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Ibon Errazkin, el músico que huyó del rock: “El camino no es fácil y cada cual tiene que asumir lo que es”

En una ocasión, Lydia Lunch dijo esto: “Tienes que saber quién eres”. Ibon Errazkin, que es quien trae la cita a colación durante esta entrevista, empezó a tener claro quién era con su primer grupo musical. “Siendo muy jóvenes, Aventuras de Kirlian ya vimos que las cosas que nos interesaban no tenían mucho éxito, nos dimos cuenta incluso antes de sacar un disco. Es algo que asumes. Luego sigues adelante porque si no, te vas a llevar muchas decepciones. Saber quién eres es fundamental para saber qué esperar, de qué eres capaz y qué expectativas tener”. Han pasado más de treinta años desde que Aventuras de Kirlian comenzaron su breve andadura, y unos pocos menos desde que, de su ausencia, surgiera Le Mans, parte esencial del microcosmos sonoro conocido como Donosti Sound. Este 29 de noviembre, Errazkin publica su cuarto álbum en solitario, una colección de piezas instrumentales titulada Claros del bosque (Elefant Records).

En todo ese tiempo, Errazkin ha ido creando una música cambiante, que evoluciona y se expande en diversas direcciones, pero que siempre le es fiel, tanto si graba discos en solitario como si trabaja con Teresa Iturrioz en Single. Su discografía ―que además contiene producciones y colaboraciones con artistas como Ana D, Nosoträsh, Fangoria, Garbanzo, Murky, Pez, Carlos Berlanga o Corazón― es tan rica en ideas y retos como humilde es su responsable. “Yo creo que está bien ser humilde y tengo muchos motivos para serlo. No vivo de la música así que la necesidad de hacerla tiene que venir de algo que me estimule. Por eso voy probando cosas y es cierto que, cuando ya he hecho algo unas cuantas veces, quiero probar algo distinto”.

Un libro de María Zambrano le sugirió el título para su nuevo disco. Claros del bosque, como sus predecesores, es completamente instrumental. Si su obra anterior, Foto aérea (2018) nació inspirada por una exposición de David Hockney, este empezó a cobrar forma a medida que el músico contemplaba el jardín vertical de la fachada de la sede de CaixaForum en Madrid. Pensó entonces crear una pieza musical que fuese el equivalente a esa forma de vergel. Y nació una composición larga, sesenta minutos, que verá la luz en febrero ―sin ninguna vinculación con el centro de arte― y que se llama Nubes y claros. “La estaba terminando y se me ocurrió la idea de extraer fragmentos que podían funcionar de una manera independiente y convertirlos en ”canciones pop“. Era una parte que me gustaba mucho y que, si únicamente formaba parte de la pieza original, quizá la escuchara muy poca gente”.

En Claros del bosque, las músicas no están sujetas a una estructura. Carecen de los elementos ―estribillos, estrofas― que hacen reconocible a una canción. “Eso es algo que llevo un tiempo queriendo evitar. Busco que las canciones sean algo que nunca vuelve a su principio y que no tiene resolución”. Discurrir es el verbo clave en este disco, hecho de composiciones que fluyen ―con títulos como El río, Nubes, Olas― y que ayudan a perderse en el claro de un bosque imaginario. Sin percusión, porque esta música lo que quiere es flotar y moverse sin un rumbo claro, “como un pensamiento”.

“He llegado a la abstracción por rechazo a lo que he hecho antes. Tenía la necesidad de descubrir posibilidades más allá de la canción pop”. En realidad, Errazkin nunca ha sido un creador musical al uso. Él achaca eso a su estilo, el cual empezó a definirse de muy joven, un estilo que, como se puede ver en Aventuras de Kirlian, Le Mans y Single, ya nació alejado de los parámetros más habituales de la música pop y, sobre todo, de los mandatos del rock. “Hace poco escuché el segundo álbum de Felt, uno de mis grupos favoritos, que tiene muchas partes instrumentales. La manera de tocar del guitarra, Maurice Deebank, se me pegó. El estilo son esas cosas, ciertas pequeñas costumbres que coges cuando estás aprendiendo y que luego te hacen reconocible. Borges decía que cada cual escoge sus influencias. Entiendo eso como que, cuando te gusta una música determinada o un autor, en realidad eso ya lo llevabas dentro; tarde o temprano ibas a llegar ahí”.

