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Nacho Ruiz (Galería T20): “Se han hecho políticas muy grandilocuentes y no se ha atendido al tejido local”

Nacho Ruiz, galerista de la T20 / Mariu Cánovas

Mariu Cánovas

Murcia —

Ha pasado el tiempo desde que Carolina Parra y Nacho Ruiz abrieron las puertas en Murcia de la ya consolidada galería de arte contemporáneo, conocida popularmente como la T20. Aprendemos de la mano de Nacho los entresijos de este mundo, en apariencia contradictorio, aprovechando su intervención como comisarios de cuatro exposiciones en La Mar de Arte, dentro del festival la Mar de Músicas de Cartagena.

¿En qué momento se dice una o uno: “Mamá, quiero ser galerista de arte contemporáneo en Murcia”?

¡Uff! A mi me lo dijo Carolina, mi socia. Entonces cuando estábamos acabando la carrera (Historia del Arte), estábamos pensando qué hacer y ella dijo: vamos a montar una galería.

Me refería más bien al hecho de cuál es la vocación.

En realidad no sé si existe una vocación de galerista, pero sí hay vocación de formar parte de esto: en el arte hay creadores y después algunos somos compañeros de viaje. ¿Compañero de viaje en el arte? Pues puedes ser galerista, crítico, trabajar en un museo... Y nosotros, lo de la galería. ¿Hasta qué punto es vocacional? De pequeño quería ser parte del arte. Eso sí.

Has afirmado que una generación de artista contemporáneos murcianos nacieron con la T20, ¿no sería que la T20 floreció con estos artistas? ¿Qué va antes, el huevo o la gallina?

Es una coincidencia: se dieron todos los factores. En Murcia siempre ha habido artistas buenos y, en determinados momentos, han habido galerías que los han podido potenciar.

Yo creo que ha pasado esto en cuatro momentos. Uno fue en los años 50-60 fue Chys, que fue histórica; en los años 70 fue Yerba, con lo que fue después la librería Yerba que tuvo artistas impresionantes; luego Espacio Mínimo, que empezó aquí; y luego nosotros. Cuando nosotros empezamos, todos estos artistas habían estudiado en Valencia, Madrid, Cuenca. Casi ninguno vivía en Murcia. Entonces T20 hizo de catalizador. Empezamos a representar a Fructuoso, Nico Munuera, Sonia Navarro… Y pienso que es la generación más brillante desde los años 20: se dio la coincidencia. Ellos eran muy buenos y nosotros los pudimos proyectar. Es como lo de Goethe y las afinidades selectivas: nos encontramos.

Existen artistas murcianos que nunca se ganarán su vida con esto, ¿expectativas personales demasiado altas? ¿O lo que no hay es demanda local para ellos?

A ver, lo que hay es una situación catastrófica para los artistas en general, o sea hay grandes artistas que están en los libros de Historia y que están al borde de la exclusión social.

El sistema del arte español necesita muchísimas cosas, para empezar, que el Estado entienda al creador de otra forma distinta. Es decir, tú a un artista que está viviendo en el umbral de lo básico, no le puedes poner unas condiciones de autónomo a las que no va a poder hacer frente porque lo estás forzando a la economía sumergida. Estamos hablando de tíos que se los ensalzan en las grandes exposiciones institucionales, se los pasea por las bienales. Ahí hay una contradicción.

En Murcia siempre ha habido mercado para un tipo de obra muy local, muy conservadora, como pasa en todas partes. ¿Cuál es la ventaja que tiene esta generación? Que ya han nacido en el mercado internacional.

El arte tiene que ser independiente del comprador, es decir, el arte nunca puede hacer lo que quiere el comprador porque entonces lo que se hace es artesanía de buen gusto probablemente, otra cosa.

También hemos pasado años en los que políticamente no se han entendido, se han hecho políticas muy grandilocuentes y no se ha atendido al tejido local que también es necesario.

Ahora la voluntad debería de ser en ese sentido: no hay pasta, pero yo creo que las administraciones de todo tipo tienen que mirar hacia lo local, no por proteccionismo, sino porque hay buenos artistas. Lo hacen los vascos, lo hacen los catalanes, coño, nosotros también ¿no?

Preguntas del pueblo llano. ¿Cómo puede existir un criterio o “el criterio” cuando hablamos de arte contemporáneo?

