Discurso íntegro de Gonzalo Capellán en el acto institucional del Pisado de la Uva
Excelentísimas e ilustrísimas autoridades. Queridos amigos y amigas.
Nos reunimos hoy en una de las ocasiones más emblemáticas de nuestra tierra: la Fiesta de la Vendimia en La Rioja.
Es un honor estar aquí, junto a todos vosotros, para celebrar una tradición que nos une y nos representa. Porque una de las cosas que hace grande una ocasión es juntarse.
Juntarse para compartir, para honrar el pasado, para vivir y disfrutar el presente, para mirar al futuro con optimismo, con ilusión y unidos.
Todo eso, precisamente, es lo que representa una celebración tan especial y tan simbólica como la vendimia en La Rioja.
Por su relevancia social, me gustaría mencionar de forma explícita que, aparte de lo que nos ha reunido, hoy es el día internacional del Alzheimer por decisión de la Organización Mundial de la Salud.
Y, por otra parte, por indicación de la Asamblea General de las Naciones Unidas, también hoy es el día internacional de la paz: valor, aspiración y reto global irrenunciable para todos, aquí y en el resto del mundo.
Una de las grandes paradojas que muestra la historia es que el horrible fenómeno de la guerra jalona nuestro pasado y nuestro presente.
Ello, a pesar de que la paz, constituye un ideal clave, un deseo compartido universal por toda persona verdaderamente humana y por toda sociedad, verdaderamente civilizada.
Por eso debemos redoblar los esfuerzos colectivos para erradicar la guerra de nuestro futuro.
El filósofo alemán, Immanuel Kant, de cuyo nacimiento celebramos este año su 300 aniversario, marcó como objetivo de la sociedad occidental moderna el bello ideal de la paz perpetua, una sociedad en paz para siempre.
Una idea ilustrada y propia de una sociedad cosmopolita, sin la cual nunca se podrá alcanzar la felicidad individual y colectiva: otro bello ideal y perpetua aspiración humana.
Esa felicidad plena solo podremos alcanzarla cuando todas nuestras sociedades queden totalmente libres de todas las desgracias y aberrantes consecuencias de la guerra.
La Rioja es un lugar en el mundo, los riojanos somos personas en el mundo y nunca debemos perder la perspectiva de las grandes causas por las que siempre merece la pena luchar como especie sobre la Tierra, como Humanidad.
La Rioja tiene muchos grandes momentos, señalados en el calendario de esta tierra afortunada, destacando dos por su calado social e institucional para el conjunto de la Comunidad Autónoma. El 9 de junio, día de La Rioja, y el 21 de septiembre, día en que estamos celebrando esta Fiesta de la Vendimia.
Dos fechas tan importantes para los riojanos que actúan casi como las puertas de entrada y salida del periodo estival.
La primera nos recuerda la identidad y el orgullo de pertenecer a esta tierra. Y la que ahora nos ocupa, la Fiesta de la Vendimia, nos hace partícipes de la cosecha, del fruto del esfuerzo colectivo.
No en vano el nuevo calendario, propuesto durante la Revolución Francesa en el siglo XVIII, introdujo el mes de Vendimiario, el mes de la vendimia, que justamente comenzaba hacia el 22 de septiembre, coincidiendo con la vendimia.
Si hay un lugar donde esa vendimia se vive y sus labores y aromas impregnan de una manera tan especial todo el ambiente de su territorio, de sus pueblos…, sin duda, es La Rioja.
La labor en el campo, de nuestros viticultores, en nuestras viñas conforman el primer y esencial eslabón de una cadena que concluye con la elaboración de los mejores y más laureados vinos del mundo, de los que debemos estar realmente orgullosos.
Que nadie lo dude: en La Rioja se siguen produciendo unos vinos extraordinarios, únicos, que siguen generando admiración y deleite a nivel nacional e internacional, que atraen a miles de persona hasta nuestra tierra para descubrirlos y disfrutarlos, aquí, junto a nuestra inigualable gente, otro grandioso valor que atesora La Rioja. La Rioja es tan grande, tan rica en cultura, historia y tradición, que puede perfectamente tener dos días para celebrarla.
El 9 de junio celebramos el orgullo de ser riojanos, de formar parte de una comunidad que ha sabido construir una identidad sólida, arraigada en la historia, vigorizada en su presente y siempre abierta al futuro.
Y hoy, 21 de septiembre, celebramos la cosecha. Celebramos el fruto del trabajo duro, el cariño y la dedicación que durante todo el año hemos invertido en nuestras viñas, también en nuestros campos, ricos y variados, para lograr unos productos de la máxima calidad, que constituyen la materia prima para unas industrias agroalimentarias que en La Rioja brillan por su dinamismo, su compromiso con la tierra y su capacidad innovadora.
Pero no solo eso, hoy también celebramos un proyecto colectivo, el resultado de una colaboración de todos los que formamos parte de esta tierra. Y, créanme, este camino común, es lo más importante.
