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Opinión - España: una democracia atascada. Por Rosa María Artal

Mi primera huelga general en Grecia

Segunda huelga general en Grecia contra los recortes del Gobierno / FOTO: Hibai Arbide Aza

Hibai Arbide Aza

Atenas —

Es mi primera huelga general en Grecia. Hace un día gris, bastante frío, en mi cabeza las imágenes de la plaza Syntagma inundada de gases lacrimógenos y cócteles molotov vistas por streaming hacen que me debata entre la curiosidad y, es verdad, un poco de miedo. Decido ir a la mani.

Salgo de casa y veo que todas las tiendas están abiertas. El badulake más cercano está regentado por un matrimonio de afiliados a Amanecer Dorado por lo que nunca compro allí. No me fijo si está abierto pero lo doy por hecho. Me sorprende más encontrar abierto mi establecimiento habitual, regentado por una familia de albaneses que, a diferencia del anterior, siempre tiene expuesta la prensa de izquierda y centroizquierda, incluyendo los diarios de Syriza y el Partido Comunista Griego. Las panaderías, la frutería, el taller mecánico... no ha cerrado ninguno.

De camino al metro converso con Dímitra. Tiene 35 años y trabaja de profesora de primaria en una escuela pública. Es interina, tiene un contrato de 8 meses por el que cobra 860 euros al mes. Los presupuestos presentados esta semana le supondrán un nuevo recorte de 135 euros. Antes de la crisis, ese mismo puesto de trabajo tenía un sueldo de 1.200 euros. Ha dudado mucho pero a última hora ha decidido no secundar la huelga general. “Por cada día de huelga me descuentan 50 euros. Ante los nuevos recortes, nuestro sindicato ha anunciado que convocará varias jornadas de paro. Mi pareja está en paro y sin prestación, por lo que he decidido trabajar hoy para poder secundar las huelgas sectoriales. En mi escuela sólo harán huelga los maestros fijos que, a diferencia de nosotras, han cobrado julio, agosto, septiembre y octubre.”

Entro al metro; comienza a funcionar ahora ya que desde el principio del servicio hasta las diez no ha habido transporte público. Me cuentan que ha habido bastantes vuelos cancelados porque los controladores aéreos se han sumado a la movilización. He quedado con dos amigos en la parada Panepistimio, que está junto a la Plaza Klathmonos, punto de inicio de la manifestación. Está cerrada “por motivos de seguridad”, según la megafonía. Bajo en la siguiente, Omonia, y mientras espero aprovecho para leer Twitter gracias al wifi gratuito que hay en las paradas del centro.

Omonia es el punto de reunión de la manifestación de PAME, el sindicato mayoritario, ligado al KKE, el partido comunista. Hay mucha gente y aún parece mayor la cantidad de militantes de KNE (las juventudes comunistas) vendiendo bonos de apoyo. Un cordón de KNE con banderas y cascos en la mano preside el lugar de inicio. Como siempre, PAME y KKE hacen su propia manifestación, con un recorrido diferente al resto de organizaciones. Hoy las manis van por dos calles paralelas hasta la plaza Syntagma. Primero el PAME, después los demás.

Vamos a Klathmonos, desde donde vemos pasar pasar a lo lejos el cortejo del PAME. “Son más pueblo que el pueblo. Van a su bola”, dice una señora que sostiene un globo en el que se lee “Boikot Cocacola”. Hay miles de globos como ese en el escenario y la calle Stadiou. El escenario está al inicio en vez de al final. “Es por si se lía. Se hace al principio y así se evitan problemas cuando acaba la mani”.

Las manifestaciones en Grecia tienen un aspecto bastante old school. Se dividen en bloques de afinidad. Cada movimiento, sindicato, partido, grupo o grupúsculo tiene su propio bloque. Suelen abrirse con una primera línea de militantes con los brazos entrelazados que llevan unas banderas cuyo palo es ostensiblemente más grueso de lo que se necesitaría para sujetar la tela, a menudo minúscula. Son primeras líneas preparadas para un eventual choque con la policía; es habitual que además de las banderas lleven cascos de moto en la mano.

La manifestación unitaria la abren los sindicatos de trabajadores del puerto y los empleados de los ferrys. Detrás, los respectivos bloques del sindicato de taxistas, de la construcción, de funcionarios y de algún gremio más que no reconozco. El bloque del sindicato de profesores me recuerda lo que me ha explicado Dímitra: la media de edad supera los 50 años, probablemente son todos funcionarios.

