Comienza el ensayo. El espacio es a cuatro bandas en el fondo del escenario se oye un ruido de idas y venidas, actores, responsables de vestuario, técnicos. Hoy toca ensayar y fijar movimientos del Coro de Jóvenes de Madrid, una docena de chicas y chicos en torno a la veintena que acompañan con su presencia y su canto toda la obra y hay que pautar bien los movimientos en escena. Andrés Lima anda como pez en el agua en el ensayo, feliz entre tanto caos. Arregla cuellos y abotona casacas de los actores -todos interpretan hasta a diez personajes distintos-. Les da confianza, dirige sin un grito, habla con todos. En un momento hace un aparte y dice a este periódico: “Se lo digo a los actores que se están volviendo locos, 'tenéis que navegar en el caos, hay que ser armónico en el caos'”. Estamos en 1936, la nueva obra del Centro Dramático Nacional que aborda la Guerra Civil española, puro ejercicio de memoria histórica que no va a agradar a todos.
De repente unas imágenes colosales del símbolo de Falange y de José Antonio Primo de Rivera inundan los laterales del teatro. Dos jóvenes falangistas en escena están creando la letra de lo que será la canción del nuevo partido, el Cara al Sol. La escena la ha escrito Juan Mayorga. José Antonio, interpretado por Blanca Portillo, se sube a una tarima y hace cantar al coro de jóvenes la canción. Comienza Portillo a decir el famoso discurso de José Antonio en la fundación de Falange Española en el Teatro de la Comedia de Madrid el 29 de octubre de 1933. Aquellas palabras que resuenan en lo profundo del cerebro de cualquier español: “Queremos, por último, que si esto ha de lograrse en algún caso por la violencia, no nos detengamos ante la violencia (…) no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la justicia o a la Patria”. La escena acaba con un sonoro: “Arriba escuadras a vencer que en España empieza a amanecer”.
Es un ensayo, pero aun así ya se puede mascar la fuerza que este creador ya demostró en las dos obras que anteceden a 1936: Shock 1 (El Cóndor y el Puma) en 2019 y Shock 2 (La tormenta y la guerra) en 2021, montajes que trataban con una previa y profunda investigación documental la dictadura de Pinochet en Chile y la instauración del régimen ultraliberal en tiempos de Reagan y Thatcher. Un espacio envolvente y un teatro donde la imagen y la música están bien presentes llamando a la emoción y donde los actores pasan del relato frío a la comedia ácida bajo un ritmo y una puesta trepidante.
Tras el ensayo, preguntamos a Andrés Lima sobre este proyecto que estará desde la semana próxima en cartel en el Teatro Valle Inclán hasta el 26 de enero. Mes y medio en cartel y tan solo quedan unas pocas entradas. Luego la obra hará una corta gira que terminará en abril. La compañía estará volviendo a casa justamente el día que se proclamó la Segunda República, el 14 de abril.
¿1936 es la tercera parte de Shock?
No, pero sí responde al mismo impulso de revisar la historia. Además, la guerra civil es nuestro gran shock. Pero la documentación es distinta. Menos periodística y más historiográfica. Hemos leído mucho y tenido muchos encuentros. Comenzamos hace dos años y medio con los talleres que hacemos en los proyectos de este tipo. Invitamos a gente y de esas charlas surgen las escenas. Hemos hablado con historiadores como Julián Casanova, Paul Preston, Ángel Viñas, Francisco Espinosa o Mirta Núñez. Ha sido apasionante. Ha habido mucha gente que ha aportado, como el abuelo del general Rojo, Andrés Rojo, que es un estudioso de su abuelo y de la Batalla del Ebro. Incluso gente de teatro que sabe mucho sobre el teatro de la época, como Emilio Gutiérrez Caba o Mario Gas.
Después de esa etapa comienza un proceso de escritura, donde ha colaborado con Juan Cavestany, Albert Boronat y Juan Mayorga. Y tras ese momento comienzan los ensayos, ¿es así?
