante para capas más mayoritarias de la población no va a quedar otra que tener que tomar medidas mucho más drásticas. Vamos a estar llegando tarde porque el cambio climático ya lo tenemos aquí. Hay que ser práctico, más que pesimista u optimista. Cuanto más ralenticemos el cambio climático más tiempo daremos a la industria y a los ecosistema a acomodarse. Y a la ciencia y a la tecnología a crear nuevas herramientas que nos permitan vivir mejor.

¿Es el humor una buena herramienta para divulgar sobre el cambio climático?

Sí. No quería hacer un libro que no contara el problema con la gravedad que tiene de verdad, por eso incluye tantos datos. Pero los datos también pueden generar lo contrario: crear una depresión que te lleve a decir “no voy a lograr nada”. El humor sirve para quitarle un poco de hierro al asunto sin dejar de ser serios. Es una manera de alejarse de los problemas para verlos desde fuera.

Inmersos en un contexto marcado por la polarización y la crispación, ¿cómo está afectando al humor?

En general, todas las tendencias se pueden ver primero en Estados Unidos. La política se polarizó mogollón a partir del trumpismo y surgieron los grandes foros conspiranoicos de derechas. Ya con George Bush el vicepresidente Dick Cheney empezó a financiar campañas en contra del calentamiento global y todo eso fue creciendo como una bola de la derecha y la ultraderecha. Que a su vez son quienes, cuando había sectores o minorías que se quejaban de que volvían a reírse de los gais o las mujeres, decían que eran políticamente correctos. La polarización está muy unida con el cambio climático y el humor.

Ahora parece que el cambio climático es una cosa de izquierdas, cuando la ciencia da una visión objetiva que tiene que ser aceptada por la derecha y la izquierda. Lo mismo ocurre con la libertad de expresión, y esto debería ser el punto fundacional y principal de la democracia. Tenemos que aislar a la ultraderecha. Porque si no podemos decir abiertamente ideas y crear sin miedo al qué dirán, no tenemos libertad creativa. Y a la vez, si el que lo recibe no tiene derecho a opinar qué le parece, tampoco hay una libertad de respuesta.

Necesitamos despolarizar el cambio climático porque quedarnos sin agua ni comida, que se inunden nuestras costas, se pierdan negocios por la falta de recursos y tengamos enfermedades; nos va a pasar tanto a los de derechas como a los de izquierdas. Ya lo está sufriendo todo el planeta. La ultraderecha siempre lo tomará como algo político, igual que los chistes. Defenderán que ellos tienen derecho a hacerlos de migrantes, homosexuales y mujeres; pero te perseguirá y denunciará si tú los haces sobre Dios, la religión, la patria o la bandera. Como nos ha pasado en Mongolia con la portada de Navidad, por la que nos ha demandado Abogados Cristianos.

¿Cómo puede alguien permitirse negar el cambio climático?

Es alucinante. Lo de Ayuso es muy peligroso porque ha entrado en una deriva... Hace poco reconoció el cambio climático, pero no que fuera por causas humanas. Pese a que todos los países, incluido España, han tenido que firmar los informes del Grupo de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) en los que se reconoció que se debía a la producción y la forma de vida contemporánea. Que una política niegue que es por causas humanas me parece del peor populismo y es muy peligroso, porque las personas como ella no van a tener vuelta atrás. Igual que habría que juzgar por delitos económicos por lo que pasó en la anterior crisis, va a haber que juzgar por delitos ecológicos a todos los políticos que han estado negando el cambio climático y lo siguen haciendo ahora.

Que una política como Isabel Díaz Ayuso niegue que el cambio climático sea por causas humanas es muy peligroso y del peor populismo

¿Vamos a peor?

Sí. Y cada vez tenemos menos tiempo. Tendría que haber un pacto de Estado. Igual que en democracia los políticos no deberían hacer apología de regímenes que han sido dictatoriales y asesinos, de la misma manera no deberían negar el cambio climático. Porque no se trata de libertad de opinión, es una realidad científica que está costando vidas. Cuando se habla del salto a la valla de Melilla no caemos en la cuenta de que gran parte de los movimientos migratorios que está habiendo vienen por el cambio climático.

De zonas que eran mucho más sensibles a él y empezaron a padecer primero las sequías, que llevaron a grandes hambrunas. En ese contexto, ¿qué hacen? Se van a los países donde el clima les permite todavía tener recursos; que a su vez son los que han producido el cambio climático. Negarlo me parece de un cinismo y de una falta de humanidad que, en democracia, no deberíamos dejar que esa gente participe. Son un peligro.