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Entrevista
Escritora

Uxue Apaolaza: “Vestimos de Zara para parecer ricos y seguimos siendo clase obrera”

La escritora Uxue Apaolaza durante el Festival Internacional de las Letras de Bilbao Gutun Zuria

Maialen Ferreira

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El nombre de Uxue Apaolaza (Hernani, 1981) saltó a los periódicos el pasado octubre por ser una de las ganadoras del Premio Euskadi de Literatura gracias a su última obra, 'Bihurguneko nasa', sin embargo, Apaolaza lleva décadas escribiendo y publicando. Puede que por ello se exprese con tranquilidad y admita con total sinceridad que su objetivo no es convertirse en una escritora profesional, ya que vender su literatura, podría hacer que el capitalismo la “explote”. “La literatura para mí no es una profesión y nunca he pretendido que lo sea, todo lo contrario. Si yo escribiera para ganar dinero y vender, sería como darle esa parte de mí al capitalismo y me quitaría la libertad que tengo cuando estoy jodida. Es un mundo que es mío desde siempre y no me lo va a quitar nadie, pero para eso lo tengo que proteger. Cuando un escritor vende, está vendiendo algo que el capitalismo quiere explotar. En realidad, más que al escritor habría que pagar a los lectores, porque lo realmente importante es que leamos”, sostiene.

Apaolaza, ganadora del Premio Euskadi de Literatura en euskera en 2022, es una de las escritoras que ha participado en el Festival Internacional de las Letras de Bilbao, Gutun Zuria, donde acompañada de Irene Pujadas y de Beñat Sarasola ha ofrecido una conferencia titulada 'Cuéntame un cuento' sobre la narración breve y al mismo tiempo sobre la trastienda de las historias que escriben. A pesar de ello, y aunque ha reconocido que le ha gustado participar en un evento como este y junto a escritores a los que sigue desde hace tiempo, no tiene problema en confesar que no se siente del todo cómoda en las situaciones a las que se enfrenta por convertirse en una escritora cada vez más conocida. “Estoy de pie, delante de un atril y siento una sensación de extrañeza total. Aparezco como escritora, bien vestida, como si tuviera tiempo de escribir y leer. Me recuerda a los 'trabajadores champiñón' de los que habla la feminista Amaia Orozco, esos trabajadores que aparecen en su trabajo bien vestidos y con su táper de comida casera, pero para eso tienen detrás a una mujer que es quien realmente lo hace posible. En mi caso y en el de muchos escritores pasa igual. Para que yo esté hoy aquí mi hijo está con mi madre y he tenido que cambiar muchas cosas en el trabajo. En realidad no tengo tiempo para hacer esto”, confiesa a este periódico.

Publicó 'Umeek gezurra esaten dutenetik' en 2005, 'Mea culpa' en 2011 y 'Bihurguneko nasa' en 2021. Ha pasado un tiempo entre la publicación de cada uno de los libros. ¿Fueron necesarios esos parones para poder desarrollar la escritura?

Sí. Yo no escribí esos cuentos con intención de publicarlos, son semillas que fui recogiendo cuando vivía en Madrid. Luego, la situación económica que vivía me llevó a pedir una beca y ahí fue cuando empezó a gestarse el libro 'Bihurguneko nasa'. Para poder crear un libro a partir de unos apuntes necesitas tiempo y si no eres escritor profesional no lo tienes.

Los protagonistas de esos relatos pertenecen a lo que comúnmente se denomina como clase media y viven en precariedad. ¿Por qué decidió contar esa realidad?

Supongo que porque es la mía y la de los que me rodean. Las contradicciones que a mí más me golpean son las que vienen desde mi clase y de ser blanca, mujer y heterosexual con todos los privilegios y las opresiones que todo ello supone. Una persona sola en una ciudad como Madrid, que simboliza cualquier ciudad occidental capitalista, ¿qué opción tiene para la moralidad y la dignidad? Cuánto nos perdemos a nosotros mismos en ese camino, qué difícil es y qué poco se acierta.

Yo no sé si la clase media ha existido alguna vez. Creo que la clase media ha dividido a la clase trabajadora

¿Esa clase media de la que habla está desapareciendo con el aumento de la precariedad y las crisis económicas?

Yo no sé si la clase media ha existido alguna vez. Creo que la clase media ha dividido a la clase trabajadora. Hemos pensado que vistiendo de Zara, teniendo trabajos no tan manuales o estudiando íbamos a tener un trabajo mejor que el de nuestros padres, pero no es así. Nos vestimos diferente, hablamos diferente y nos creemos que somos diferentes, pero seguimos siendo clase obrera, pero desclasada, atomizada y sola. El desastre está servido y es algo que lo estamos viendo demasiado claro.