Está todo más mezclado, los actores ya están en esos talleres, ahí ya se prueban cosas, incluso está también trabajando escenografía y vestuario. Así que en muchos casos ya hay un acercamiento a qué actor hace qué e incluso a cómo van a ir vestidos, por ejemplo. Pero sí, luego hay un proceso de escritura, cada uno va pidiendo escribir sobre algún tema tratado y ahí se va conformando la dramaturgia.
Cuéntenos algún ejemplo de quién ha escrito qué…
Cavestany tiene una escena sobre Franco que se llama La mano firme, trata sobre la visita del padre de Franco, Nicolás, que está documentada, en el que este va a pedirle dinero. Una escena bien íntima, casi fantasmagórica que recuerda a la visita del padre de Hamlet, pero con el humor de Cavestany. Albert Boronat ha escrito la escena que llamamos Lo otro, un hecho también muy bien documentado en el que el mismo 14 de julio de 1931 hay una reunión para tumbar la recién proclamada Segunda República. Yo he escrito el principio de la campaña del sur y Mayorga, por ejemplo, ha escrito esa escena que acabamos de ver de cómo se crea la canción de Cara al Sol en Falange.
Más de veinte escenas, tres actos, cuatro horas… ¿Qué tramo histórico abarca la obra?
Del 36 al 39. He intentado seguir el recorrido del ejército rebelde de una manera cronológica para mostrar lo que sucedió y después le doy la voz a varios de los protagonistas, como Azaña o Franco, que van recorriendo la obra. Lo que pasa es que hemos de hacer flashbacks para entender la conspiración de las derechas de tumbar la Segunda República desde el día que nació. Se nombran aspectos que pasaron en la República como la revolución social y agraria que hizo, por ejemplo, que en Extremadura hubiera muchísima colectivización de tierras. Era necesario para entender la escena de la masacre de Badajoz, ya que aquella atrocidad fue consecuencia directa de esa colectivización, fue una reprimenda para decir: “Esto no se hace”. Los fusilamientos en masa que se llevaron a cabo son un ejemplo del terror desplegado de manera fría por la derecha, algo que incluso el general Mola dejó por escrito.
¿Qué es lo que le ha movido para meterse en un proyecto de este calado?
Varias cosas. La primera era contar nuestro shock, una guerra que está mucho más cerca de lo que pensamos. Además, queríamos contar una historia que nos ha sido descontada. Primero por la historiografía franquista, que dio una imagen muy falsa de todo aquello. Y luego con la Transición, donde se perdió el interés de mirar al pasado y se impuso de nuevo el silencio.
La historiografía franquista dio una imagen muy falsa de la Guerra Civil. Luego, con la Transición se perdió el interés de mirar al pasado y se impuso de nuevo el silencio
Pero en los últimos 30 años sí que se ha estudiado la Guerra Civil desde otros puntos de vista, ¿no cree?
Sí, pero con bastante dificultad. Todos los historiadores nos han transmitido que han tenido muchos problemas en indagar en archivos policiales y militares, y que muchísimos documentos fundamentales han desaparecido. Además, esa labor de los historiadores no ha llegado al público de manera mayoritaria. La Guerra Civil se sigue sin estudiar en el colegio, creo que hay mucha gente que puede acercarse a la obra y conocer cosas que ignoraba.
Decía que hay una tercera razón…
Sí, claramente el resurgimiento de los fascismos. A Meloni, a Milei y a Trump les habrán votado en las urnas, pero tienen proyectos que, si bien no son fascismo del siglo XX, se siguen basando en la búsqueda de un estado totalitario en donde se deposita la confianza en una figura suprema que supuestamente nos va a arreglar la vida. Proyectos políticos que si bien están dentro de un sistema plebiscitario, no creen en él y quieren acabar con derechos de los ciudadanos. Eso me tiene asustado.
