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Las claves del resultado electoral que cambia el mapa histórico de la política británica

Boris Johnson

Dan Sabbagh

Las elecciones generales de 2019 representan ya uno de los momentos más importantes de la política británica desde la Segunda Guerra Mundial: las ondas provocadas por el shock del Brexit en 2016 se han traducido en una catástrofe para el Partido Laborista y en un triunfo aplastante para el partido conservador en Inglaterra y en Gales.

Han tenido que pasar casi 35 años desde el final de la huelga de mineros y del consiguiente cierre de las minas de la nación para que los furiosos y frustrados votantes de circunscripciones como Blyth Valley, en Northumberland, dieran el paso de elegir a un diputado conservador para terminar con las peleas por el Brexit y enviar un mensaje al Partido Laborista.

Las encuestas a pie de urna, que básicamente fueron confirmadas por los resultados, ya daban a los conservadores el mejor logro del partido desde la tercera victoria de Margaret Thatcher en 1987 y un resultado que puede considerarse aún mejor teniendo en cuenta la pérdida de escaños que se esperaba en Escocia por el resurgimiento del Partido Nacional Escocés (SNP).

Por número de escaños, es la peor elección para el Partido Laborista desde 1935, con el porcentaje de votos cayendo en casi todas las circunscripciones. Las únicas excepciones fueron zonas de Londres donde el partido hizo una campaña intensa; como Putney, donde ganó, y como Chingford y Woodford Green, donde estuvo muy reñido pero terminó perdiendo ante Iain Duncan Smith.

El Partido Laborista lleva cuatro elecciones perdidas en diez años y sólo uno de sus líderes, Tony Blair, ha triunfado en las urnas en más de 40 años. Pero lo revelador de esta derrota es la forma que tiene: el partido acaba de perder muchos escaños que ocupaba desde hacía tiempo fuera de Londres y de las grandes ciudades de Inglaterra y Gales.

Blyth Valley sólo ha elegido diputados laboristas desde que se creó la circunscripción en 1950 (la única excepción fue una breve temporada en la que un laborista independiente se llevó el escaño). Allí el Partido Laborista perdió 15 puntos porcentuales y el escaño fue para los tories, que habían puesto a la circunscripción en el número 116 de sus objetivos y registraron una mejora de 10,2% (uno de las mayores cambios de la noche).

Rápidamente se hizo evidente que el “muro rojo” del Partido Laborista se había derrumbado por completo de este a oeste. Darlington, donde el partido tenía una mayoría de 3.280, cayó con una pérdida de 7,4 en el porcentaje de votos; Workington, en Cumbria, donde la mayoría era de 3.925 votos, fue para los tories con un cambio de 9,7%. En el norte de Gales, el partido perdió Clwyd South con una pérdida de 7,5 en el porcentaje de votos.

En general, el apoyo que los candidatos laboristas perdieron fue para los conservadores, para los Lib Dems (Liberales Demócratas) y para el partido del Brexit. Pero hubo casos, como los de Barnsley Central y Barnsley East, donde el partido de Nigel Farage salvó a los diputados laboristas de perder su escaño: el partido del Brexit obtuvo allí el 30% y el 29% de unos votos que, de otro modo, podían haber ido a los tories.

A la oposición laborista le fue mucho mejor en el Londres pro permanencia en la Unión Europa. En su victoria en Putney registraron una mejora de 6,6%, pero en gran medida fue un resultado poco representativo. En otros escaños que antes ocupaban y ayer tenían como objetivo prioritario, el partido se aleja cada vez más. En Nuneaton, un escaño marginal clave en las elecciones de 2015, la mejora de los conservadores fue de 9,4%.

Las elecciones de 2019 ha resultado ser justo lo que se esperaba: la elección del Brexit. El contraataque del Partido Laborista hablando de una era post austeridad no ha tenido eco. La pregunta es si esta elección equivaldrá a un nueva configuración de la política británica, con ecos de los Estados Unidos de Trump, o al deseo puntual de los votantes de pasar página con el tema del Brexit.

Traducido por Francisco de Zárate 

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