Permítanme que lo diga, más allá de las vides: qué grande es este suelo que pisamos; qué magníficos sus pueblos y aldeas; qué maravilla ver las huertas y las extensiones de regadío, las tierras de cereales, los frutales, los corrales, las granjas, las bodegas y naves champiñoneras; qué importantes las fábricas de calzado, de mueble, de tantos productos y componentes, nuestros comercios, nuestra hostelería, nuestras empresas de base tecnológica; y qué dignos de admiración todos esos proyectos emprendedores muchos de los cuales llevan sus ilusiones y sus sueños al mundo rural para demostrarnos que con su talento y su valentía es posible llenarlo de actividad y de vida.
Queda mucho por hacer, pero cuánto hay hecho, cuánto tenemos que agradecer a todos los que nos precedieron (a nuestros mayores y a los que ya no están con nosotros, pero cuya presencia sentimos en nuestros corazones); y qué gran lugar es este rincón del mundo para vivirlo, con intensidad, con gratitud, sabiendo apreciar todo lo que tenemos, con plena consciencia, y disfrutarlo al máximo.
Las uvas que volcamos en este tinanco común, provenientes de todos los puntos de La Rioja, simbolizan perfectamente esa unión.
Cada uva, cada racimo, es una muestra del esfuerzo individual que, al unirse con el de los demás, se convierte en algo más grande: se multiplica, se potencia, se magnifica.
Y hoy, los representantes de las distintas cabeceras de comarca, vestidos con los trajes regionales de cada lugar, nos acompañan en este acto tan simbólico. En esos trajes podemos observar diversos colores, diversos materiales y diversos cortes, pero todos forman parte de un mismo todo.
Esa es la verdadera esencia de La Rioja: una tierra diversa, pero unida en sus tradiciones, en sus símbolos, en su territorio, en su forma de ser y de sentir, y en su visión de futuro.
Tradición y futuro no están reñidos, sino íntimamente hermanados. Tradición y futuro son el recuerdo indeleble de lo que hemos sido mientras trabajamos en lo que podemos y queremos ser.
Es una simbiosis dinámica, llena de fuerza. O, como ilustran las palabras atribuidas al gran humanista que fue Thomas More: “la tradición no es la adoración de las cenizas sino la preservación del fuego”.
El fuego que, para los antiguos, como pensaba Heráclito, era el elemento primero, el que en su metamorfosis “corre a través del agua, la tierra y el aire”.
El fuego que para los modernos encarna “la paradoja entre el cambio y la persistencia”.
El fuego metáfora de la luz, de la ilustración y de la libertad, tal y como simboliza la célebre estatua de Nueva York, idea y regalo del francés Édouard Laboulaye.
Y en este año olímpico nada mejor que la metáfora de portar la antorcha y de transmitirla flamante a las siguientes generaciones para referirse al acto que aquí estamos celebrando.
Los riojanos, aparte de ser gente luminosa, como he referido en distintas ocasiones, somos gente esforzada, gente que nunca se rinde.
Somos la comunidad autónoma peninsular más pequeña en extensión, pero eso nunca ha sido un impedimento para alcanzar grandes logros.
Creamos con Chesterton que “la virtud no se desarrolla de la mañana a la noche. Se cultiva día a día y se hace más fuerte con cada desafío”.
Nuestra capacidad para trabajar juntos, para superar los obstáculos y para mirar más allá de las dificultades nos ha permitido ser lo que somos hoy, siempre un poco más fuertes después de cada reto, siempre un poco más ilusionados y más motivados para acometer los retos por venir.
Ahondando en este sentido, quiero destacar un aspecto fundamental de todo ello: la solidaridad. La Rioja, con su diversidad de paisajes y con su rica geografía, es casi un resumen de la variedad y riqueza de España.
Entre todos, todo. La Constitución española estableció para todos un Estado de las autonomías que, sobre la base incuestionable de la igualdad de todos los ciudadanos del país, reconocía la singularidad de cada región española y nos daba amplias capacidades de autogobierno.
Nos daba competencias para poder tener administraciones propias, dimensionadas y cercanas a los ciudadanos de cada parte de nuestro país.
Instituciones democráticas que emanasen de la libre voluntad expresada por sus propios habitantes: en nuestro caso, los riojanos.
Pero junto al modelo territorial autonómico de España, nuestra carta magna incluye en varios de sus artículos posteriores la necesaria incorporación de la solidaridad interterritorial para que las partes colaborasen, se ayudasen y potenciasen entre sí en torno a un todo.
Autonomía y solidaridad son dos principios complementarios para que nuestro país aproveche, de verdad, su riqueza, su diversidad y multiplique sus posibilidades y sus oportunidades.
En La Rioja sabemos que juntos somos más fuertes. Los riojanos sabemos que para alcanzar nuestros objetivos debemos estar unidos, tanto entre nosotros como con el resto de los españoles.
