La cicatriz del paro: un estudio demuestra que quien sufrió desempleo es más pesimista y consume menos que la media

Daniel Yebra

22 de febrero de 2024 23:04 h

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Un estudio académico publicado recientemente en la American Economic Journal ha puesto cifras a la “cicatriz” que el paro deja en los trabajadores. Los investigadores Ulrike Malmendier y Leslie Sheng Shen han concluido que las personas “que han vivido tiempos económicos difíciles son más pesimistas sobre la pérdida del empleo y sobre sus ingresos en el futuro y, por lo tanto, [una década después] gastan menos que otros trabajadores con el mismo sueldo y riqueza”.

Exactamente, la investigación calcula que “un aumento de una desviación típica tanto en las experiencias personales de desempleo como a nivel macroeconómico se asocia con un descenso de entre el 0,92% y el 1,85% en el gasto total de consumo anual [dependiendo de distintas circunstancias sobre el tiempo en paro, el puesto de trabajo que se encuentra después o la edad]”. Sus resultados se basan en distintas fuentes estadísticas de Estados Unidos, pero se pueden extender a otras economías desarrolladas, como la de España.

Tomando como referencia un mismo sueldo de 25.000 euros anuales, en la media de lo que se cobra en nuestro país, esta relación indica que una persona que acabó en el paro en la gran crisis financiera en 2008 gasta hoy hasta 462,5 euros menos respecto a un trabajador con las mismas condiciones que no perdió su empleo y no vivió en sus carnes las consecuencias del estallido de la burbuja inmobiliaria.

“¿Quiero hipotecarme? Pues tengo mucho miedo”

Un ejemplo es el de Javier, de 36 años. En 2012, le echaron de la planta de Zanussi de Alcalá de Henares (Madrid). Llevaba trabajando en esta fábrica de electrodomésticos 6 años, con una buena nómina, hasta que la empresa decidió cerrarla. “Claro que me da respeto [tomar decisiones económicas]. He tardado mucho tiempo en conseguir volver a tener estabilidad, prácticamente hasta ahora”, dice.

Tras agotar el paro, “pasé por varias empresas en las que se han aprovechado de los contratos eventuales. Cuando llegaba el momento de hacerme fijo, me despedían y lo único que me decían es que trabajaba bien y que les hubiera gustado que continuase, pero que los de arriba son los que mandan”, relata. “Y pasados 6 meses me volvían a llamar”, prosigue.

“Un tiempo de espera en el que no puedes esperar porque no tienes seguridad de nada y tienes que seguir buscando. Y las ETT (Empresas de Trabajo Temporal) son otro mundo aún peor. En el que la incertidumbre puede venir con contratos diarios, semanales, mensuales... Sin saber lo que pasa al día siguiente. Sin poder ponerte malo porque sabes que significa que no te renovarán el contrato”, recalca.

Ahora, que vuelve a ser indefinido: “¿Quiero hipotecarme? ¿Creo que no me va a faltar un sueldo al mes siguiente? Pues tengo mucho miedo. Lo positivo es que aprendes a no derrochar dinero y si, por suerte, vas de un trabajo a otro, puedes vivir bien. Eso sí, olvídate de vacaciones, playa, verano... Olvídate de lo que hace la gente con 'trabajos normale'. La eventualidad sirve para eso”, confiesa.

“Estas experiencias pasadas [de desempleo] también predicen un pesimismo persistente sobre las condiciones financieras futuras, aunque no predicen los ingresos futuros reales y predicen, si acaso, aumentos de la riqueza futura [por el mayor ahorro]”, incide el estudio de la American Economic Journal.

Carla, valenciana de 34 años, está en paro actualmente. Lleva sin trabajar regularmente algo más de un año, y aunque comenta que cuenta tanto con su pareja como con su familia para afrontar los gastos del día a día, cuando tiene algún trabajo puntual “y gano algo, la verdad es que ahorro, porque no sé cuándo voy a volver a ganar dinero. Pero también dedico una parte al ocio, a actividades culturales o a viajar, que es como lo tengo pactado en casa”, expone. “Soy pesimista en que nunca voy a tener un trabajo estable. Pero no pienso tanto en el dinero porque mi situación familiar es buena y porque, si lo hiciera, estaría llorando todo el día”, concluye.

