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La ultraderecha pisa fuerte en el 'bastión rojo' de Potsdam: “Es incomprensible”

Un hombre descansa junto al puente Glienicke, sobre el río Havel. En un extremo está el oeste de Berlín. En el otro, Potsdam.

Icíar Gutiérrez

Potsdam —
26 de febrero de 2025 22:56 h

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Un corredor cruza el puente Glienicke sobre las apacibles aguas del río Havel. En un extremo está el oeste de Berlín. En el otro, Potsdam. La sólida estructura de acero es un recuerdo de la división de Alemania: reconstruida tras la Segunda Guerra Mundial, fue escenario de intercambios de espías entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Atravesarla se volvió casi imposible: en aquella época, el puente estaba cerrado al paso de civiles. Reabierto inmediatamente tras la caída del Muro, también es un símbolo de la reunificación a día de hoy. 

128 metros separan en este punto a Berlín de Brandeburgo, un estado oriental donde arrasó la ultraderecha en las elecciones del pasado domingo. Alternativa para Alemania (AfD) conquistó el 32,5% de los votos en esta región que el Partido Socialdemócrata (SPD) se había llevado de calle solo tres años antes. AfD ha captado nuevos apoyos en toda Alemania, sellando el mejor resultado federal para un partido ultraderechista desde la derrota del nazismo. Pero el mapa sigue mostrando un país todavía dividido, con una ultraderecha que se consolida como primera fuerza en el este, en el territorio de la desaparecida República Democrática Alemana (RDA). Un mar azul donde Berlín es una isla, mientras que en la antigua Alemania Occidental reina el negro de la conservadora CDU con motas rojas y verdes. 

El distrito al que pertenece Potsdam, la capital de Brandeburgo, es otra pequeña excepción en el este. Fue uno de los que empujaron a los conservadores al triunfo a nivel nacional. El Partido Socialdemócrata (SPD) pierde casi 10 puntos en esta circunscripción, que es uno de sus bastiones tradicionales –aunque con cierta alternancia con la CDU en la época de Angela Merkel–. El SPD sí consigue aguantar con una victoria estrecha, aunque con 12 puntos menos, en el ‘primer voto’ de los dos que emiten los alemanes, el que elige al diputado local. ¿El candidato? El canciller saliente, Olaf Scholz, que vive en Potsdam.





A diferencia del resto del estado, AfD no venció, pero ganó tracción en el distrito, donde fue el segundo partido más apoyado en el voto por lista (el segundo), por detrás de los conservadores con el 18,5%. Son casi nueve puntos más que en 2021. “Estamos rodeados”, dice Sabrina, que tiene 61 años y vive en el pequeño municipio de Stanhsdorf, a las afueras de la ciudad de Potsdam. “Me asusta, han subido mucho. Para mí es incomprensible que alguien pueda votar a AfD”. De vez en cuando, la mujer divide su voto entre los Verdes y los socialdemócratas. Esta vez no ha sido así y se ha inclinado solo por la formación ecologista. “Estoy decepcionada con Olaf Scholz, no ha mostrado liderazgo en la coalición. Podrían haber hecho cosas si se hubieran mantenido unidos”, señala Sabrina, que trabaja en la Cruz Roja.

Castigo a la coalición gubernamental

Stanhsdorf es una tranquila zona de casas unifamiliares, rodeada de bosques y zonas verdes junto a un canal y un lago. Bärbel, de 66 años, sale del supermercado, donde ha comprado algunas semillas para plantar. Solía votar socialdemócrata, pero en esta ocasión ha marcado por primera vez la casilla de los conservadores. “Muchos amigos míos lo han hecho también. Estamos decepcionados con el Gobierno. Se han peleado mucho, no han hecho trabajo constructivo, no son maneras. Me han convencido los argumentos de la CDU”, dice la mujer, que muestra, no obstante, su alivio porque temía un avance todavía mayor de la ultraderecha. A su lado, su pareja Hans, que siempre ha votado a los herederos de Merkel, apuntala: “Siempre se ha gobernado mal cuando está el SPD. Con la CDU se ve progreso”.

Los comicios han supuesto un duro castigo para los partidos que formaron la coalición tripartita –socialdemócratas, verdes y liberales– que se derrumbó a finales del año pasado. Los ecoliberales salvan los muebles y son los que menos retroceden, pero el liberal FDP se ha quedado fuera del Parlamento y el histórico SPD cosechó los peores resultados desde finales del siglo XIX, un 16,4% calificado de “amargo” en las filas socialdemócratas. 

Los resultados de este distrito no son más que un reflejo de la debacle del SPD a nivel nacional. “La principal razón es que el canciller socialdemócrata Scholz dirigió el gobierno más impopular de la historia posterior a la Segunda Guerra Mundial. La gente estaba realmente harta de él”, dice a elDiario.es Jan Philipp Thomeczek, politólogo de la Universidad de Potsdam. “Los ganadores y perdedores de las elecciones son también los ganadores y perdedores de Potsdam”, añade el experto.

