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Opinión - España: una democracia atascada. Por Rosa María Artal

María Senovilla

17 de agosto de 2021 11:20 h

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Nadie esperaba que los talibanes tomaran Kabul tan rápido. El Gobierno de EEUU estimaba, en sus peores previsiones, que la capital resistiría al menos un mes después de su salida. También lo pensaba la población afgana, que se refugió en la capital a medida que iban cayendo una a una las ciudades más importantes del país.

Pero el domingo, los talibanes tomaron Kabul sin combates ni oposición. Simplemente se dirigieron al palacio presidencial y comenzaron a negociar el traspaso de poderes con el Gobierno del presidente Ashraf Ghani, que pocas horas después abandonaba el país en un avión sin mirar atrás.

Con la caída de la capital se han precipitado los planes de evacuación de Estados Unidos y los países aliados, entre los que se encuentra España, y se ha desatado el pánico entre algunos sectores de la población afgana. Las personas que han trabajado con los occidentales, las mujeres que desempeñaban cargos políticos o desarrollaban trabajos fuera del hogar, periodistas o familias enteras que temen el futuro que les espera bajo la sharia, comenzaban una huida desesperada.

Es el caso, también, de los afganos que han trabajado para el Ejército español y para el Ministerio de Asuntos Exteriores de España durante los últimos veinte años. Algunos prestaban sus servicios como intérpretes para las tropas españolas o el cuerpo diplomático. Pero también hay personal contratado directamente por la embajada, desde traductores y conductores, hasta auxiliares.

Más desesperados cada hora que pasa

Al menos 12 de estos colaboradores afganos están, ahora mismo, refugiados en sus casas esperando la llamada que los saque de Kabul junto con sus familias. A pesar de que varias voces –entre ellas, la del ministro Marlaska– han asegurado que estaban ya en el aeropuerto, no es cierto. Y precisamente el mayor reto que enfrentan es llegar hasta la terminal, que está completamente colapsada en estos momentos.

Dentro del aeropuerto, en cambio, si están los seis civiles españoles que aún permanecían en el país asiático, el embajador Gabriel Ferrán, su escolta policial y la cónsul Paula Sánchez. Es ella quien mantiene la comunicación con el personal afgano, a quien escribe a diario por Whatsapp para informar de las novedades (y de los retrasos).

Aunque las 12 familias están al tanto de que Defensa ya ha iniciado la operación que tiene que sacarlos de ahí, ahora mismo ven “imposible acceder al aeropuerto, y más con niños, con los miles de personas que hay agolpadas alrededor. No nos van a dejar pasar. Y si finalmente llega la llamada y nos citan ahí a una hora determinada, no podremos llegar”, asegura uno de los trabajadores de la embajada.

Esta agonía se podría haber evitado si hubieran atendido antes sus peticiones. Y no ha sido por no insistir, como reconoce este trabajador desde Kabul. “Comencé a pedir asilo en España en diciembre de 2020, cuando se anunció que las tropas españolas se preparaban para volver a casa, pero nos dijeron que no en ese momento. En junio insistimos mucho más, porque estábamos convencidos que los talibanes no iban a respetar los acuerdos y entrarían en la capital antes de que evacuasen a los extranjeros… pero tampoco hicieron caso”, se lamenta.

En camino

Mientras, los ministerios de Defensa y Asuntos Exteriores de España emitían un comunicado conjunto anoche, anunciando que comenzaba la operación para evacuarlos.

“Dos aviones A400M de las Fuerzas Armadas saldrán en las próximas horas desde España con destino Dubái para cubrir la primera fase de repatriación del personal de la embajada, de los españoles que quedan en ese país, así como de todos aquellos afganos y sus familias que durante años han colaborado con nuestro país”, rezaba la nota.

El primero de los aviones A400 (que tiene capacidad para unas 120 personas) despegaba este lunes por la noche de la Base Aérea de Zaragoza, pasadas las 23:30h. El segundo estaba previsto que despegara esta mañana.

Sin embargo, el Ejército de EEUU intenta mantener a duras penas el control del aeropuerto Internacional Hamid Karzai, y todos los vuelos comerciales desde y hacia Kabul están suspendidos. La decisión se tomó este lunes, cuando una multitud de afganos desesperados por huir de los talibanes invadieron la pista de despegue. Y según informaciones locales, el tráfico aéreo también permanecerá cortado a lo largo del martes, por lo que las repatriaciones se van a retrasar.

