El BCE admite que subir los tipos de interés no bastará para frenar la inflación

Daniel Yebra

5 de noviembre de 2022 22:55 h

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El Banco Central Europeo (BCE) ha vuelto a endurecer su discurso. “Nuestras previsiones contemplan la posibilidad de una recesión suave en la eurozona, pero no creemos que esa recesión sea suficiente para domar la inflación”, avisó la presidenta de la institución, Christine Lagarde, el jueves.

La francesa ha sobreactuado en los últimos días para dejar claro que su prioridad era, es y será la estabilidad de precios. La preocupación por el crecimiento económico que mostró tras la última subida de los tipos de interés el 27 de octubre queda ahora en apenas un desliz. Y los gobiernos podrían verse maniatados en los próximos trimestres para aliviar el golpe de la crisis energética, exacerbada por la invasión rusa de Ucrania.

La primera prueba está en que el Euríbor ha vuelto a repuntar, tras amagar con una corrección en los últimos días de octubre, y enfila el 3%. Y hay que recordar que el índice de las hipotecas adelanta las expectativas de incrementos del 'precio' del dinero por parte del BCE.

No ayudó que el miércoles la Reserva Federal (Fed), el banco central de Estados Unidos, mantuviera la agresividad y llevara sus tipos de referencia al 4%. Un aumento que vuelve a abrir la brecha con la eurozona, donde están ya en el 2%.

Todas las previsiones apuntan a que Alemania o Italia sufrirán una contracción “leve” de la economía este invierno (y que España librará por poco). Que el BCE considere que “no será suficiente” para moderar las subidas de precios implica que el organismo se prepara para hacer más daño. Es toda una amenaza.

“Lo que está diciendo ahora Lagarde es el eco de lo que adelantó de la verdadera ideóloga del BCE, Isabel Schnabel, en representación de Alemania en el comité ejecutivo de la institución. Ella ya argumentó que estaban obligados a provocar una recesión todavía mucho más profunda”, recalca Carlos Martín Urriza, profesor y director del Gabinete Económico de CCOO.

“La subida de tipos es un parche que no va a solucionar el problema de fondo, que al fin y al cabo gran parte tiene que ver con la guerra de Rusia y Ucrania, y las distorsiones en las cadenas de suministros debidas a la COVID-19”, prosigue Virginia Rosales, profesora de Economía Aplicada de la Universidad de Granada.

La institución ha decidido ignorar que el encarecimiento de las hipotecas y de los préstamos no influye en los cortes del gas ruso o en la producción de petróleo en las dictaduras de Oriente Medio. O, al menos, no lo hará hasta que no ahogue definitivamente la demanda de familias, la actividad de las empresas y la capacidad de gasto de los estados.

De hecho, las decisiones de la institución restan espacio de respuesta a los gobiernos de la eurozona, pese a que medidas de choque como el tope al gas o los descuentos al transporte público han demostrado su eficacia para moderar la inflación. Incluso, el BCE ha cuestionado esta misma semana el diseño de un impuesto a los beneficios extraordinarios de la banca con el argumento de que puede impactar en la concesión de crédito de las entidades cuando la política monetaria de subida de tipos está dirigida a reducir la concesión de préstamos de los bancos.

Mientras, la mayoría de expertos coincide en que la revalorización del Ingreso Mínimo Vital (IMV), del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), de las pensiones o las ayudas directas a los hogares y a las empresas más vulnerables son las mejores actuaciones para aliviar el daño de las subidas de precios. Y para todo esto es necesario que no sufra la recaudación, ni el mercado laboral, ni el poder adquisitivo...

“La política monetaria se está oponiendo a la alternativa de política económica de establecer topes de precios allí donde está la raíz del problema, en la energía, y también en los alimentos”, añade Carlos Martín Urriza. “La estrategia actual favorece a los mercados financieros, a la especulación y a Alemania, que es acreedora neta de deuda y que tiene margen para pagar más caro. Y que está pactada con Francia, a cambio de que nunca se disparará su prima de riesgo”, concluye.

Virginia Rosales incluye otra perspectiva: “Hay que tener en cuenta que si la Fed sube mucho los tipos y aquí no hacemos nada, entonces tendremos fuga de capitales. Por lo tanto, la política monetaria está ante un equilibrio muy complicado”.

“Mientras que no es posible resolver la guerra con tipos de interés, si es muy probable que, por el contrario, estas afecten negativamente la inversión productiva en el Viejo Continente, potencialmente exacerbando la escasez de suministro. El incremento del 'precio' del dinero en este contexto constituye una forma de racionamiento, que favorece a aquellos con ahorros a costa de personas de bajos ingresos. Otras formas de racionamiento fuera del ámbito de política monetaria serían más oportunas”, considera, por su parte, la economista Patricia Pino.

Vuelve a imponerse la 'receta' ortodoxa

“El riesgo de recesión ha aumentado”, volvió a admitir Lagarde este viernes. Pero, “la evidencia histórica sugiere que no deberíamos esperar que la desaceleración del crecimiento haga mella significativa en la inflación, al menos no en el corto plazo”, incidió.

Y por fin desveló su verdadera conclusión: “Dado que es probable que la inflación se mantenga alta durante un período prolongado, debemos monitorear las expectativas de inflación y las negociaciones salariales con mucho cuidado para asegurarnos de que el crecimiento de sueldos no se estabilice persistentemente en niveles incompatibles con nuestro objetivo [2%]”.

El BCE es capaz de admitir una histórica pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores y aun así recurrir al manual ortodoxo que insiste en atacar la demanda para bajar la inflación. Incluso se permite observar que “las empresas mantienen, y en algunos sectores incluso aumentan sus márgenes de beneficio [la capacidad convertir en ganancias los ingresos]”.

“La razón es que cuando la inflación es alta en todas partes y la oferta es limitada, las empresas pueden transferir más fácilmente los aumentos de costes a los clientes sin perder participación de mercado frente a sus competidores”, añadió Lagarde este mismo viernes.

“El BCE está muy presionado por las autoridades monetarias holandesas y alemanas, principalmente, y de algunos otros países. Esto lo hemos visto mil veces. Es la repetición de la misma jugada. Es una concepción absolutamente chata, donde las medidas dicen que pretenden crear una recesión, pero en el fondo están implicando que se camine hacia una recesión”, lamenta Enrique Palazuelos, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid.

“Es cuestión de tiempo que el BCE se muestre impotente para hacer frente a la inflación del shock de la oferta por la energía y los cuellos de botella del comercio global. Así que creo que necesitamos un debate democrático mucho más matizado sobre esto, y ser muy críticos con la idea de que más aumentos agresivos de tipos son una política inteligente”, incide Philipp Heimberger, economista del Instituto de Estudios Económicos Internacionales de Viena, en una entrevista publicada recientemente.