A nivel nacional, se estima que casi dos millones de alemanes dejaron el SPD para votar por el partido principal de centroderecha. También se le escaparon casi un millón de sufragios que fueron a parar a los partidos de izquierda Die Linke y los rojipardos de BSW, mientras que unos 700.000 se los llevó AfD. Entre los votantes de la ultraderecha y los antiguos votantes del SPD, la inmigración, un tema que ha marcado la campaña con un debate derechizado, es el principal motivo que ha influido en su voto. 

Las encuestas también muestran un distanciamiento entre la clase obrera y el SPD. La ultraderecha alemana fue primera fuerza entre los llamados trabajadores de “cuello-azul”, obreros de la industria y la construcción, y supera a los socialdemócratas. Y otro dato: el 52% de los entrevistados por el instituto demoscópico Infratest dimap opinó que los socialdemócratas han “descuidado los intereses de los trabajadores”. El SPD está perdiendo mucha confianza en su ámbito tradicional de la justicia social, que solo el 26% de los encuestados confía en que el partido pueda garantizar.

Aimee pasea a sus dos grandes perros en Stanhsdorf. Ella también dividió su voto. Dio el primero a Scholz y el segundo a Die Linke, la izquierda, porque están “por el bien del pueblo”. No solía votar a este espectro político, pero esta vez lo ha hecho porque le preocupan los derroteros del debate migratorio al calor de una serie de ataques perpetrados por sospechosos de origen extranjero que la ultraderecha ha instrumentalizado para dar alas a su xenofobia. “La gente está cansada y tiene miedo, pienso que ese ha sido el mayor motivo por lo que el SPD ha bajado”, dice la mujer de 54 años. Aimee es de origen cubano pero lleva instalada desde 1985 en Alemania, donde ha construido su vida. “Me preocupa que al final paguen justos por pecadores. Puede que haya problemas, pero esto de que hay que echar a todos los inmigrantes… Creo que el SPD está en un punto medio”.

“El SPD es demasiado débil”

Gerhard, un ingeniero jubilado de 83 años que vive en el distrito de Potsdam, siempre ha apoyado a los socialdemócratas porque, en su opinión, “son cercanos al pueblo”. En esta cita electoral, lo ha vuelto a hacer. Se lamenta por los resultados. “El SPD es demasiado débil. Es un problema, porque la extrema derecha es muy fuerte. Muchos se han dejado convencer por AfD, que ha hecho mucha campaña, y la gente está decepcionada con el SPD”, dice el hombre. “Es una lástima”.

También es socialdemócrata convencido Felix, que ronda los 50. “El ser humano piensa que es muy listo, pero después de dos generaciones ha olvidado todo”, asegura, sobre el ascenso de la ultraderecha. Afirma estar contento porque el exministro liberal Christian Lindner y la izquierda rojiparda de BSW no han entrado en el Bundestag. Sobre los malos resultados de su partido, responde: “Los tiempos pintan mal, presagian tempestad, y la gente espera respuestas que puedan comprender de inmediato”. 

El hombre, trabajador del sector sanitario, cree que el suyo es un partido “que puede amortiguar las grandes penurias sociales en tiempos difíciles” y no es crítico con Scholz. “Es un tipo del que puedes fiarte. No habla mucho, pero mantiene la calma”, dice. “Los programas económicos de los partidos desde la CDU a AfD abren las puertas al capitalismo salvaje, a la economía desenfrenada. Y cuando venga la siguiente catástrofe, tendremos menos dinero para superarla. Scholz ha gestionado el coronavirus, el tiempo de trabajo parcial, subvenciones… Un Estado social para que la gente no caiga en picado del todo. En cambio, AfD quiere que esto sea como EEUU”.

Daniel, de 42 años, se muestra confiado en una gran coalición entre el SPD y la CDU, la única alianza posible para excluir a la ultraderecha del Ejecutivo. “Lo tienen que hacer mejor que el Gobierno anterior, en el que había muchos partidos y no se pudo tomar decisiones. Veremos qué pasa”, dice el vecino del distrito de Potsdam. Él marcó la casilla de los socialdemócratas para dar una “segunda oportunidad” al partido, pero tuvo dudas. “Scholz no me gusta, pero lo que representa el SPD sí”, agrega. 

El mínimo histórico del SPD en estas elecciones se explica también por su principal candidato, Scholz, que es, en esencia, el rostro de la impopular coalición tripartita. Dentro del partido hubo debates sobre si era una buena idea postular al canciller y muchos habían abogado por el ministro de Defensa, Boris Pistorius, como última esperanza. Desde hace meses, Pistorius encabeza la lista de los políticos más populares de Alemania y está por encima del líder de la CDU, Friedrich Merz, cuando se le pregunta a la gente en las encuestas quién sería un buen jefe de Gobierno, a diferencia de Scholz.