Dejar una vida entera atrás

“El día que los talibanes entraron a Kabul y empezaron a quitar las banderas afganas de todos los edificios, mientras desarmaban a la policía, yo lo vi desde mi coche… y no pude dejar de llorar en toda la tarde”, relata uno de los intérpretes, que pide que no citemos su nombre por seguridad y que la entrevista –telefónica– se haga a una hora bulliciosa, para que nadie escuche que se habla un idioma extranjero dentro de su casa. Hasta ese punto llega su miedo.

“De momento, Kabul está tranquila. Los talibanes no están molestando a la gente, y se han limitado a recoger los coches y las armas de la policía afgana. Ahora son ellos los que hacen las patrullas por la calle. Pero en ciudades como Kandahar, ya han empezado a identificar puerta por puerta a las personas que trabajaban para el Gobierno, para los occidentales y también a los periodistas. Y a lo mejor mañana empieza a pasar en Kabul”, prosigue.

“Si no nos sacan del país, vendrán a por nosotros. Según su ley, somos espías por haber trabajado para España, y eso se castiga con la muerte”, asegura. Muchos trabajadores gubernamentales o de la policía se han pasado al bando talibán, y pueden identificar con facilidad a las personas que trabajaban para los países de la OTAN.

“Yo he cambiado varias veces de número de teléfono porque recibía amenazas –explica–. Me llamaban desde números desconocidos, y preguntaban ‘¿eres fulanito?’, y cuando respondía ‘sí’, amenazaban con un ‘pues ya veremos’. Así ha sido mi vida los 18 años que he trabajado para España”.

“No hay palabras para explicar lo que supone dejar tu casa, con todas tus pertenencias dentro, con toda tu historia y la historia de tus padres, para salir con lo puesto y salvar la vida”. Su voz se quiebra antes de continuar. “Es muy duro, es muy difícil dejar el país al que amas… pero me siento en el punto de mira cada vez que los veo patrullar [a los talibanes] desde mi ventana. No quiero ese futuro para mis hijos: a las niñas no las dejarán ir a la escuela, y los niños solo estudiarán temas religiosos. ¿Qué educación es esa? Yo no quiero eso para mis hijos”.

La amenaza de Biden

Este lunes el presidente norteamericano Joe Biden pedía a sus ciudadanos que se refugiaran en sus domicilios hasta recibir instrucciones del Departamento de Estado, y no fueran al aeropuerto bajo ningún concepto. Y aprovechó también su discurso ante la nación para advertir a los talibanes que si saboteaban la evacuación o atacaban a algún norteamericano, las represarías no se harían esperar.

Estados Unidos ha enviado 1.000 soldados más en las últimas horas (suman ya un total de 7.000) para completar con éxito la repatriación de nacionales y afganos que han trabajado con su personal o necesitan asistencia inmediata. Estados Unidos envió en principio un contingente de 3.000 efectivos.

A pesar de las palabras tranquilizadoras de Biden, por la calles de la capital afgana circulan rumores que no son nada halagüeños. Algunos de los intérpretes que están esperando para huir a España han llegado a oír en las últimas horas que, ante la imposibilidad de controlar el acceso de la población al aeropuerto, los americanos van a evacuar a su personal “a puerta cerrada” y van a abandonar al resto. Comentarios que hacen crecer la incertidumbre de quienes esperan.

Esta idea iría en sintonía con las declaraciones del Ministro de Defensa británico –Ben Wallace– que, al borde de las lágrimas, reconocía en una entrevista de televisión que no van a poder repatriar a todos sus colaboradores, tal y como hubiera sido su obligación.

Los movimientos de Europa

Italia, por el contrario, ya ha sacado a toda su gente del país. Ha sido una operación muy rápida, si bien es cierto que era un número muy reducido. El Gobierno italiano fletó un avión que partió de Roma, y evacuó a las 70 personas que dependían de Italia (50 italianos y 20 colaboradores) en menos de un día.

Alemania, por su parte, está trabajando para sacar de Afganistán a unas 2.000 personas (ya habría repatriado a otras tantas con anterioridad) entre las que se incluyen los colaboradores afganos y sus familias, así como periodistas que estarían en claro peligro bajo el régimen talibán. Francia también está preparando su propia misión de evacuación.

Está previsto que en los vuelos que ha fletado España lleguen unos 100 afganos (12 familias), pero ha habido más peticiones de asilo que no han obtenido respuesta por parte de Exteriores.

Aunque eran personas que también habían trabajado para la misión española, han tenido que buscar otras vías para llegar a otros países, como Turquía, Pakistán o Irán.

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