Hace cuatro años la tierra tembló durante 35 segundos en Haití. Con el epicentro situado a 25 km de Puerto Príncipe, el seísmo de 7,3 grados en la escala de Richter se llevó más de 220.000 vidas por delante. El mundo se conmocionó. Pasado el tiempo, mientras más del 80% de la población sigue viviendo bajo el umbral de la pobreza y más de 170.000 personas continúan durmiendo bajo las carpas, los ejes de la reconstrucción se han centrado en el turismo de lujo, la minería y la creación de zonas industriales.
En Haití 100.000 casas fueron totalmente destruidas y algo más de 200.000 gravemente dañadas, lo que dejó a más de un millón y medio de personas sin hogar. La reconstrucción de viviendas parecía entonces una prioridad urgente. Y a pesar de la existencia de avances, no se ha completado con éxito .
Las infraestructuras públicas fueron también gravemente dañadas. A la imagen del palacio presidencial en ruinas, hay que sumar la destrucción del 60% de la infraestructura gubernamental. El 25% de los funcionarios en Puerto Príncipe fallecieron en el terremoto. El Estado haitiano, fuertemente debilitado tras años de injerencias internacionales, quedaba reducido de golpe a su mínima expresión. En la Conferencia de donantes de Nueva York, tres meses después del terremoto, se acordó reforzar el liderazgo del gobierno haitiano. Sin embargo, tan sólo el 1% de la ayuda de emergencia y el 16% de la ayuda a la reconstrucción se ha canalizado a través de administraciones haitianas.
“Han impuesto totalmente su propia agenda”, comenta Rolphe Papillon, periodista y ex alcalde de la pequeña localidad costera de Corail, mientras muestra una estructura que debía albergar un mercado, sin acabar, en el que la Unión Europea ha dilapidado dos millones de euros según los lugareños. “¿A quién preguntaron para construir este edificio? A la gente del pueblo desde luego que no”. La crítica generalizada al ninguneo de las prioridades del gobierno y la sociedad civil haitiana planea cuando se pregunta en Haití sobre la cooperación internacional.
El propio análisis del gobierno haitiano sobre la eficacia de la ayuda mostraba en marzo de 2013 que “los porcentajes de distribución de los fondos por sectores varia entre -100% (protección social) y +450% (transporte) respecto a las necesidades fijadas [por el gobierno]”.
Reconstrucción económica o 'el capitalismo del desastre'
Se calcula que los daños y pérdidas por el terremoto fueron de 7.800 millones de dólares, equivalentes a más del 120% del PIB del país. Cuando el punto de partida es el del país más empobrecido de las Américas, con una larga historia de injerencias económicas y neoliberalismo impuesto a sangre y fuego, la tarea de la reconstrucción económica se torna compleja.
“La reconstrucción en Haití después del terremoto se ha convertido en una vasta operación de capitalismo del desastre, que no busca socorrer a las víctimas, sino servirse de la catástrofe para hacer beneficios”, describe Boumba, activista de base de una lista interminable de movimientos sociales.
El concepto 'Capitalismo del desastre' lo popularizó Naomi Klein, autora de la 'Doctrina del Shock', quien, un día después del terremoto, publicaba cómo la Heritage Foundation (“una de las principales defensoras de explotar desastres para profundizar sus políticas pro-empresas”) no había tardado ni un día en afirmar que “la respuesta de Estados Unidos al trágico terremoto en Haití ofrece oportunidades para redefinir los largamente disfuncionales economía y gobierno haitianos”.
“¡La carrera por el oro ha empezado!”, afirmó el embajador de Estados Unidos en Haití en un cable de febrero de 2010 revelado por Wikileaks, un año después. Hablaba de los negocios que podían surgir de la reconstrucción en Haití.
El 76,7% del valor de los contratos concedidos por la Unión Europea en sus proyectos de reconstrucción en Haití durante 2010 y 2011 fueron entregados a empresas europeas. De forma similar pero aún más notoria, Estados Unidos tan sólo ha cedido el 1,3% del valor contractual de sus proyectos a empresas haitianas.
La atracción de la inversión extranjera es también una prioridad para el gobierno de Michel Martelly. Apadrinada por los Clinton, la estrategia “Haiti: Open for business”, se ha dotado de una serie de apoyos institucionales, de los que destaca el Consejo Presidencial Asesor sobre Crecimiento Económico e Inversión en Haití (PACEGI), del que forma parte el ex presidente español, José María Aznar. Su objetivo es “transformar Haití de un lugar para ‘hacer caridad’ a uno para ‘hacer negocios’”.