“He hablado alguna vez con Scholz. Es muy agradable y tiene mucha personalidad. Otra cosa son sus decisiones políticas”, dice Rojbin mientras atiende a los clientes de la cafetería de su familia en la Brandenburger Straße, una calle peatonal llena de tiendas y restaurantes de la ciudad de Potsdam. El joven de 21 años y ascendencia kurda muestra inquietud por las posibles políticas de Merz como canciller. “Hay muchas cosas de Merz que me preocupan mucho. Mi familia y mis amigos están preocupados si llega a poner en práctica lo que dijo en campaña. Por ejemplo, volver a introducir el servicio militar obligatorio”, dice.

Rojbin también ha dado cada voto a un partido diferente, uno al SPD y otro a Die Linke, con el que hace años que simpatiza. El partido de izquierdas ha sido primera fuerza con el 17,6% en la ciudad de Potsdam, una de las partes que componen el distrito –en el primer voto, el directo, el más respaldado ha sido el SPD de Scholz–. “Die Linke es el único partido en Alemania que hace algo por los kurdos. Aquí en Potsdam quieren bajar los alquileres, hace dos años que pago tres veces más de lo habitual. Han convencido mucho este año”, dice el joven tras la caja registradora.

Fuera, en la calle peatonal, Paulina, una psicoterapeuta de 31 años, muestra su entusiasmo por los resultados de la izquierda. Pero la sensación es agridulce: le asusta el auge de AfD. “Es tenebroso, porque se olvidan de la historia”, opina. Corina, que es trabajadora social y tiene 50 años, comparte la preocupación por los números de la ultraderecha en Brandeburgo. No dice por qué partido se ha decantado, pero indica que es uno de los de la coalición gubernamental, porque para ella sus prioridades son la justicia social y el medio ambiente. Sobre el desplome del SPD, cree que le habría ido mejor en Potsdam con una nueva generación de candidatos. 

Scholz no es el único político de alto rango que se presentaba en esta ciudad convertida en una suerte de extensión de Berlín. La ministra de Exteriores, Annalena Baerbock, que también tiene su domicilio aquí, era la aspirante de los Verdes, pero quedó en cuarto lugar. La localidad, famosa por la huella prusiana en forma de palacios y por ser sede de la histórica reunión que perfiló el orden internacional tras la capitulación nazi, tiene un carácter urbano que la diferencia de otros lugares más rurales de Brandeburgo en los que AfD ha ido haciéndose más fuerte. 

En este sentido, Potsdam es un feudo socialdemócrata, pero “no es más de izquierdas que las demás ciudades, ni siquiera en Alemania”, recalca el politólogo Jan Philipp Thomeczek. “Simplemente, es más de izquierdas que las demás circunscripciones de Brandeburgo, pero eso es un clásico conflicto urbano contra rural”. “Potsdam es, con diferencia, la ciudad más grande de Brandeburgo, por lo que aquí la dinámica es diferente. Los partidos de izquierda son más fuertes aquí, como en todas las demás grandes ciudades (casi a nivel mundial)”, añade.

Lo que al experto le llama la atención es que los habitantes de Brandeburgo “diferencian mucho” entre el ámbito federal y el regional. Recuerda los últimos comicios del estado en los que los socialdemócratas lograron resistir la embestida de AfD. “En septiembre hubo elecciones regionales, que el SPD ganó con más del 30%. Cinco meses después, el SPD obtiene un resultado devastador a nivel federal en Brandenburgo. Al parecer, los ciudadanos de Brandeburgo consideran al SPD a nivel regional de Brandeburgo un partido muy diferente al SPD a nivel federal”.

AfD gana también músculo en la ciudad

No es solo cosa de las afueras. AfD también ha tenido un avance significativo en la ciudad, donde duplica sus resultados. Este medio ha podido hablar con hasta tres votantes de la ultraderecha que son vecinos de la zona. Uno de ellos es Ingo, un abogado de 59 que antes era partidario de los liberales y, aunque asegura no estar muy convencido del programa de AfD, ha optado por ellos, en sus palabras, “porque algo tiene que cambiar, hay mucha migración”.

“La próxima vez sacarán más votos”, dice por su parte Hans, un bombero jubilado de 87 años que antes votaba a Die Linke y sostiene que apoya a la formación ultra “porque quieren terminar la guerra de Ucrania”. Gunter, que antes trabajaba limpiando edificios y también está retirado, se pasó hace tiempo de la CDU a AfD. “Son los únicos que pueden salvarnos”, asegura fumando un cigarro en el barrio holandés de Potsdam.

Petra ojea la ropa colgada en un perchero fuera de una tienda en esta zona de edificios al estilo holandés llena de pequeños cafés y establecimientos de moda. “Los resultados son muy difíciles, es deprimente para Alemania del este, yo no he votado así”, aclara la mujer de edad avanzada, que antes trabajaba como profesora. Vestida con un jersey rojo de cuello alto, subraya que siempre ha votado a la izquierda y que, quizás, Scholz “no era el candidato ideal”. “Pero he votado al SPD porque espero estabilidad y porque tienen una tradición centenaria”, concluye.

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