Las influencias de Errazkin son muchas y muy diversas, y durante la conversación surgen nombres como los de John Barry o Annette Peacock. Pero hay un capítulo musical con el que se identifica especialmente, ese conocido como postpunk, en la que el lenguaje de la música pop empezó a mirar en otras direcciones. “Durutti Column, Eyeless In Gaza, Joy Division, Cabaret Voltaire, The Slits, Young Marble Giants... Todavía compro discos de esa época a pesar de lo mucho que ha llovido desde entonces. Esa música la veo muy vigente. Aportó algo muy interesante y eso fue que cuestionó mucho al rock. La gente se abrió a músicas distintas y eso tiene connotaciones extramusicales porque se apostaba por unos valores distintos a los del rock, y se cuestionaron los estereotipos hipermasculinizados”, explica.

Esas nuevas escenas se interesaron por género como el jazz, la bossa o el soul. “No es casualidad que todo eso estuviera cercano a ambientes gais, negros o femeninos”, señala. Pero a pesar de todo eso, igualmente en esa época aparecieron “grupos como U2, era imposible escapar de ellos”. Y entonces volvemos al principio de la conversación, a su grupo primigenio Aventuras de Kirlian, a la sensación irreversible de que hay música que en este país ni siquiera es para minorías, si no que está destinada a ser de culto: “El camino no es fácil para nadie. No creo que para ninguna banda sea fácil vivir de la música. Tienes que hacer determinadas cosas para mantenerte visible, sin aburrirte tú y manteniendo el interés del público. Cada cual tiene que asumir lo que es”.

Ibon reconoce que hubo un momento, unos años después de que él y Teresa Iturrioz hubieran creado el grupo Single, que se plantearon intentar llegar a más gente. “Dijimos, 'vamos a hacer esas cosas que normalmente no hacemos', esforzarnos un poco para llegar al público grande. Pero no hay ninguna diferencia. Tenemos un techo y forzar eso es muy complicado”. De ahí que Single se active también de manera muy intermitente. Su último álbum, Hola, apareció en 2020, pero Errazkin dice que ahora mismo el dúo no tiene planes: “Estamos parados”.

Lo que sí se mantiene, como cada vez que Errazkin ha hecho un disco solo o en compañía de otros músicos, es su relación artística con Javier Aramburu, que firma el diseño de Claros del bosque. “A estas alturas no me imagino un disco mío sin una portada suya. Siempre tengo un poco de miedo cada vez que le voy a pedir una portada porque hace tiempo que dejó de lado los diseños para centrarse en la pintura. Pero sigue haciendo tanto las portadas de Single como las mías. Nos trata con mucho cariño y la verdad es que se lo agradezco”, señala sobre el artista plástico con el que, en su faceta musical, fundó el grupo Family, con el que compartió aquella escena del llamado 'sonido Donosti'.

Errazkin lleva años ganándose la vida como traductor. Últimamente se ha especializado en libros de música. Entre ellos, las memorias de Jayne County en Colectivo Bruxista, las de Bobby Gillespie de Primal Scream en la editorial Contra o, más recientemente, Superestrella de las calles, el libro sobre Lawrence, fundador de sus amados Felt (en la misma editorial). Sus traducciones son meticulosas y eruditas, algo con lo que no siempre cuentan este tipo de publicaciones. Él dice que le cuesta trabajo creer que esté ganándose la vida con un trabajo que le satisface tanto. Un círculo se cierra, aunque las canciones siguen discurriendo como agua que simplemente va, sin que importe hacia dónde se dirige. Lo que importa es el sonido que emite mientras fluye.