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Órdenes contradictorias, choques y conductores atrapados por la nieve: la reconstrucción de la peor noche de los autobuses de Madrid

Autobús atascado por la nieve en una calle de Madrid

Alberto Ortiz

18 de enero de 2021 22:09 h

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Más de cien conductores pasaron la noche del 8 al 9 de enero en sus autobuses, atascados en medio del temporal, o en las cocheras de la EMT (Empresa Municipal de Transportes de Madrid). Algunos no consiguieron llegar a casa o a los hoteles dispuestos por la empresa hasta entrada la tarde del sábado. Unos 300 vehículos, según fuentes sindicales, 150 según la EMT, quedaron abandonados esa noche en la nieve y muchos fueron vandalizados. Varios trabajadores reconstruyen para este diario aquella noche.

A pesar de las previsiones meteorológicas de los días anteriores, que pronosticaban un mínimo de 20 cm de acumulación de nieve en las calles de Madrid, ni la Empresa Municipal de Transportes ni el Ayuntamiento diseñaron un plan de contingencia. Tampoco prepararon a la flota para una eventual situación de emergencia, según denuncian tanto algunos sindicatos como la oposición al Gobierno local.

17:00 - Primeros avisos de los conductores a la EMT

La nevada empieza a intensificarse pasado el mediodía del viernes. A las 17.00 horas, el Comité de Empresa avisa por primera vez al centro de control, al Sistema de Ayuda a la Explotación (S.A.E.), de que el “suelo está peligroso y algunos autobuses se están cruzando por el hielo”, y pide encerrar toda la flota por seguridad, cuenta Elías Calderón, secretario de Organización de la Plataforma Sindical de la empresa municipal. La EMT replica que no es una situación generalizada, pero que comunicarán los incidentes al resto de trabajadores para que conduzcan con cautela. 

A esa hora, Lola ya siente los efectos de la nieve helada sobre la carretera. “Yo empezaba mi turno a las 17 horas y ya en la cabecera estaba todo fatal. Nada más salir casi me voy contra la valla. Ahí ya empiezas a estar en tensión”, narra. Otra conductora, Andrea, sale en ese momento de la cochera y apenas consigue controlar el autobús. Llama al S.A.E para avisarles de la situación, pero le responden lo mismo que a otros conductores: “Ve despacio, ve tranquila”. “Iba a cinco kilómetros por hora. Lo peor era en las paradas, yo tengo una parte de la línea en carril bus y, cuando frenaba, el coche seguía solo. Casi me empotro contra la marquesina”, describe.

Vicky maneja su autobús desde el mediodía. Con los primeros signos de nieve se empieza a intranquilizar, pero entrada la tarde pasa sobre una plancha de hielo y las pulsaciones se le disparan. “Como iba súper despacio, en alguna parada notaba que el coche se iba un poquito. Llamé al S.A.E. para consultar si aquello era normal”, relata. Los sindicatos reiteran los avisos al centro de control. “Nos decían que no tenían constancia de que estuviera habiendo problemas. Les insistimos y nos dicen que iban a empezar a retirar la flota, pero pasaban las horas y la mayoría de la flota estaba en la calle”, explica Calderón.

20:00 - Bloqueos de autobuses y mensajes contradictorios desde el centro de control

Cerca de las 20.00 horas, Vicky se encuentra con los primeros problemas serios: “Yo venía con un dolor de cadera muy fuerte, porque llevaba toda la tarde con el pie en el acelerador, todo el tiempo, para que no se me fuera el autobús. Llego hasta una glorieta y ahí están parados todos los coches porque patinaban”.

Desde el interior del vehículo se puede ver cómo la nieve cuaja y se acumula sobre los coches, los árboles y las aceras. “Alrededor de las 20:00 seguíamos insistiendo. Les decíamos que iba a quedar la gente atrapada en los autobuses, que si no mandaban a los autobuses a encerrar se iban a quedar atrapados e iban a tener que pasar la noche allí”, dice Calderón. Unos minutos más tarde, según reveló El País, los conductores reciben una serie de órdenes contradictorias a través del ordenador de a bordo. Plataforma Sindical subió el jueves un hilo a Twitter con una cronología de las directrices emitidas por la empresa el 8 de enero y la madrugada del día siguiente.

A las 20:27, los conductores reciben la instrucción de devolver los autobuses a las cocheras; a las 20:34 el S.A.E. anula el mensaje previo y pide continuar con el servicio por el momento; a las 20:36, nueve minutos después del primer mensaje: “Por orden superior no podemos encerrar”. “Hay un compañero del S.A.E. que, viendo la situación de riesgo, da la orden de encerrar todas las líneas. Un superior le enmienda la plana y pide que se comunique a los conductores que continúen trabajando”, denuncia el sindicalista. 

Lola mira con el rabillo del ojo la seguidilla de mensajes mientras atraviesa la rotonda de la Puerta de Alcalá. Trata de controlar el vehículo mientras, alrededor, decenas de personas juegan con la nieve, construyen muñecos y se tiran bolas. “Veo eso y tengo el corazón que se me va a salir. Llevas mucha responsabilidad, la gente que está dentro, el autobús iba hasta arriba. Hice una tarde de patinaje artístico con un autobús”, relata. 

