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Desprotección y riesgo ante la menstruación en la miseria de las calles de Río de Janeiro

La actriz y productora Fernanda Maia, en el centro de Río de Janeiro durante el rodaje de 'Rua Vermelha'.

Víctor David López

Una intensa convivencia profesional con pacientes esquizofrénicos fue el punto de partida. La actriz Fernanda Maia, creadora del proyecto 'Rua Vermelha' (Calle Roja), compartió muchas horas con personas sin hogar golpeadas por brotes psicóticos y aprendió a escuchar la violencia que narran. “Imaginé que debería ser todavía más difícil para una mujer, debido a las especificidades de género, como menstruar, por ejemplo”. Nadie tiene en cuenta lo que duelen los cólicos y las piernas cuando estás sin rumbo por el centro de Río de Janeiro o lo contaminada que puede llegar a estar el agua con la que esas mujeres se lavan la vulva.

Con las primeras conversaciones, Maia comprendió que en Brasil no hay ni rastro de “políticas públicas que se preocupen por necesidades tan básicas como estas”, y preparó la estructura de un documental que evidencia esta marginación. Entonces apareció Carmen, que hace trece años se echó a la calle siguiendo a su hijo porque el barrio donde vivían cambió de dueños y él pertenecía al comando narcotraficante derrocado. Le intentaron matar y se refugió en el anonimato del centro de la ciudad. Su madre fue tras él. Duermen donde pueden.

Cuando le llegan los días de la menstruación, el poco dinero que tiene lo gasta en sus compresas. Una amiga colabora: “Me trae mi kit higiénico”. El acceso a los baños públicos es escaso o nulo. Se asean en el mar, en cualquier corriente de agua poco fiable o, como Carmen, “en el centro de la plaza, que hay un lago de donde sale un caño”. Recoge agua con un tazón y se lava. Río de Janeiro es aquella ciudad donde el estado de salud de la Bahía de Guanabara, postal turística, avergonzó a los vecinos en plenos Juegos Olímpicos y donde las corrientes fluviales se confunden con cloacas.

Con ayuda de los locales comerciales de la zona, que podrían suministrarles agua de mejor calidad, es mejor no contar. Los posibles problemas de drogodependencia de las mujeres en situación de calle generan rechazo. “Para los comercios, cuanto más lejos de sus establecimientos, mejor”, explica Fernanda Maia a eldiario.es. Para contener el flujo de la sangre e intentar mantenerse lo más limpias posibles, estas mujeres utilizan bolsas de plástico, ropas usadas, miga de pan, papel de periódico o las enormes hojas de los árboles tropicales bajo los que se cobijan. “Es como revelar un secreto”, se lamenta Maia. “Pero esto es de todas y no debería ser un secreto. Si no hablamos sobre ello, no habrá políticas públicas”.

El riesgo y el desamparo de menstruar en la miseria de las calles de Río de Janeiro puede desembocar en enfermedades como candidiasis, isquemia o síndrome de shock tóxico –por la producción excesiva de toxinas debido a la intensa proliferación de bacterias–. “La vagina tiene una protección natural contra infecciones”, describe la obstetra y ginecóloga Fernanda Macedo en una de las entrevistas que forman parte del documental. “Cuando no está equilibrada, las bacterias que están en la vagina pueden ascender, alcanzar el útero y causar infecciones internas”. En paralelo son claros y notorios los daños psicológicos causados por estas barreras sanitarias.

Claudia llegó a llorar alguna vez cuando, desde el autobús, veía a la gente durmiendo en la calle. Se prometía que algún día tendría un lugar para acoger a todas esas personas. “Y ahora me encuentro yo en esta misma situación”. Perdió su casa y no tenía a dónde ir. Recuerda los primeros sangrados, la desprotección y su párrafo habitual para pedir ayuda entre la gente: “Les decía que estaba con la menstruación, que no tenía dinero y que si me podían comprar una compresa”.

4.500 mujeres sin hogar. La mayoría, negras

El proyecto del documental 'Rua Vermelha' está siendo desarrollado bajo la dirección de Liliana Mont Serrat, el montaje de Paula Sancier, la producción de Damiana Guimarães y la propia Fernanda Maia, con la colaboración de la guionista Ana Alkimim, que sugiere planes urgentes: “Que el Gobierno promueva políticas capaces de minimizar las desigualdades sociales, de género y raciales”. Solo así, indica Alkimim, se podrá “garantizar una sociedad verdaderamente democrática”. “Lo que vivimos hoy en Brasil no se puede llamar democracia”, añade. El racismo será un despliegue de esta investigación porque, como Carmen y Claudia, la inmensa mayoría de las 4.500 mujeres sin hogar en Río de Janeiro son negras.

La soledad absoluta de la mujer negra ante las situaciones de riesgo en las calles brasileñas aglutina ya una vasta bibliografía, como las referencias incluidas en el libro 'O que é lugar de fala?' (Letramento, 2017), de la filósofa política Djamila Ribeiro. En sus páginas se completa –citando a la psicóloga, escritora y artista lisboeta Grada Kilomba– la teoría de Simone de Beauvoir que sitúa a la mujer como “el otro”. Según Kilomba, “las mujeres negras han sido colocadas en varios discursos que distorsionan nuestra realidad: un debate sobre racismo donde el sujeto es el hombre negro; un discurso de género donde el sujeto es la mujer blanca; y un discurso sobre clases donde no hay lugar para la raza”. Ribeiro sintetiza: “Las mujeres blancas son mujeres, pero son blancas. Los hombres negros son negros, pero son hombres”. Las mujeres negras son, por tanto, “el otro del otro”.

La exclusión social se refleja con crudeza en el mundo laboral. Según un estudio desarrollado por el Instituto de Pesquisa Económica Aplicada, cuatro de cada diez mujeres brasileñas están sumidas en relaciones precarias de trabajo. Lo mismo le sucede al 31,6% de los hombres negros. En el caso de las mujeres blancas y los hombres blancos el porcentaje desciende hasta un 26,9% y un 20,6%, respectivamente.

Las mujeres negras lideran, a su vez, los datos históricos de desempleo en Brasil en los últimos lustros. “Una golondrina no hace verano”, le dice Claudia, emocionada, al equipo de rodaje. Todas las mujeres que lo forman saben que tapar el vacío institucional que da lugar a su denuncia no será inmediato. “Nos tenemos que juntar todas para hacer el verano”.

El objetivo final del documental es, según palabras de Fernanda Maia, que la pauta de cuidados y asistencia a estas mujeres en edad fértil “llegue a la Asamblea Legislativa”. Es decir, que cuando se presente la menstruación, las que vagan por la calles de Río no tengan que manejar un balde, si lo encuentran, con agua contaminada, sino que estén amparadas por algún programa asistencial promovido por diputadas y diputados estatales sensibilizados con esta indefensión.

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