Yo creo que el tiempo en el que había un criterio para el arte pasó hace ya siglos, a partir de los años 40, entre los años 40 y los 70, desaparece lo que hemos entendido siempre como estilos. Por ejemplo: el siglo XV es el del Gótico, el XVI, el del Renacimiento. Entre la pintura abstracta y el conceptual, dinamita. Entre el 40 y 70, todo eso salta por los aires, entonces surge una libertad creativa y el arte empieza a mirar a la filosofía de otra manera: antes la filosofía miraba al arte, y ahora el arte, mira a la filosofía.

Partiendo de eso, hoy no existe un estilo, hoy no se puede hablar de arte cubista. Habrá alguien que haga cubismo pero no existe “El Estilo”. Puedes hablar de realismo, de arte conceptual. Los términos necesariamente han ido abarcando más cosas. Afrontar el arte con un criterio me parece un error. Tienes que ser en cierta forma como una esponja y tener las miras muy abiertas.

Ya, pero estamos hablando de algo que es muy relativo en arte contemporáneo.

Creo que los criterios son más sobre calidades propias de la obra que cuestiones formales. La gente suele pensar que el arte contemporáneo es una cosa muy indisciplinada, que los precios son arbitrarios, caprichosos, que no hay un criterio de calidad o de interés y que éste depende del capricho del galerista o coleccionista. En absoluto.

La forma más clara de entender el arte contemporáneo es equipararlo a un lenguaje. Con el arte pasa lo mismo. Vas leyendo y estudiando, y descubres que los mismos procesos de los artistas tienen unos baremos. Tal vez hablar de unos baremos objetivos es mucho, pero todo es cuantificable.

Problema: la televisión ¿qué recibimos a través de los medios en general del actual arte contemporáneo? La extravagancia. Que el Picasso vale 170 millones, que Damien Hirst ha vendido un calavera con diamantes por 70 mil millones, porque en los medios nunca se va a ir al detalle real, a la esencia, van a la inmoralidad. Que lo es. Pero ya de entrada has mezclado arte y mercado del arte, que no tienen nada que ver. El espectador recibe todo esto revuelto y piensa, “esto es una chorrada, una ida de olla de artista”.

¿Se ha desdoblado la T20 con la apertura de otro espacio en Londres o se trata de otro proyecto paralelo? ¿España nunca es suficiente?

¡El mundo nunca es suficiente! (Risas) La galería nace con una filosofía un poco extraña que es la de trabajar desde Murcia, porque queremos trabajar aquí, cuando la lógica te lleva a trabajar en Madrid, máxime cuando nuestro mercado está allí. Conforme va creciendo el proyecto, se va asentando, nosotros ya no somos una galería emergente, tienes una necesidad de crecer.

Carolina pensó este proyecto que nos permite abrir cada año durante el verano una galería en una ciudad. Se alquila un local y se proyecta como satélite de la galería. Este año ha sido Londres, para el siguiente estamos valorando Berlín o Nueva York, a la espera de que aparezca el sitio idóneo, no podemos hacer una inversión desorbitada tampoco.

¿Qué conseguimos con eso? Un visibilidad muy grande; fortalecer la red con la gente que ya hemos trabajado en ferias internacionales; potencias la marca de la galería que de repente tiene dos sedes; das visibilidad a tus artistas, que es una de las razones de ser de un proyecto como éste. Y está siendo un éxito. El día de la inauguración lo petamos. Ha sido una experiencia muy buena.

¿Estáis de acuerdo con las declaraciones de Marta Minujín, nada nuevo bajo el sol desde los años setenta?

Guau, claro que no. En absoluto. En los años 70 pasan muchas cosas, pero desde los años 70 hasta ahora pasan muchas más. ¿Cómo puede seguir siendo el arte igual en la era de internet antes de que existiera?

¿Y si quitamos el aspecto transmedia?

Ha cambiado todo completamente. El arte siempre cambia y siempre es lo mismo. Es decir, hay una escuela de pensamiento que dice que el primer troglodita cogió una tiza y empezó a trazar una línea que ha seguido en el tiempo, a través de Leonardo Da Vinci, hasta el tío que ahora dibuja hoy. Es una forma de entender el arte que deriva de una concepción cristiana de la historia, lineal. En el caso del arte contemporáneo, cuando pasa eso, de los 40 a los 70, se abren tanto las expectativas, que hoy por ejemplo, existe el Fax Art.