Es en ese punto de la noche cuando los primeros autobuses se quedan bloqueados. “Después de bastante rato bloqueada, me dice la policía que están esperando un camión que va a quitar la nieve y esparcir sal. Me quedé un rato esperando pero no venía el camión”, cuenta Vicky. Los agentes le sugieren que se adelante y haga camino para el resto de coches. Tiene que subir una rampa hasta una glorieta sin frenar en ningún momento. “A mí me daba mucho miedo, pero me animo y cuando llego a la glorieta veo que está todo nevado, todo blanco. Seguí circulando y vi coches patinando, un autobús también, pasé esquivando varios coches y pude llegar a la última parada. No sé ni qué hora era, porque llevaba unos nervios…”. 

Cuando deja a los últimos pasajeros, la EMT le pide que deje el vehículo en el inicio de la línea, en Vicálvaro. “¿Por dónde voy? ¿Por la M-30?”, pregunta a sus superiores. “No, la M-30 está cerrada. Vete por donde puedas”. Vicky retoma el trayecto de la línea, por calles estrechas, pero a escasos kilómetros se encuentra con un tapón de varios autobuses: “Cuando salgo, veo que un poco más adelante dos compañeros habían colisionado y tapado la calle. Llamo a mi jefe y le digo que estoy bloqueada, en una calle cortada, que en cuanto desaloje me voy a la estación”. Avanza unos pasos y se reúne con unos compañeros que comentan la situación bajo la ventisca. Uno le dice: “Hazte a la idea de que nos quedamos a dormir aquí”. 

Andrea vive una situación parecida en el centro de Madrid. Deja a los pasajeros en O’Donnell con Doctor Esquerdo y pregunta al centro de control por el mejor camino para llegar a la cabecera de la línea. “Llamo y me dicen: vete por aquí, vete por aquí. Me mandaron por tantos lados que ya me pierdo. En un momento, me encuentro con muchos autobuses. Los veo atravesados. Hay un autobús que se ha chocado con un coche en una bajada”, narra. 

“O no veían lo que estaba pasando o querían aguantar hasta última hora”, plantea Calderón, que añade que la EMT decidió dejar incluso la última salida de cada línea de autobús, a las 23:30. “Algo surrealista, porque a partir de las nueve ya no había quien circulara”, dice. El relato de los trabajadores y los sindicatos contrasta con la versión oficial. El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, afirmó en los días siguientes que a las 20:30 ya habían ordenado retirar el servicio. 

22:00 - El temporal arrecia y la comunicación con el centro de control se dificulta

Lola llega a la cabecera y le dicen que tiene que seguir el viaje. “El corazón se me salía, la gente se cruzaba en la parada y a mí se me iba el autobús. Cuando se me iba, tiraba del freno de mano y volvía a enderezar”, detalla. Igual que les ocurrió a Vicky y a Andrea, Lola se queda bloqueada aproximadamente a las 21.00 horas, de camino a las cocheras. A esa altura, la nieve se acumula sin freno en el asfalto. 

Según la cronología de Plataforma Sindical, entre las 22.00 horas y la 1.30 de la mañana se interrumpe la comunicación entre el S.A.E y los conductores. A la 1.29 la pantalla por fin se ilumina: “Se va a proceder a evacuar al personal que se encuentra actualmente sin posibilidad de circular con el bus. Por favor, comunique inmediatamente a S.A.E. si opta por esperar, sabiendo que se producirá una inevitable demora, o por el contrario opta por desplazarse por sus medios utilizando un transporte”. Lola recibe ese mensaje cuando está atascada en mitad de la carretera, pero a esa hora el Metro está cerrado y no tiene cómo desplazarse. “Nos pedían que avisásemos dónde estábamos, que mandarían una grúa”, dice.

Vicky está cerca de allí. Hace un rato, la Policía les ha informado de la situación de las carreteras. “Que si hay 90 autobuses colapsados, que si no hay quitanieves para todo el mundo...”, recuerda. Con la caída de la noche y la nieve trepando por las paredes del vehículo, la calefacción no logra compensar la temperatura, especialmente en los pies. “Estaba muerta de frío y tenía una incertidumbre tremenda. Por suerte, bajó una compañera de la oficina, que vivía cerca de allí, y nos trajo unas mantas, unos calcetines y unos termos con café”, agradece. 

En otro punto de la ciudad, Andrea sigue varada, aunque con algo más de suerte. Al lado del bloque de autobuses, dispuestos en ziz zag sobre la calzada, hay un punto limpio. Unos operarios sacan un par de máquinas y abren hueco para que los autobuses puedan salir. Ya en la cochera, hizo tiempo hasta el día siguiente con sus compañeros. Para los que viven fuera de la ciudad o no podían llegar a casa, como ella, la EMT dispuso al día siguiente una serie de hoteles. Andrea pudo ducharse y descansar en una cama a las seis de la tarde del sábado. “Yo llegué con mi autobús, dentro de lo malo, bien. Pero hay gente que se quedó encerrada hasta que abrieron el Metro”, dice. 