“Cuando el Gobierno habla de desarrollo, sigue el discurso del Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el FMI. Desarrollo económico es puro capitalismo, es el plan de la muerte, que gira en torno a tres ejes: minería, zonas industriales y turismo”, sostiene Orvild Lafontaine, periodista de Ayiti Kale Je, proyecto de periodismo de investigación que monitorea la reconstrucción en Haití.
Minería
“Aceptar la minería es aceptar la muerte”, sentencia Joseph, campesino de Terrier Rouge, en el norte del país. Cuenta cómo en los últimos meses la empresa canadiense Somin ha llegado con permisos de exploración emitidos por el gobierno, exigiendo acceso a las tierras. Muchos de los campesinos se han negado a firmar el acceso a sus tierras, “pero otros, sin información, sí están firmando”. La reunión, una de las cuatro organizadas en el norte y nordeste del país, y en las que se exponen los peligros de la minería de oro a cielo abierto, la ha organizado el Colectivo contra la Explotación Minera.
El gobierno ha otorgado ya medio centenar de permisos, principalmente a empresas canadienses y norteamericanas. “El Banco Mundial está detrás de la nueva ley minera que está a punto de aprobar el gobierno de Martelly, a pesar de la oposición del Senado”, afirma Alain, uno de los facilitadores del Colectivo. El Gobierno afirma que los recursos mineros en las montañas en Haití, sobretodo oro, pero también cobre o bauxita, aportaran recursos que pueden contribuir al crecimiento económico del país. Los campesinos piensan que si les quitan la tierra, para abrirla en canal, y les quitan el agua, les están quitando la vida. Y que las promesas de trabajo no llegarán para todos.
En un país con dos tercios de la población en paro o subempleados, la promesa de trabajo tiene una fuerza extraordinaria. Bajo ese propósito, el gobierno fomenta la minería, la construcción de unas 10 nuevas zonas francas industriales o la promoción de zonas turísticas de enclave.
Industria con condiciones laborales abusivas
La industria subcontratada, sobretodo por conocidas marcas estadounidenses como Levis o GAP, goza de acuerdos comerciales con Estados Unidos, dónde exportan en condiciones muy favorables productos textiles fabricados a bajo coste, conseguido gracias a unos sueldos de miseria y condiciones laborales cuestionables.
“Con 200 gourdes (3,3€) no me llega para dar de comer a mis hijos”, cuenta una trabajadora durante una manifestación en la que reclaman un salario de 500 gourdes (8,3 euros) al día y seguridad social. Ante la negativa del Gobierno de revisar el salario mínimo según sus demandas, las trabajadoras iniciaron en diciembre movilizaciones, cerrando las fábricas durante varios días.
Las zonas francas industriales son la propuesta estrella de la reconstrucción. Su proyecto insignia es Caracol. Se llevó 224 millones de dólares de los fondos para la reconstrucción, a pesar de estar situado a cientos de kilómetros del epicentro del terremoto, en una zona no afectada por el mismo. Se expropió a 366 campesinos de zonas fértiles para construirlo. De los 20.000 puestos de trabajo prometidos, se han creado 1,388.
El 'paraíso' del turismo
También bajo el hechizo de la creación de puestos de trabajo se fomenta la inversión extranjera en turismo. Laespañola Occidental inauguró hace un año el hotel de lujo Royal Oasis, en la capital del país. El complejo esta construido con los fondos de la Bush Clinton Haiti Foundation, recaudados para la reconstrucción del país.
Hay más. El gobierno haitiano ha puesto toda la carne en el asador para el proyecto turístico en Ile a Vache. Los campesinos están ya siendo expulsados de sus tierras para poder construir el aeropuerto que permitirá llegar a los hasta 10 resorts de lujo, el campo de golf y otras “amenities” que se quieren construir en este paraíso natural. La española Occidental ha presentado ya sus credenciales para participar en la inversión.
“Los proyectos de la reconstrucción ya vienen de antes, se aprovecha la coyuntura del post-terremoto, para conseguir los recursos y ponerlo en marcha”, afirma Boumba. Minería, zonas francas industriales, turismo de lujo y un naciente interés en la agroindustria para la exportación. Estos son los pilares de la reconstrucción de Haití.
Mientras, el 80% de la población sigue viviendo bajo el umbral de la pobreza, aún hay más de 170.000 personas viviendo bajo las carpas, y la sensación para muchos haitianos y haitianas es que la reconstrucción es un espejismo, o más bien un paraíso sólo accesible para unos pocos.
“Las semanas después del terremoto vivimos algo extraordinario. La reacción del pueblo haitiano fue asombrosa, igual que las muestras de apoyo que llegaron desde todos los pueblos. Se perdió una oportunidad única”. El economista Camille Chalmers lamenta que las posibilidades de reconstrucción real, de “refundación de un Haití desde y para los haitianos”, se hayan esfumado.