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Grupos que no se paran y algunas disculpas por el ruido: 10 informadores recorren Santiago contra el desborde turístico

Una de las parejas de informadores habla con peregrinos en su entrada a la zona vieja de Santiago.

Beatriz Muñoz

Santiago de Compostela —

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El Camino de Santiago y la ciudad a la que conduce están viviendo otro año de récords de turistas que se hacen evidentes en la zona vieja compostelana y las principales entradas. De ahí salen casi cada día vídeos y fotografías de comportamientos incívicos de peregrinos: escandaleras desde primera hora con vivas a Cristo y cantando a voz en grito, pintadas en piedras de la catedral o alguna de sus emblemáticas plazas y pernoctaciones a los pies del templo. Casi finalizado el mes de agosto, uno de los de mayor afluencia, una decena de informadores se han puesto a recorrer la almendra compostelana con un sonómetro y una tablet para tratar de frenar actitudes incívicas y convencer a los visitantes de que hay otros puntos de interés en la capital gallega. Es el intento “amable” del Ayuntamiento para reducir la saturación y el malestar de los vecinos por el desborde turístico.

“Déjanos acabar”. Es la respuesta que reciben dos de estos informadores, Patricia Parafita y Hugo Caamaño, de un grupo que avanza a pocos metros de la catedral, encabezado por un hombre que agita la bandera de España. Los dos trabajadores exponen, en un encuentro este miércoles con los medios, que es una reacción habitual cuando intentan abordar a grupos de peregrinos. La reacción cambia cuando se acercan a viajeros que vienen en pareja. “Nos dicen mucho que no, pero es el proceso del trabajo”, dice Caamaño. Quienes sí se paran a escucharlos, añade Parafita, suelen agradecer la información -“muchos vienen a la zona vieja y no saben qué más hacer”- o disculparse si se les hace notar que estaban haciendo un ruido molesto.

El enfoque es acercarse con actitud “amable”, exponen. Ellos solo pueden informar, no prohibir. Usan las tablet para enseñar qué otros puntos de interés hay en la ciudad. No entregan mapas físicos, pero los viajeros pueden escanear un código QR para acceder a la información. Y, más llamativo, llevan un sonómetro y miden los decibelios de los cánticos o las conversaciones a varias voces. Tienen una tabla en la que muestran desde lo que es el ruido confortable de un murmullo a los molestos de una ambulancia o los que directamente hacen daño, como el de un avión despegando. Y, en esa escala, muestran qué impacto tienen los decibelios del alboroto. “Al principio les coge por sorpresa, pero después nos dan la razón e incluso piden perdón”, cuenta Parafita, tras seis días de trabajo.

El planteamiento cada día es que las cinco parejas, que rotan cada tres días, se repartan por las principales entradas del Camino a la ciudad y se muevan por las inmediaciones abordando a los turistas, casi todos peregrinos. Están entre las 9.00 y las 13.00 horas y su presencia se va a prolongar durante 39 días más -45 en total-. “Algunos piensan que somo de una ONG o que intentamos vender algo”, relata Hugo Caamaño. A los que se paran les hacen una encuesta con cinco preguntas sobre su procedencia, tipo de viaje, alojamiento y duración de la estancia. Esos datos se van a analizar después para intentar saber más sobre los flujos turísticos en la ciudad.

Los informadores están contratados por una empresa externa a la que el Ayuntamiento de Santiago adjudicó, tras un concurso, el contrato, explica Jorge Carregal, de Turismo de Santiago. En el caso de Parafita y Caamaño, ambos están formados en el sector: son técnicos superiores en guía, información y asistencia turística.

El equipo del Ayuntamiento insiste en que esta iniciativa se integra en una estrategia para cambiar un modelo turístico que, especialmente en temporada alta, provoca malestar entre los vecinos de la capital gallega y que tiene impacto en los precios de los alquileres o los cierres de comercios tradicionales que se han registrado en los últimos años en la zona vieja. En la presentación de la propuesta la semana pasada, la alcaldesa, Goretti Sanmartín (BNG), manifestó que en su equipo están “preocupados” por los efectos negativos de las crecientes cifras del turismo y buscan una “convivencia armónica”. Adelantó también que habrá algunos cambios de ordenanzas, aún sin concretar, para intentar frenar los comportamientos incívicos.

La saturación turística de Santiago lleva años sobre la mesa de las administraciones. El año pasado, el Ayuntamiento puso en marcha la campaña Fráxil, que incluía carteles con un decálogo de buenas prácticas para recordar a los visitantes que los vecinos tienen derecho al descanso y que el patrimonio debe ser cuidado. La propuesta de los informadores es una prolongación de esa iniciativa. El Gobierno local ha tomado otras medidas en los últimos meses: una moratoria para que en un año no abran nuevas tiendas de recuerdos en la zona vieja y la ilegalización de los pisos turísticos que no tienen licencia municipal.

El equipo de Sanmartín le ha presentado a la Xunta una propuesta para crear una tasa turística, pero la medida está pendiente de la negociación con un Gobierno gallego que está instalado en el discurso de incentivar el turismo y negar que haya masificación en la capital gallega. La posibilidad de aplicar un gravamen a los visitantes fue bien acogida por la patronal, pero recibida con escepticismo por el presidente gallego, Alfonso Rueda, que dejó para después de la temporada alta estival, la convocatoria de una reunión con la alcaldesa sobre el asunto.

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