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De Jane Jacobs a la policía del balcón

En 1961 la activista y urbanista Jane Jacobs publicó Muerte y vida de las grandes ciudades americanas. Entre otros análisis sobre la ciudad, muy centrados en las pequeñas escalas y el protagonismo de la gente, habló de los ojos en las calles. Su biografía, escrita por Robert Kanigel, se llamó precisamente Eyes on the streets.

Era este un principio cargado de sentido común acerca de la seguridad en nuestras ciudades que viene a decir que los barrios más seguros son aquellos en los que la propia comunidad se vigila, en los que siempre pasan cosas en las calles, las ventanas miran a sus convecinos y las aceras son constantemente transitadas.

Si has salido a comprar durante esta cuarentena en un momento en el que las calles estaban desiertas, seguramente habrás sentido la sensación de incomodidad o, incluso, de intranquilidad, que respalda esta afirmación.

Las propuestas de Jacobs son de un liberalismo amable, sinceramente preocupado por el buen vivir en la ciudad y en sus semejantes. Sin embargo, la idea de la vigilancia informal y la involucración de la ciudadanía en la seguridad será un elemento central en la ideología detrás del urbanismo de aquellos años en adelante. Esas plazas duras despojadas de elementos  (como árboles o gente) que sufrimos en Madrid, obedecen tanto al fácil baldeo y la comercialización de su espacio como a la facilidad de ver y ser visto.

Encontramos, pues, cómo la misma idea puede darse en comunidades densas, donde brille el mandato ético de cuidar de los vecinos, y también en espacios pensados desde la desconfianza mutua y el policía interior.

Desde que comenzó el aislamiento por la crisis del COVID-19 los aplausos a las ocho de la tarde se han convertido en un momento de celebración a través del reconocimiento colectivo a sanitarios, cajeras, transportistas, cuidadoras y todos los colectivos que diariamente manchan sus manos para limpiarlo todo del dichoso virus.

Sin embargo, ya se ha visto en redes sociales alguna foto de un cartel recriminando en el portal el poco compromiso con el rito colectivo, que viene a unirse a decenas de vídeos en los que gente increpa desde sus balcones a viandantes o jalean a la policía cuando los detienen. Ya lo llaman la policía del balcón o la gestapo vecinal.

En realidad, es muy posible que haya más mensajes en twitter hablando de ello que vecinos abroncando desde el balcón, como suele pasar con la cuarentena permanente para la percepción que provoca las redes sociales, pero tampoco debemos descartar que la reclusión y el Estado de Alarma ayuden a sacar a pasear el dedito de señalar.

Los ojos de las ventanas pueden servir para cuidar o para señalar. Tú verás, vecino.