Por encima de la nociva división o polarización social que algunos discursos pretenden sembrar, por encima del río revuelto que siempre tiene detrás algún pescador interesado, por encima de la generación de privilegios y diferencias entre territorios y ciudadanos; por encima de todo eso, reitero, debemos ser capaces de lograr que prevalezcan, la prudencia, racionalidad, la cordura, el sentido común, la armonía y el máximo respeto al marco común, sin que los intereses de parte alteren o perjudiquen el bien común, los intereses del conjunto. Siempre con visión de futuro. ¿Y por qué llevo a cabo hoy esta reflexión? ¿Por qué la comparto aquí, en este momento, con todos vosotros?
Nos encontramos en un momento especialmente delicado. Se ha puesto sobre la mesa, materializándose en un acuerdo, escrito y firmado, una idea peligrosa, interesada, utilitarista y cortoplacista que quebranta el modelo de financiación autonómica vigente.
Se pretende alterar bilateralmente, fruto de un acuerdo puramente político para la investidura de un presidente en Cataluña, el actual sistema de financiación.
Un acuerdo que sanciona y ahonda en la perniciosa idea de que existen autonomías de primera y autonomías de segunda, cuando no ya, incluso, autonomías de tercera. Y eso resulta absolutamente inaceptable, va contra todos los principios fundamentales enunciados y atenta directa y letalmente tanto contra los intereses de los riojanos, como contra el proyecto colectivo de país que es España.
Si alguien de verdad cree que eso es así, que piense que eso es posible o admisible, desde aquí le decimos que La Rioja es y será siempre una Comunidad Autónoma de primera. En pie de igualdad con todas las demás, con la cabeza bien alta y sin nada, absolutamente nada que desmerecer, respecto a ninguna otra.
Como presidente siempre voy a defender que La Rioja es igual de importante que cualquier otra parte de España.
Voy a defender que sólo si todas las regiones de España -y sus habitantes- reciben de forma auténtica, de corazón, el mismo grado de respeto, de trato y de consideración podremos avanzar todos juntos y podrá avanzar nuestro país con toda la enorme potencia de la que es capaz, con toda la riqueza que atesora, con toda la fuerza del conjunto de los españoles.
Para nuestro futuro colectivo como país resulta fundamental que todas las regiones puedan trabajar, puedan ser de verdad competitivas, en un marco común de juego limpio y sin cortapisas, privilegios ni favoritismos.
Y entonces sí que podremos contribuir plenamente, como es nuestro deseo, como siempre hemos hecho a lo largo de la historia, desde La Rioja al progreso, al bienestar y a la máxima prosperidad del conjunto del país.
No podemos olvidar nuestras raíces, nuestro pasado, y en este punto es inevitable recordar a un ilustre riojano, Práxedes Mateo-Sagasta, que da nombre al Instituto de Enseñanza Secundaria que hoy nos acoge.
Sagasta entendió que el verdadero avance se logra cuando el progreso no es una entelequia, sino dotarse de los medios materiales para progresar. Para ello logró que se dotara a La Rioja de medios e infraestructuras: el puente de hierro o la fábrica de tabacos son buenos ejemplos. Para él, como inteligente ingeniero de caminos, el progreso en España quedaba simbolizado en el ferrocarril.
Hoy para que La Rioja avance, para que sea competitiva, para que nuestras empresas desarrollen todo su potencial, para nuestra movilidad y la de quienes desean visitarnos y disfrutar de esta maravillosa tierra, necesitamos urgentemente una mayor y mejor conexión ferroviaria, potenciar las infraestructuras existentes como el aeropuerto y lograr la máxima permeabilidad y comunicación por carretera.
Hacia el futuro, mis deseos son claros: que La Rioja siga siendo un referente de unidad, esfuerzo y éxito colectivo. Que cada año, cuando celebremos la vendimia, lo hagamos con la misma ilusión y orgullo que sentimos hoy.
Que nuestras viñas sigan produciendo los mejores vinos del mundo, fruto del trabajo de nuestros agricultores y de la colaboración entre todos los que formamos parte de esta tierra.
Que en nuestros polígonos y espacios industriales se establezcan empresas que creen empleo de calidad.
Que nuestro comercio florezca y demuestre la calidad que lo ha hecho brillar siempre.
Que en nuestras aulas se formen de la mejor forma los riojanos del mañana.
Que nuestras personas mayores puedan disfrutar de la mayor calidad de vida y les cuidemos como se merecen.
Que nuestra sociedad sea capaz de incluir plenamente a todos.
Que nuestros pueblos acojan actividad que los sostenga y revitalice.
Que los que nos visitan se enamoren de nuestra tierra -que eso es fácil- y lo cuenten cuando vuelvan a la suya.
Que La Rioja sea siempre la mejor Rioja posible.
Queridos amigos y amigas, sigamos trabajando juntos, como lo hemos hecho hasta ahora, y el futuro será tan brillante como las uvas que hoy pisamos para extraer su jugo.
Como colofón a esta celebración de la fiesta de la Vendimia, quisiera invitaros a gritar conmigo…¡Viva La Rioja!
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