Dos crisis diferentes

“Esa reflexión [la de la investigación] en sentido contrario es la que estamos haciendo a raíz de los cambios laborales de los últimos años, que han dotado de certezas y seguridades a los hogares, y les ha permitido aguantar y atravesar mejor la crisis (resiliencia)”, reflexiona Luis Zarapuz, experto del gabinete económico de Comisiones Obreras (CCOO). En el mismo sentido, Ulrike Malmendier y Leslie Sheng Shen apuntan en su investigación que “lo contrario ocurre con la exposición prolongada a épocas de prosperidad: los consumidores que han vivido sobre todo épocas de bonanza en el pasado tenderán a gastar más que otros con los mismos ingresos, patrimonio y características demográficas”.

A la macroeconomía le sienta bien la microeconomía”, resume Luis Zarapuz. Una afirmación que corroboran los datos. El gasto de las familias tardó 45 trimestres (algo más de 11 años) en recuperar el nivel previo a la crisis de 2008, según la Contabilidad Nacional del INE, de la que se extrae el PIB (Producto Interior Bruto). Después del estallido de la burbuja inmobiliaria se llegaron a destruir más de tres millones de puestos de trabajo y la tasa de paro superó el 25%. Es decir, una de cada cuatro personas que quería un empleo, no lo encontraba.

En cambio, tras el shock de la pandemia, en 2020, han sido necesarios 16 trimestres (4 años, como se puede apreciar en el primer gráfico de esta información) para que el nivel de consumo de los hogares haya regresado al mismo punto que en 2019. Principalmente, por la fortaleza del mercado de trabajo, favorecida por la reforma laboral de 2021 y por las políticas de protección de rentas, de las empresas (financiación pública de los ERTE, entre otras ayudas) y de los propios trabajadores (incremento del SMI o las bajadas de IVA de la luz y de los alimentos). Incluso, pese a la inflación.

“En detalle, el PIB español experimentó un crecimiento sostenido durante el último ejercicio, superando el promedio de la zona euro. Uno de los motores de este crecimiento diferencial fue el consumo privado, impulsado en gran medida por las dinámicas positivas observadas en el mercado laboral”, explica el último informe económico y financiero de EsadeEcPol.

“Mientras el consumo de los hogares aumentaba en 2023 un 2,8%, el consumo de bienes duraderos lo hacía en un 7,8% [más caros, como un coche, un electrodoméstico o tecnología], triplicando la tasa de crecimiento del PIB. Estas cifras muestran que, a pesar de un debilitamiento en la segunda mitad del año, la continua reducción del paro y la creación de empleo, especialmente en sectores de alto valor añadido vinculados a la digitalización y nuevas tecnologías, han fortalecido la capacidad de gasto de las familias”, añade este documento, publicado esta semana.

“Este fenómeno no solo ha sostenido el consumo, sino que también ha favorecido una percepción optimista del futuro económico, incentivando la adquisición de bienes duraderos que a menudo implican decisiones de planificación y endeudamiento”, continúa. “El buen desempeño del mercado laboral ha sido respaldado por la moderación de la inflación a lo largo del año” y por las subidas de los sueldos, en promedio.

“Sin embargo, el aumento del gasto privado no solo se explica por estas mejoras del mercado laboral y la remuneración de los trabajadores. A pesar del incremento en los tipos de interés, las cifras de crédito al consumo reflejaron un notable aumento a lo largo del último ejercicio. Parte de este crédito podría haberse utilizado para compensar la pérdida de poder adquisitivo derivada del aumento de los precios en los últimos dos años, especialmente en el caso de los hogares de menores ingresos”, finalizan desde el EsadeEcPol.

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