Óscar Galisteo, conductor de la línea 9, lleva atascado junto con otros 12 colegas desde mediados la tarde. Cuando vieron que era imposible seguir, en la rotonda Pilar Miró, antes de llegar a Arturo Soria, bajaron de los autobuses y comenzaron a ayudar a desencajar coches o apartarlos de la carretera. “Lo bueno es que teníamos la calefacción del autobús. Tenías los pies calados, te sacabas los calcetines, los ponías sobre el salpicadero y, después de un rato, de nuevo ponte a sacar coches”, cuenta. 

Óscar, al igual que sus compañeras, alaba la calidad humana del vecindario. Muchos bajaron con termos de café, ropa de abrigo y hasta les hicieron pizzas. “La verdad es que me emociona, incluso ahora. Ver cómo la gente, los vecinos, te ofrecían sus camas, vino una familia con pizzas. Lo pienso ahora y tengo que agradecerles. Los vecinos se volcaron”, reconoce. 

2:00 - La EMT pide a los conductores que abandonen los autobuses

Ya de madrugada, los conductores se refugian en sus respectivos autobuses, con la calefacción encendida. “O nos vamos los 13 juntos o no se va nadie, decíamos”, cuenta Oscar. A las 2.30 horas, llaman al centro de control y les dan permiso para irse a cocheras a pie. Cierran los autobuses y caminan sobre la nieve hasta que se encuentran con un 4x4 de la Policía Municipal que los traslada en grupos de 3 hasta las cocheras más cercanas. 

A las cuatro de la mañana, una grúa recoge a Lola y a sus compañeros, y un poco más tarde a Vicky y al resto de conductores. Los traslada a todos a las cocheras de Vicálvaro, donde pasan el resto de la noche, apurando el café y los productos de las máquinas expendedoras de la sala. Ambas llegaron a casa en Metro, pasado el mediodía del sábado. “Pasé un miedo horrible, yo lo he pasado mal otras veces, pero ese día se me salía el corazón”, dice Lola. “Fue bastante fuerte, de ir con la boca fuera. No estábamos preparados para esto”, añade Vicky. Óscar, sin embargo, no atribuye culpas: “Son cosas inesperadas. Te quedas con lo bueno, que es la respuesta de la gente y los buenos ratos que pasé con los compañeros”. 

“No sé qué querían demostrar. ¿Que somos soldados romanos, con el pecho de lata, que aguantamos más que nadie?”, protesta Elías Calderón, que señala, además, que muchos autobuses que fueron abandonados en la noche han sido vandalizados en los días consecutivos. El director de Servicios de Transporte de la EMT, Carlos Sierra, explica a elDiario.es que, aunque habían planificado una respuesta para diferentes escenarios, esa noche “la realidad superó a la ficción” y tuvieron que “adaptar la planificación inicial a lo que fue ocurriendo”. Sierra afirmó que a las 17:00 se dio la orden de ir retirando la flota “progresivamente”, pero argumentó que la empresa proporciona un servicio público a personas que contaban con los autobuses para volver a sus hogares, por lo que la medida debía de aplicarse de forma escalonada. 

“Es una decisión compleja, donde hay muchos puntos de vista. Entiendo que al conductor, que se portó espectacularmente y le tocó pasar la noche en el autobús, no le parezca correcto. Pero gracias a eso nosotros pudimos llevar a casa a 110.000 personas esa tarde”, comentó.

“El S.A.E no son supercomputadoras, aunque tengan un nombre rimbombante. No son más que mandos con experiencia y conocimiento que en un momento dado dudan. Cuando a las 20:00 se ve un escenario distinto, las decisiones tardan unos 10 o 15 minutos en tomarse. A las 20:00 se tomó la decisión de dejar dos coches por línea. A las 17:00 teníamos 1500 coches en la calle; dejar dos coches por línea es el equivalente a un servicio mínimo de huelga, a unos 350 coches en total”, observa Sierra, quien añade que durante toda la noche, y con ayuda del cuerpo de Bomberos, la EMT trató de rescatar a los conductores varados.

Desde la oposición, la concejal de Más Madrid Esther Gómez señala a este diario que si se hubiese suspendido toda la actividad a las 15 horas no se habría generado ese colapso: “Hubo un mensaje triunfalista por parte del alcalde de que Madrid estaba preparada y que la vida sería normal. Eso produjo que la gente saliera a comprar, a consumir y nadie tomara la decisión de suspender la actividad”, dice la edil, que ha pedido este lunes en el pleno del Ayuntamiento el cese de Alfonso Sánchez como gerente de la EMT y del delegado del área de Medio Ambiente y Movilidad, Borja Carabante, “por la nefasta y caótica gestión en sus respectivas responsabilidades y competencias ante la borrasca 'Filomena”.

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