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Guillem Balboa, alcalde, negro y catalanoparlante

Guillem Balboa

Angy Galvín

La historia vital de Guillem Balboa (Guinea Ecuatorial, 1965) está marcada por las luchas de liberación nacional. El anterior alcalde de Alaró -fue el primer alcalde negro en la historia del archipiélago- llegó a las Islas Baleares hace 49 años huyendo de la persecución política de la minoría bubi, que pasó a ser el chivo expiatorio de la nueva dictadura surgida tras la independencia de Guinea Ecuatorial (1968), antigua colonia española. El padre de Balboa, uno de los principales líderes de los bubis, luchó por la independencia de la isla de Bioko, de la cual la familia de Balboa es originaria. “Mi isla siempre ha tenido una reivindicación de independencia respecto al continente porque Guinea es un país que se inventó España: tenía dos territorios conquistados y los juntó por una cuestión de comodidad administrativa”, comenta.

Por aquel entonces, su padre estaba formándose en España y pidió a su mujer, su hijo y su hija que se fueran hacia Mallorca, donde por casualidad tenía varios conocidos. Tras un viaje de 20 días en un barco mercante, la familia llegó a la isla mayor. Balboa, periodista de profesión, es consciente de su condición de “migrante político”. Reconoce que la mirada de España hacia los migrantes ha cambiado con los años: del migrante como “anécdota” y “motivo de caridad cristiana” al migrante como “ladrón de empleos”. El aumento del número de migrantes en las últimas décadas y los motivos económicos de las migraciones han sido claves, según Balboa. “Yo llegué en una época en que España era gris, húmeda, ingenua; y Mallorca era muy tradicional y cerrada”, recuerda el alcalde. “La mirada hacia el indígena era paternalista, al estilo de los cómics de Tintín: éramos unos pobres negros”, añade.

Balboa cree que la España actual es distinta, pero continúa siendo racista: “Hablamos mucho de la pluralidad, pero la practicamos poco”. Las críticas del alcalde no se dirigen únicamente hacia la intolerancia con las comunidades de migrantes, sino también hacia las dificultades de España para “asumir la pluralidad interna”: “Las distintas naciones siempre han sido folklorizadas. La diversidad es vista como una anécdota simpática, como una realidad a tolerar”. Balboa evita definirse como independentista catalán, pero defiende el derecho de autodeterminación de “todos los pueblos”. Los medios de comunicación de las islas -y los rivales políticos- han comentado ampliamente el posicionamiento nacionalista de Balboa, quien habla en catalán por una “cuestión de normalidad”. “Uso el catalán porque tendría que ser normal hacerlo, Mallorca es catalanoparlante”, alega.

“Si te plantas con un político negro y que se empeña en hablar catalán, te preguntas: '¿Y este por qué no es normal?”, ironiza Balboa. “A mí me dijeron textualmente: 'Encima de negro, hablas catalán. Hay que ser desgraciado”, recuerda. Balboa explica que, dentro la lógica de este “tipo de personas”, ser negro es un “hándicap”: “Es como decir 'qué mala suerte, has nacido negro, pero no te compliques la vida hablando catalán, lo haces para tocar las narices”. Aunque la mayoría de su experiencia vital “se ha desarrollado en Mallorca”, reconoce que “a mucha gente le ha costado asumir” el hecho de que se defina como catalanoparlante o de que milite y desempeñe cargos en un partido soberanista (Més per Mallorca).

El antiguo alcalde de Alaró lamenta que, todavía, la sociedad española no sea consciente del racismo que existe. “Cuando te preguntan si en España hay racismo, esperan que les digas que no”, dice entre risas. “El problema es que no se entiende qué es el racismo, como tampoco se entiende qué es el patriarcado”, lamenta. Para él, la clave pasa por “deconstruir” el esquema mental que rige la normalidad en el mundo, basado en la perspectiva del hombre blanco, de mediana edad y heterosexual. Por ello, apoya las iniciativas antirracistas surgidas en el Estado español: “Me da envidia no participar en el actual movimiento de afroconciencia de la gente joven. Es un momento interesante para tener 25 años”.

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