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La crisis revela las debilidades de una música clásica viva gracias a lo público y que expulsa a los músicos 'freelance'

El impacto del coronavirus en el sector de la música ha puesto de relevancia la fragilidad de una industria particularmente sensible a los estragos de la crisis y con una creciente dependencia de uno de los ámbitos más afectados: el directo. La cancelación o modificación de actuaciones en vivo ha arrastrado a gran parte de sus profesionales a una situación de extrema vulnerabilidad marcada por la incertidumbre en torno al futuro del sector.

Ante esta coyuntura, el movimiento Alerta Roja aglutinó el pasado 17 de septiembre a artistas, productores y asociaciones para alzar la voz por lo que consideran una respuesta insuficiente por parte del Gobierno dada la urgencia de un sector al borde del colapso. Una convocatoria bien recibida por parte de los profesionales de un gremio tradicionalmente fragmentado en sus reivindicaciones que, sin embargo, volvió a poner de manifiesto la desconexión entre las distintas realidades dentro del sector. Entre ellas, la música clásica destaca como el género con una idiosincrasia y modelo económico más particulares.

En ocasiones etiquetada como la música “oficial”, la especial protección por parte de las administraciones de un género, fundamentalmente el de la música sinfónica, vinculado a grandes y costosas producciones no ha evitado el daño de esta crisis sobre un sector ampliamente precarizado al margen de estos proyectos e instituciones de financiación pública.

Lo público como salvavidas

A diferencia de lo que ocurre en otros países como Reino Unido o Estados Unidos, donde instituciones como la MET de Nueva York han tomado la decisión de cancelar toda actividad hasta septiembre de 2021 y dejar sin sueldo a sus trabajadores debido a las pérdidas de la pandemia, la mayoría de las principales orquestas de nuestro país son públicas. Esta financiación estable ha permitido el mantenimiento de plantillas fijas de músicos que han seguido cobrando su sueldo a pesar de la cancelación, hasta hace pocas semanas, de prácticamente toda la programación de estas orquestas. Un parón que, no obstante, sí ha afectado a los ingresos derivados de su actividad habitual y la venta de entradas, dejando importantes consecuencias para el resto de trabajadores no fijos.

“Se ha hecho muchísimo esfuerzo para no cancelar, sino aplazar. Pero claro, lo aplazado no tiene doble contratación al año siguiente, con lo cual ahí hay un agujero irreversible para el sector”, explica a elDiario.es Raquel Rivera, gerente de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid, quien destaca el daño económico “no solo para los músicos, sino también para musicólogos, productores, diseñadores, imprenta… y toda la cadena de producción que orbita en torno a estas instituciones”.

“Lo perdido, perdido está. Espero que con la vacuna resurjamos como después de un incendio, pero el problema va a ser estructural, de la hipotética falta de financiación pública. Ahí es evidente que esta pandemia y sus consecuencias económicas se van a tener que pagar. Habrá que ser muy cautos y solidarios para salir de esto”, comenta Rivera.

Los músicos freelance: de la precariedad al desempleo

A la pregunta de quién está ya pagando los efectos de esta crisis a corto plazo, todos los profesionales del sector ofrecen una respuesta inequívoca: los músicos freelance.

A diferencia de lo que ocurría en la década de los 80 y principios de los 90, cuando la creación de nuevas orquestas públicas -la mayoría de ellas a nivel autonómico- requirió una importación de artistas extranjeros para cubrir la demanda, la actual oferta de profesionales formados en nuestro país ha convertido esta posibilidad en una opción remota para muchos de los músicos que cada año salen de los conservatorios superiores.

“Es una bolsa muy grande de gente, tanto para las oposiciones –que están congeladas-, como para plazas en orquestas. Por cada plaza que sale cada 5 años, o más, en una orquesta de Madrid se presentan en torno a 170 músicos de todo el mundo. Para una sola plaza”, comenta Alfredo Ancillo, hasta el confinamiento, violinista de refuerzo en la orquesta sinfónica de Madrid.

Alfredo es músico freelance, sin plaza fija en ninguna orquesta, conservatorio o escuela de música –“como prácticamente toda la gente que conozco”-. Dependiente de contrataciones temporales para reforzar plantillas fijas o conciertos puntuales de proyectos privados, denuncia la inseguridad laboral y la precariedad de contratos: “En estas orquestas a los freelance, si tienen la suerte de que te den de alta, es solo el día del concierto, ni siquiera en los ensayos. Yo he estado así tres temporadas, te atas a cualquier cosa que puedes.”