Hay un tío en Murcia que nunca será lo suficientemente revindicado, que es Isidoro Valcárcel Medina, para mí es el gran artista español de los años 70. Premio Nacional de Artes Plásticas, Premio Velázquez... Lo tiene todo. Y es un tío que en el 76 hace piezas como ésta: sale con un cartel a la calle y decide ser él mismo una obra ambulante. En los años 90 en una galería de Madrid, se encontraba sentado en una mesa y él a lo que se dedicaba era a resolver problemas: una cosa que te puede parecer un absurdo es en realidad fusionar arte y vida.

Sí, pero es muy performativo, y en arte contemporáneo fue siempre una constante.

Claro, éste es uno de los padres.

¿No existen los artistas árabes en el panorama actual?

Por supuesto: árabes y persas. A ver, tenemos un problema de eurocentrismo, que hace que occidente sea entendida como Europa, Nueva York, L.A. y Chicago, o sea como la concepción de la historia que está basada también en eso. Y por ejemplo, hace poco comentaba con una amiga el arte en Irán. Allí hay una serie de artistas que traspasan las fronteras, uno de ellos es Shirid Nessar. Es una de las que sale del país y empieza a trabajar en una línea performativa de reivindicación de la mujer en el mundo musulmán. Es una de las grandes artistas vivas hoy.

En el caso del mundo del arte árabe, musulmán por decir así, a mí me parece interesante desconocido y por potenciar. Porque además se ha dado una corrupción, y es que los mercados ricos, como Arabia, Dubái están comprando fuera, en vez de potenciar su figura. Los chinos no; los chinos potencian su figura y artistas que aquí no conoce ni Dios están en el top de subastas.

¿Crees que este eurocentrismo tiene actitudes xenófobas?

La galería más canónica, por decirlo así, es mucho “de mercado”. Estamos hablando de países en los que una galería de Londres no encuentra mercado. Y claro, una galería es una empresa privada, ¿dónde se podría resolver esto? En los museos.

No sé si es xenofobia, pero creo que sí ha existido ese distanciamiento.

Son niveles distintos de otredad. Hay otredades que son suaves dóciles, mientras que hay otredades que son muy extremas. El problema es que el museo como un espacio de pensamiento no debería tener ese escalón de otredades. Bueno, el Metropolitan de Nueva York hizo una exposición de mujeres árabes en clave reivindicativa.

Bueno, sí, ¿pero no parece que el contexto actual desprende eso?

No necesariamente. Hemos tensado la cuerda del heteropatriarcado occidental blanco tanto que tenemos muchas cuerdas a punto de romperse. La más grave quizá sea ésta, pero por ser la más evidente. Hay tensiones irresueltas que no queremos afrontar, como la de la posición de la mujer en el sistema del arte. El feminismo en el arte es necesario: necesario y urgente. Partiendo de una cosa tan básica, nosotros deberíamos ser vanguardia en todo eso y no siempre lo somos.

El arte siempre es político y hay artistas que han hecho de esto su vida. Creo que deberíamos serlo más.

Actualmente representáis a Democracia ¿compartís convicciones o se trata de cubrir meramente el aspecto político en la provocación artística?

Para nada, nosotros nunca hemos hecho eso.

A nosotros nos interesa el arte que dice cosas. No nos interesa el arte al que le pones un micrófono y no puede decir nada, y Democracia son de los grandes artistas políticos y de mis favoritos. Llevamos 10 años ya trabajando con ellos.

¿Influyen las políticas culturales de un país en una galería privada?

El IVA nos destroza. Ya de entrada el IVA es un atentado contra el arte. Cuando vamos a una feria dos galerías representando una misma obra, el IVA nos hace menos competitivos.

Aparte de eso las políticas culturales nos afectan tangencialmente. En el momento en el que los museos estatales deciden sobre políticas de exposición, de compra, claro, están condicionando al mercado obviamente. Pero digamos que somos bastante independientes de las directrices. Siempre lo hemos sido, en general.

Si no puedes comprar ¿qué se gana visitando un galería como la T20?

Vida. Mira, quien ha visitado la galería durante 17 años ha visto prácticamente todo el arte español (contemporáneo). Sin hacer un esfuerzo, ha aprendido muchísimo.

A mí me encanta que venga gente a la galería, gente que no va a comprar nunca, pero me da igual. Aquí se le explica todo a todo el mundo. Y nos gusta pensar que nuestro proyecto va más allá que darnos de comer todos lo días: estamos haciendo algo por nuestro tejido cultural.

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