¿La gente ya no quiere pertenecer a la clase obrera?

Ni quiere ni quería. Zara para mí es un símbolo claro, porque es ropa que está hecha para que vistamos como los ricos, si antes vestías con el buzo o de una forma concreta se identificaba en seguida que eras clase trabajadora, ahora ya no tenemos estética de clase propia. No sé si es que no queremos ser clase obrera o que pensamos que el bienestar está en esa micro capacidad de consumo que nos ha llevado a no tener estructuras comunes y a estar perdiendo ya los últimos resquicios de una sociedad justa, como son la sanidad o la educación públicas.

¿Esa precariedad también se percibe en el mundo de la literatura?

Si quieres vivir de ella sí, pero yo no soy precaria por escritora, soy precaria porque no soy rica. La literatura para mí no es una profesión y nunca he pretendido que lo sea, todo lo contrario. Si yo escribiera para ganar dinero y vender, sería como darle esa parte de mí al capitalismo y me quitaría la libertad que tengo cuando estoy jodida. Es un mundo que es mío desde siempre y no me lo va a quitar nadie, pero para eso lo tengo que proteger. Cuando un escritor vende, está vendiendo algo que el capitalismo quiere explotar, en realidad más que al escritor habría que pagar a los lectores, porque lo realmente importante es que leamos. Además, para ser escritor tienes que leer.

Creo que está pasando algo muy grave y es que nos han quitado el tiempo. No es que no tengamos tiempo para escribir, es que no tenemos tiempo para leer. Ni yo, ni nadie

Cuando escribes un cuento no sé cuántas horas puedes llegar a pasar escribiendo, pero leyendo para poder escribirlo prácticamente toda tu vida. Eso, para mí no se puede medir en términos capitalistas. Creo que está pasando algo muy grave y es que nos han quitado el tiempo. No es que no tengamos tiempo para escribir, es que no tenemos tiempo para leer. Ni yo, ni nadie. Y para mí esa es la tragedia, que no haya un reparto de tiempo libre digno, porque eso significaría no tener miedo a enfermar y no tener médico, no tener miedo a no tener qué comer o a no poder pagar el alquiler. El tiempo libre que tenemos lo destinamos a pensar en esas cuestiones y no lo podemos destinar a leer porque el leer requiere tranquilidad, soledad y, sobre todo, tiempo libre de calidad.

Ese libro le ha llevado a ganar el Premio Euskadi de Literatura en euskera. ¿Qué ha supuesto para usted?

Por una parte, dinero (risas). Por otra, el hecho de que un jurado cualificado considere que tu libro es bueno es algo muy positivo, además de todo el cariño que recibes de la gente de tu entorno gracias a ello. El premio me ha sacado mucho de órbita, porque te hace hacer entrevistas y estar en sitios en los que no sé si tiene mucho sentido estar.

¿Por qué no tiene mucho sentido estar en esos sitios?

Porque estás en medios más masivos de lo que es tu propia literatura. Estoy de pie, delante de un atril y siento una sensación de extrañeza total. Aparezco como escritora, bien vestida, como si tuviera tiempo de escribir y leer. Me recuerda a los 'trabajadores champiñón' de los que habla la feminista Amaia Orozco, esos trabajadores que aparecen en su trabajo bien vestidos y con su táper de comida casera, pero para eso tienen detrás a una mujer que es quien realmente lo hace posible. En mi caso y en el de muchos escritores pasa igual. Para que yo esté hoy aquí mi hijo está con mi madre y he tenido que cambiar muchas cosas en el trabajo. En realidad no tengo tiempo para hacer esto.

Todas las ganadoras del Premio Euskadi de Literatura en 2022 fueron mujeres. ¿Qué sintieron? ¿Lo hablaron entre ustedes?

No lo hablamos demasiado. Aunque leí titulares en los que se decía que habían premiado 'la mirada de la mujer' y fue algo que me molestó bastante, porque si nos dieron esos premios fue porque todos los libros eran buenos y todas lo hicimos muy bien. Nos ha costado mucho llegar aquí, tanto a nosotras como a todas las mujeres cuyos temas a lo largo de los años han sido considerados ridículos o menores, como para que ahora se diga que se nos premia por ser mujeres y no porque lo que escribimos es realmente bueno.

¿Cuál es el objetivo de su literatura?

Mi objetivo, sobre todo, es tener tiempo para leer. Para mí la literatura ha sido un espacio de cómplices cuando me sentía sola o no podía con mi vida. Esos cómplices, que ahora están muertos o que son ficticios, ampliaban mi mundo y lo hacían mucho más interesante y habitable. Supongo que mi ambición es buscar cómplices para mis libros a los que mi literatura les aporte algo y conversar con aquellos que han sido mis cómplices.

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