“Los músicos somos el elemento más dañado del sector. Hemos estado sin cobrar todo lo que no hemos podido trabajar”, lamenta Alfredo, quien explica que, en su caso, ha podido sobrellevar el daño del parón y la reducción de plantillas gracias a los conciertos de verano con su cuarteto de cuerda y una pequeña ayuda por parte de la AIE (Asociación de Intérpretes y Ejecutantes). 

“Las orquestas no oficiales son privadas, y rara vez tienen algún tipo de subvención o ayuda en situaciones como esta, en la que prácticamente todas están paradas. Ese es el déficit estructural del sector en este país. La gente lo está pasando muy mal. Muchos compañeros han tenido que irse fuera o trabajar otra cosa, como en un almacén de Amazon”, comenta. Es el caso de David, trompista de refuerzo de la Sinfónica de Madrid, musicales y orquestas privadas que ya prepara unas oposiciones para auxiliar administrativo: “Todos estamos buscando otras salidas. Los cachés van a ir a la baja, porque estamos desesperados. Pero la bajada fundamental ahora es que no hay trabajo, no hay nada”.

Una recuperación incierta

Rafael Ortega Basagoiti, crítico y divulgador musical en la revista Scherzo, apunta a orquestas “abocadas a la desaparición” en caso de que el parón se prolongue más de lo previsto. “La repercusión va a estar muy ligada a la duración de la crisis, pero si esta se alarga puede ser realmente dramática y que haya quien literalmente no pueda levantar la cabeza”, afirma Ortega, quien no descarta que estos problemas de supervivencia afecten incluso a aquellas orquestas de titularidad pública.

Desde la Asociación de Españolas de Orquestas Sinfónicas (AEOS), su presidenta, Ana Mateo, en conversación con elDiario.es descarta esa posibilidad, aunque sostiene que la pandemia “ha subrayado las deficiencias y cuestiones endémicas del sector” y de un sistema que “no debe de ser reinventado, pero sí revisado”. “Nuestra estabilidad no debe basarse en aforos, sino en revisar el modelo y en el apoyo público que nos permita sobrevivir”, comenta. 

Más modelo público como respuesta a la crisis

Este mantenimiento de la financiación pública resulta clave también para Andrés Lacasa Nikiforov, gerente de la Orquesta Sinfónica de Galicia y miembro de AEOS. “Muchas orquestas sinfónicas corremos el riesgo de perder en un año todo el trabajo e inversión que llevamos construyendo décadas”, advierte Lacasa, para el que “de no revertirse la reducción de programación y plantillas, tendrán un efecto devastador sobre el tejido musical”.

“Creo que esta pandemia ha demostrado que un sector público fuerte siempre va a proteger más y mejor a las instituciones culturales, aunque siempre se debe mejorar y ampliar la colaboración con entidades privadas para sostenimiento óptimo de estas”, comenta Lacasa, quien valora positivamente la reacción de las administraciones públicas hasta el momento y espera que “se mantenga la dinámica”.

Una perspectiva que la gerente de la ORCAM, Raquel Rivera, matiza apuntando que las posibles consecuencias en cuanto a pérdida de financiación aun no han podido percibirse, dado que “estamos en el mismo ejercicio económico y la financiación sigue llegando porque dependemos de la Ley de presupuestos”.

En cuanto a la respuesta a través de medidas concretas para paliar la crisis por parte del Ministerio, Rivera también se muestra más crítica. “Llegan tarde y con unas formas que tal vez no han sido las más eficaces y las que activan el motor económico”, afirma la gerente, quien pone el foco de la recuperación en “una negociación sobre impuestos directos e indirectos que ahora mismo la cultura no se puede permitir”.

En este sentido, Félix Palomero, director técnico de la Orquesta y Coro Nacionales de España, achaca sin embargo al “limitado margen normativo en el que nos movemos” estas posibles deficiencias en la respuesta del Ejecutivo, y pone en la tan reclamada protección laboral de los profesionales el foco para una recuperación sólida. “Lo esencial es el desarrollo del Estatuto del Artista, aprobado por el Congreso, donde se dé cabida a la singularidad de los oficios artísticos, la temporalidad y la intermitencia”, apunta Palomero a preguntas de elDiario.es, señalando además al “reconocimiento desde el orden fiscal y laboral de todas las personas que trabajan en la cadena de valor del directo” como un aspecto clave a tratar en el contexto actual.