Los malos turistas son los demás: ¿estamos dispuestos a dejar de ser parte del problema de la turistificación?
El deterioro del medio ambiente, la expulsión de los vecinos de sus propias ciudades o la explotación laboral son solo algunos de los efectos negativos, ya innegables, de la turistificación. Así que hace unos cinco años, Aurora (57 años) decidió cambiar su forma de viajar para no ser parte del problema o, al menos, no tanto. Si bien no ha dejado hacer las maletas, coge el tren en lugar del avión para contaminar menos y ha espaciado sus desplazamientos relacionados con el ocio. Actualmente, tiene previsto visitar Nueva York junto a su hija y acaricia la idea de poner un pie en Argentina, pero seguramente deje esos planes para el 2025 o haga uno por año. En estos casos en los que la única opción viable (o razonable por cuestión de tiempo) es el avión, no duda en subirse a uno.
Ella trabaja en un banco sostenible, así que su entorno laboral propicia este tipo de reflexiones, que también comparte con sus seres cercanos. “Tengo amigos y amigas que ya apenas viajan si no es imprescindible. No solo por las emisiones, sino por el deterioro de los entornos naturales a causa del turismo. Tengo una amiga que dice que ella no sale de vacaciones, sino que 'se queda de vacaciones' en Asturias”, cuenta a elDiario.es.
“En realidad, creo que para reducir emisiones y contribuir a parar el cambio climático es mucho más importante el papel de los estados y las empresas, pero este tipo de cosas (además del activismo y el voto para reclamar acción y regulación) están en mi mano”, sostiene. Con estas acciones acalla su conciencia porque en otros sectores, como el de la moda rápida, el activismo le resulta más complicado aunque afirma que también lo intenta. Cabe destacar que su poder adquisitivo le permite escoger opciones de transporte más respetuosas, que no siempre son las más económicas.
El dinero es uno de los motivos por los que Estefanía (24 años) no se ha planteado cambiar la manera en la que viaja. “En mi caso, siendo joven y con un sueldo básico, lo más accesible es coger un Airbnb antes que un hotel. Pienso que no es tanto un no querer sino un no poder”, comenta. Ella es de Cádiz y es muy consciente de los problemas que causa la turistificación, aunque no renuncia a ese tipo de ocio. “Podría decir que el 70% de los gaditanos viven del turismo, pero eso ha traído muchas consecuencias negativas para los que viven allí, como el precio de los alquileres o el simple hecho de que ya no sean alquileres por años, sino solo por temporada escolar para poder inflar los precios en verano”, declara.
En mi caso, siendo joven y con un sueldo básico, lo más accesible es coger un Airbnb antes que un hotel. Pienso que no es tanto un no querer sino un no poder
Precisamente, una de las conclusiones que se extraen del estudio Jóvenes y medioambiente 2023 realizado por el Observatorio de la Juventud de la Fundación SM es que “la capacidad económica condiciona la decisión de compra para la inmensa mayoría de los jóvenes”, como es el caso de Estefanía. El 35,3% está poco dispuesto a dejar de viajar en avión y el 19,1% no tiene ninguna intención. En general, la mayoría de los encuestados (72%) –1.500 personas de edades comprendidas entre los 15 y los 29 años– considera que “somos incapaces de abandonar nuestro estilo de vida consumista para frenar el desastre ecológico” pero el 61% piensa que si todo el mundo tuviese su grado de compromiso “la problemática medioambiental se solucionaría”.
Marko (21 años) entraría dentro del pequeño porcentaje de chavales que confían en la capacidad de las acciones individuales para revertir el problema del turismo. “Al principio me era indiferente, viajaba y me alojaba donde mi economía me lo permitiera”, dice, pero en los últimos meses se ha informado más acerca de los efectos negativos de la turistificación y sobre todo “de los Airbnb y cómo afectan a los lugareños creando una especulación con la vivienda, alquileres abusivos y por temporadas”. A día de hoy, está bastante concienciado con el tema e intenta cambiar su manera de visitar otros destinos aunque sin plantearse dejar de hacerlo.
El comunicador Popy Blasco (46 años), autor de Cine Crush (Editorial Dos Bigotes, 2022) y conductor del podcast Pijas Marrones en Subterfuge Radio, tiene una sección en sus stories de Instagram titulada 'Te urge conocer mi opinión acerca de…'. Casi todos los días, responde a sus seguidores con reflexiones contundentes sobre los temas más diversos, incluido el turismo, que no sale muy bien parado. “El turismo lo destruye todo. La primera vez que me di cuenta fue cuando una amiga me dijo que había estado en el Amazonas. Pensé en lo absurdo que era que esa persona hubiese estado allí. Nuestras zapatillas deportivas no deben pisar ese suelo”, afirma. “Me daría vergüenza entrar en la pirámide de Keops, haciendo cola con parejas de recién casados y jubilados. La pirámide de Keops no se hizo para que yo entrase en ella. ¿Tenemos derecho a bucear entre arrecifes de coral? Por supuesto que tenemos derecho, pero hay derechos que es mejor no usar”, declara.
