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Cooperación internacional en la Amazonia, ¿solidaridad o intereses económicos?

Cientos de miles de hectáreas han ardido en la selva amazónica en las últimas semanas, sobre todo en Brasil y Bolivia.

Víctor David López

Río de Janeiro —

Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, ha activado un decreto de Garantía de la Ley y el Orden para enviar a las Fuerzas Armadas a todos los estados amazónicos afectados por las llamas. Evo Morales, presidente de Bolivia, agarró una manguera para dejarse filmar y fotografiar humedeciendo unas ascuas. Los mandatarios de los dos países sudamericanos más afectados por el fuego de la Amazonia están centrando gran parte de las miradas, y respondiendo cada uno a su modo. A vueltas con la cooperación internacional, con desafíos saltando el océano Atlántico en ambos sentidos, los equipos de extinción de incendios siguen trabajando para controlar la devastación de las cientos de miles de hectáreas afectadas.

El debate sobre si la cooperación internacional en la Amazonia es solidaridad o interés económico lo abrió el propio presidente brasileño, y todo su Gobierno le siguió en bloque. Denuncian injerencia en la soberanía nacional. Su ola de seguidores les secundan, pero no es esa la mentalidad que hay en el resto de la región amazónica. La diputada colombiana María José Pizarro (Colombia Humana) no ve con malos ojos que haya donaciones: “Lo que veo con malos ojos es que Bolsonaro o Evo Morales, dos posiciones radicalmente opuestas en ideologías políticas, frenen la ayuda. Han actuado con una enorme irresponsabilidad”, ha comentado a eldiario.es, haciendo referencia a la negativa inicial de ambos —los dos acabaron dando un paso atrás–.

Según Pizarro, dado que los ecosistemas están interrelacionados, el drama del Amazonia es global, agudizado por “una forma de vida que claramente nos está llevando al descalabro ecológico”. No falta la autocrítica dirigida a la propia sociedad sudamericana: “Hemos enfocado el progreso solo desde la óptica de Occidente”.

Desde Perú, la congresista Marisa Glave (Tierra y Libertad) sigue la misma línea. “No tiene ningún sentido decir que no se aceptan ayudas de la Unión Europea y de otros países porque sería un mecanismo de injerencia. Si hay libertad de los países en la ejecución de las ayudas, no hay que negarse a la cooperación”, afirmó. Respecto a la cuestión sobre de quién es la responsabilidad de proteger la Amazonia, Glave, en conversación con este medio, mira en primer lugar a los países de la región, dejando claro que “en el fondo es una esperanza para la humanidad. Es como si me dijeran que la Antártida se está descongelando y los países que no estamos cerca no tenemos que preocuparnos”.

“Las ayudas deben ser bienvenidas”, opina Carmen Josse, directora científica de la ONG EcoCiencia (Ecuador), que certifica que los ambientalistas no están para nada de acuerdo con ese discurso nacionalista de Bolsonaro. Josse hace hincapié, además, en algo que muchas veces pasa desapercibido: la población que vive en la región amazónica. Parte de la cooperación internacional debería ir destinada al extracto más vulnerable de esa población: “Los que van a quedar particularmente afectados, con sus recursos y sus modos de vida disminuidos: las poblaciones indígenas”.

El presidente brasileño se ha reunido esta semana con los nueve gobernadores de los estados amazónicos —Acre, Amapá, Amazonas, Pará, Rondônia, Roraima, Tocantins, Mato Grosso y Maranhão—. Uno de los gobernadores presentes eraFlávio Dino (Maranhão). En conversación con eldiario.es, Dino también ha rechazado la postura del Ejecutivo. “La soberanía brasileña está garantizada por la Constitución y por las leyes internacionales, de modo que no es un tema debatible”, aseveró. Brasil ha participado tradicionalmente en diversos proyectos de cooperación internacional, “y eso nunca ha sido visto como una amenaza a nuestra soberanía”, recuerda.

“Este debate es puramente ideológico”, aclara el gobernador de Maranhão. “Busca encubrir una visión por la cual la Amazonia debe ser destruida”. En la época seca están acostumbrados a miles de focos de incendios, pero este año hay un componente nuevo: “Esto ha sido aparentemente estimulado, con actitudes de sectores económicos y políticos. Hay luz verde, hay un estímulo”.

La propia estructura del Fondo Amazonia —creado en 2008 para captación de donaciones, y hoy en riesgo por la congelación de fondos de Noruega y Alemania—, desmiente a Bolsonaro. La soberanía brasileña no está en peligro con las donaciones internacionales sencillamente porque es Brasil quien controla el Fondo desde el principio hasta el final. Es administrado por el Banco Nacional de Desarrollo (BNDES), y gestionado por un Comité Orientador y un Comité Técnico, marcando la pauta en ambos el Ministerio de Medio Ambiente.

Este Fondo Amazonia, según su normativa, “puede utilizar hasta un 20% de sus recursos para apoyar el desarrollo de sistemas de vigilancia y control de la deforestación en otros biomas [ecosistemas que comparten clima, flora y fauna] brasileños y en otros países tropicales”. Solo existe en la actualidad un proyecto en clave regional: el de “vigilancia de la cobertura forestal”, que tiene puntos de control en cada país amazónico y está dotado con 23 millones de reales (5 millones de euros).

La percepción general en la región amazónica es que el autoritarismo de Bolsonaro ha terminando dejando huella también en el ámbito ecológico. Hace años que sumó a su lista de enemigos a los activistas medioambientales, o a cualquiera que siga una línea política medianamente verde. “Creo que manejar ese discurso nacionalista que tiene Bolsonaro es una forma de, básicamente, seguir haciendo lo que quiere hacer”, sugiere la científica Carmen Josse.

Venezuela excluida de la reunión de países amazónicos

Uno de los puntos débiles de la región amazónica es la falta de conexión entre sus miembros, la incapacidad de creación de políticas comunes verdaderamente efectivas. Existe desde mediados de los noventa la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) —el tratado data de 1978— pero no son pocas voces las que se desgañitan reclamando, en vano, decisiones o simples gestos. El intento más reciente ha sido el del canciller venezolano, Jorge Arreaza. Su petición fue arrinconada. Los países amazónicos se reunirán, al margen de la OTCA, el 6 de septiembre en Leticia (Colombia), dejando al margen a Venezuela.

Una perfecta definición de cinismo, según Glave, la congresista peruana: “Varios de los países que hoy se niegan a sentarse en el marco de la OTCA no tienen ningún problema de estar en reuniones con países árabes, incluyendo Marruecos”, señala, “que tiene una política de violación sistemática de los derechos humanos del pueblo saharaui. El mensaje es que la democracia importa en algunos países pero en otros no”. El diálogo entre quienes piensan diferente no se plantea ni frente a “intereses y responsabilidades comunes”, protesta Pizarro, la diputada colombiana.

También desde el lado científico esta desunión es una muy mala noticia, porque “lo que sucede aguas arriba, afecta aguas abajo”, explica, lamentándose, la ecuatoriana Carmen Josse. Y si hay algo que ha quedado claro en las últimas décadas es que la selva no entiende de doctrinas ni de ministerios. Todos los Parlamentos conocen los planes de mineración, explotación agropecuaria o negocio maderero que existen en sus bosques. Todos, tanto a izquierda como a derecha, han ido ayudando con sus medidas a que hoy sea más fácil que ayer ir despedazando la Amazonia.

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