Llega el bloque de Syriza. Me sorprende que aunque el bloque se compone de muchas pancartas, no hay ninguna en la que vayan los dirigentes. Reconozco a un par de diputados entre la multitud pero el protagonismo es claramente de las bases. No veo a Alexis Tsipras si bien, entre tanta gente, es posible que haya pasado sin que me dé cuenta.

Después va el bloque de los inmigrantes y los movimientos antirracistas y, tras éste, un nutrido grupo de refugiados sirios. Muchos de ellos llevan un trozo de cinta adhesiva que les tapa la boca para recordar que están en huelga de hambre. Nueve días ininterrumpidos de concentración en la Plaza Syntagma, apostados frente al Parlamento, para exigir que se reconozcan sus derechos como refugiados.

Hablo con Aslan, un veinteañero que se expresa en un inglés bastante más correcto que el mío. “Llegamos a Grecia huyendo de la guerra de Siria, buscando una nueva vida que no encontramos. Pedimos un visado que nos posibilite viajar a otros países de Europa que nos reconozcan como exiliados”. Le pregunto si tienen el apoyo de organizaciones griegas o europeas: “No. Lo que nos hemos encontrado es una solidaridad enorme de la gente. Nos traen mantas, comida, hasta que iniciamos la huelga de hambre, nos hacen compañía y nos protegen tanto de la policía como de los fascistas”.

Detrás van las limpiadoras en lucha. Su movilización se ha convertido en un símbolo contra la austeridad, uno de los pocos que despierta simpatías unitarias desde la enorme movilización indignada vivida los años 2011 y 2012. Son parte de las 595 mujeres que limpiaban las oficinas del Ministerio de Hacienda, hasta que fueron despedidas en septiembre de 2013 y sustituidas por una subcontrata. 11.000 funcionarios fueron despedidos en total.

Evangelia Alexaki, una de sus portavoces, me cuenta que llevan 206 días acampadas en la entrada del Ministerio. “Nos hemos unido al resto de trabajadores en este día de movilización contra los ajustes impuestos por la Troika que han llevado a Grecia a una crisis humanitaria. La situación es dramática, no hay margen para más recortes: hay hambre, millón y medio de desempleados, un alarmante paro juvenil, 7.500 suicidios de los que nadie habla... Es un problema de toda Europa, por lo que debemos responder juntos. Debemos intentar unirnos contra los programas de ajustes y crear una nueva Europa fraternal opuesta a la Europa de Merkel y los bancos”.

Las tiendas cierran al paso de la manifestación. Los bancos son los únicos establecimientos que están completamente cerrados. La mayoría de ellos están blindados con un sistema de doble persiana. Durante las huelgas generales de 2011 y 2012 muchos de estos bancos fueron incendiados en las manifestaciones. En uno de ellos murieron tres empleados que estaban dentro con el banco aparentemente cerrado.

Dos de los bloques más nutridos están en la parte trasera de la manifestación. Son los estudiantes, que llevan un par de semanas ocupando las facultades, como recuerdan sus pancartas. Son los que corean los lemas más decididos y fuertes. Detrás de ellos, el bloque de los anarquistas, compuesto por gente vestida de riguroso negro.

En la esquina de la calle Stadiou con la Plaza Syntagma, un cordón policial compuesto por tres filas de agentes antidisturbios impide el paso hacia el lujoso hotel Gran Bretaña que está junto al Parlamento. Llevan el kit completo de protecciones, casco y máscara antigas. Escudos en posición de defensa, excepto dos que llevan una especie de extintor con gas lacrimógeno y uno que lleva una metralleta. Dan un poco de miedo. Junto a ellos, hay un grupo de reporteros gráficos preparados para hacer fotos si hay disturbios. Dos cámaras cada uno, casco, máscaras antigas. Esperan pacientes hasta que, entre el bloque de los estudiantes, ven a algún encapuchado. Se sitúan junto a él, éste pasa de largo. Vuelven a su esquina.

Llega el bloque de Rosinalde, anarcosindicalistas, que amagan con cargar contra la policía. Vuelven al recorrido de la mani entre risas e insultos a los polis. Esta vez no hay cargas en Syntagma. La manifestación pasa junto al Parlamento pero no se detiene. Sigue hacia la zona universitaria, donde se disuelve sin incidentes.

El día sigue gris. Sigue haciendo frío. Y, si la situación no cambia, es probable que dentro de poco vuelva a haber otra huelga general.

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