La pirámide de Keops no se hizo para que yo entrase en ella. ¿Tenemos derecho a bucear entre arrecifes de coral? Por supuesto que tenemos derecho, pero hay derechos que es mejor no usar
Él tampoco ha dejado de viajar del todo, pero sí lo hace mucho menos que antes, en temporada baja y a “grandes ciudades pensadas para ser pisadas por personas, como Nueva York o los parques de Disney en Orlando. En Magic Kingdom no molestas, Disneyworld está construido para que vayas a visitarlo, pero Venecia no”, declara.
Tampoco va a parques naturales ni países como India porque le parece un acto “profundamente inmoral. Solo visito ciudades donde yo soy el pobre”. Para Blasco, las acciones individuales para tratar de mitigar los efectos negativos del turismo sirven para mucho: “Si cada uno cambia su forma de viajar o decide no viajar a ciertos destinos, el mundo cambia. Me rodeo de gente que también piensa así, aunque por supuesto la gente que quiere hacerse una foto en la Fontana di Trevi sigue pensando que los turistas son los demás”.
¿Por qué seguimos siendo turistas?
El pasado 20 de abril, 200.000 personas se manifestaron en Canarias en contra del modelo turístico que genera pobreza y escasez de agua, destruye los paisajes naturales y deja sin vivienda a los vecinos del Archipiélago. Otras comunidades autónomas se han sumado a las concentraciones y en ciudades como Barcelona los habitantes se han enfrentado directamente a actos como el desfile de Louis Vuitton en el Park Güell. 'Los barrios no somos una pasarela para su desfile' era el lema de la manifestación, donde también se escuchó 'Barcelona no está en venta'. Estos son solo algunos de los ejemplos de las muestras de hartazgo de quienes sufren los efectos de la turistificación aunque, como se ha visto en los testimonios anteriores, no tienen por qué traducirse en un cambio de las propias conductas.
En su ensayo Estuve aquí y me acordé de nosotros (Anagrama, 2024), la periodista y escritora Anna Pacheco estudia cuáles son las condiciones laborales de los trabajadores de un hotel de lujo de la capital de Catalunya. Entre los muchos testimonios de malestar que recoge el libro, está el del agente sindical que reconoce veranear en Málaga y en una ciudad europea un par de veces al año. “Decía que no quería sentirse mal por hacer eso: explotados explotando una vez al año, la historia de siempre, dijo, 'pero qué otra cosa voy a hacer, yo también necesito un descanso”, escribe Pacheco.
Esa es una de las claves del problema que el sociólogo francés Rodolphe Christin apunta en Contra el turismo. ¿Podemos seguir viajando? (Ediciones el Salmón, 2023). “¿Por qué ahora parece darse por sentado que quedarse voluntariamente en casa expresa una resignación ante algo insoportable?”, se pregunta el autor. “Nuestra relación con otros lugares muestra hasta qué punto se ha deteriorado nuestra relación con el aquí, que es donde hay que fomentar la vida, es decir: en todas partes”. La necesidad de moverse a kilómetros de distancia del lugar en el que se desarrolla la vida cotidiana –y, por lo tanto, el trabajo– deriva de la presión a la que el capitalismo somete a los ciudadanos que lo sostienen.
Todo cambio pasa también por uno mismo, y sería interesante intentar –como dijera Joseba Sarrionandia– 'descolonizar nuestras mentes' de los imaginarios del capitalismo, que nos inculca que la única vida que merece ser vivida es aquella fundada en un constante consumo (de mercancías y de viajes)
Salvador Cobo, editor de Ediciones el Salmón, explica que desde que el título llegó a las librerías han organizado presentaciones con activistas y asociaciones vecinales por todo el Estado. Los asistentes tienen la percepción de que ya no se puede viajar como antes, con despreocupación y con irresponsabilidad: “Todo cambio pasa también por uno mismo, y sería interesante intentar –como dijera Joseba Sarrionandia– 'descolonizar nuestras mentes' de los imaginarios del capitalismo, que nos inculca que la única vida que merece ser vivida es aquella fundada en un constante consumo (de mercancías y de viajes)”, desarrolla.
Pero la regañina al turista no es del todo justa ni tampoco efectiva. De hecho, dejar en manos de las personas en exclusiva la responsabilidad de revertir el problema de la turistificación sería hacerle el juego al sistema causante del mismo. “Tanto los lectores como quienes participan de los coloquios coinciden en que para encarar el problema de la turistificación no podemos poner el foco tanto, o no solo, en nuestras conductas individuales sino sobre todo en la estructura y en el sistema”, sostiene el editor. “El sector turístico-hotelero, en alianza con todas las administraciones, priorizan los intereses de una industria cuyos vastos beneficios van a unos pocos, dejando sueldos de miseria y condiciones laborales lamentables a los y las trabajadoras sobre cuyos hombros se alza este presunto miracolo economico”, dice. Y usted ¿a dónde se va este año de vacaciones?
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