Trabajando sobre esa época, ¿hay momentos en que le recuerdan a lo que pasa hoy?
En muchos momentos de la función me inunda una profunda tristeza porque lo veo demasiado cerca. El discurso de José Antonio, hoy lo veo y lo escucho en Vox. Muchas de las reflexiones de Franco, cargadas de nacionalcatolicismo, las escucho en la derecha española. Entonces había cerca de un 60 % de analfabetismo, es diferente la base cultural que tiene este país ahora, pero todo está demasiado cerca. Todo suena demasiado familiar.
¿Cree que le van a acusar de una visión no equilibrada?
Seguramente. Pero tengo claras varias cosas. Una vez que se origina la guerra, la violencia se extiende por todas partes, pero la violencia sistemática del ejército franquista fue mucho más organizada y dura, algo que las cifras que se manejan hoy en día demuestran de manera nítida. Y, sobre todo, ¿quién dio el golpe de Estado? ¿España habría tenido casi un millón de personas fallecidas si no hubiera habido golpe de Estado? Pues evidentemente no. Se cortó la historia democrática de este país y se intentó imponer por las armas y el terror un régimen.
¿Teme reacciones airadas?
Todavía hay gente a la que le parece que estuvo muy bien el golpe de estado del 36. Para ellos, por supuesto, estará todo desequilibrado. Pero todo lo que hacemos está basado en historiografía documentada, nos hemos ceñido a lo que pasó y a lo que dicen los protagonistas. Aunque, evidentemente, yo tenga un punto de vista.
¿Cuál es?
Mi posicionamiento es antifascista, que es el que he tenido siempre. No vengo para satisfacer a seguidores de Twitter ni de la historia. Aborrezco y me da miedo el uso de la violencia por parte del fascismo, de viejo cuño y de nuevo cuño. Si viene alguien de un pensamiento contrario a ver la obra, pues la puede rebatir y nos podemos tomar una caña en el bar y hablarlo. Creo en el diálogo. Otro asunto es que luego en vez de dialogar quieran echarte un bote de pintura encima o darte un golpe.
Repite en la obra con Willy Toledo, ¿qué momento destacaría suyo en la obra?
Con Willy me une todo Animalario (la compañía en la que estuvieron ambos durante más de diez años). Es un actor extraordinario. Ayer estaba mirando el paso del primer acto y pensaba, qué cabrón, está bien en todo. Pero hay algo muy bonito. Willy es una persona que se significa por tener unas ideas que levantan pasiones contrarias y afines. Y esta obra interpreta a Yagüe, uno de los generales más salvajes del ejército de Franco, y lo hace con una elegancia, sin juzgarlo nunca, algo que te permite ver cómo era realmente.
Juan Vinuesa hace de Franco, luego tienes a dos de las grandes de la escena como María Morales y Natalia Hernández, y en los ensayos que hemos visto destaca Alba Flores.
Alba tiene tanta hambre de teatro, y una capacidad… Es una pedazo de artista con un nivel de compromiso insuperable. Y tiene unos genes muy buenos, canta y pasa de ser el general Rojo con bigote a ser Celia Gámez supersexy o a encarnar a la Pasionaria. Eso no todo el mundo lo puede hacer. Alba es joven, pero realmente es mucho más joven que la edad que tiene, hace todo como si fuera la experiencia más importante de su carrera, y eso es maravilloso. También está Morris, que le digo una cosa y hace la contraria, pero lo que hace está mejor. Y Paco Ochoa, que es el mayor camaleón que he conocido en mi vida teatral. Aquí hace de George Orwell y tiene un acento perfecto. No tiene ni idea de inglés y, sin embargo, clava el acento, podría hacer todos los personajes de la función. Es un Ferrari hecho actor.
¿Cómo acaba la obra?
Con una escena que no te voy a contar, no por nada, sino porque es una sorpresa. Es muy bonita, se llama La Fosa. Hay un salto hasta hoy. Acaba en el presente.