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Opinión - España: una democracia atascada. Por Rosa María Artal

Las dos Colombias, frente a frente

Sergio Pascual

Diputado de Unidos Podemos y participante en la Misión Internacional de Acompañamiento Electoral en Colombia —

Aterrizar en Barajas después de asistir a la primera vuelta de la campaña presidencial de Gustavo Petro en Colombia es como llegar de un viaje en el tiempo y el espacio a la España de 2014.

La sede de campaña en Bogotá se parece demasiado a la humilde sede de Zurita de aquel 2014 como para no hacerte volar las millas y años que las separan. Los viajes a los mítines de Gustavo Petro en coches -tartanas- de amigos o vecinos me retrotraen a los cien mil kilómetros por España compartidos con compañeros y compañeras, a las decenas de noches en sofás y catres de casas de militantes altruistas visitadas entre brindis y sonrisas en cada nueva e ilusionante vuelta a España a lomos de mi viejo Polo del 95 -que dejé para el arrastre- y de la furgo del partido comprada con un crowdfunding y a la que no había manera de meterle la segunda.

La “Zurita” bogotana bulle con docenas de reuniones paralelas en las que florece la autoorganización y el desborde. Los jóvenes han tomado sin complejos una sala de reuniones justo al lado de la del equipo central para la campaña en la capital y se reparten tareas y cometidos. Mientras algunos tratan de cruzar información con técnicas de big-data, otros planifican vídeos, eslóganes, graffittis, conciertos micro y macro, repartos de propaganda... todo trufado de intensos debates políticos presididos por la convicción de que esta es su campaña. El éxito de la campaña de Gustavo Petro, como el de Podemos en 2014, está en eso, en que esta campaña no es una campaña para hacer presidente al ex alcalde de Bogotá, es mucho más. Esta es la campaña para que Jorge, con casi 70, pueda al fin jubilarse dignamente, es la campaña para que Moisés, con apenas 21 años, pueda tener un trabajo a la altura de su esfuerzo en la universidad, es una campaña para que María, que quiere hacer política, tenga oportunidades en un país que camine para erradicar las lógicas patriarcales de las esferas institucionales.

Y luego la calle: afiches, carteles, pintadas, conversaciones en taxis y autobuses, en los colegios electorales y mercados recuerdan a aquel mayo de 2015 en el que Madrid se inundó de Carmenas espontáneas en cada pared de la ciudad, al Madrid en el que las urnas se llenaron de jóvenes españoles votando por primera vez, sintiendo por primera vez que esa vez su voto sí podía cambiar las cosas, atisbando cómo a los de siempre se les había colado entre las papeletas una que traía alegría y esperanza.

De regreso en el tiempo y el espacio a la Colombia de las Presidenciales de 2018 la reconozco como el país de Macondo, un país donde el realismo mágico te espera para sorprenderte a cada vuelta de esquina, ya sea entre los imperturbables tairona que se mezclan con turistas suecos en sus territorios, en las nieves de Santa Marta en el corazón del tórrido Caribe -nieve en el Caribe, sí...- o en la maravillosa y estridente anomia de soldados semidesnudos que escuchan reggaeton en un paradisíaco e inaccesible puesto fronterizo con nombre italiano casi ya en suelo panameño en el que no falta un cartel de la Colombia Humana.

Descubro que Colombia es casi aún más si cabe el país de la cuentería, de la narración oral. Nadie como un colombiano o una colombiana para deslizarte por una buena historia entre personajes que encarnan, como en todos los cuentos, los valores en liza de la humildad, la inteligencia, la generosidad, la empatía o el esfuerzo, en disputa con la mezquindad, el egoísmo, la crueldad y la indiferencia ante el dolor de los más débiles.

Este domingo como en todos los buenos cuentos, el escenario se aclaró y las dos Colombias quedaron frente a frente. La de siempre, la de los de siempre, la de esos pocos apellidos que jalonan las paredes del pasillo de 24 presidentes de la casa Nariño, entre los que están el abuelo del actual Presidente y el padre de uno de los contendientes de la primera vuelta, los de siempre para los que elección tras elección todo quedaba en casa, los Santos, Gaviria, Samper, Holguín, Vargas Lleras...

todos esos por fin frente a los nunca, a los Pérez, los Gómez, las Alvárez...

Y como en todo país de cuentos y realidades mágicas, su pueblo está preñado de magos y magas. El próximo 17 de junio intuyo, preveo, vaticino... que los magos y las magas impondrán el final feliz de todos los cuentos que se precien de ser tales. El resultado de un Pueblo triunfal recuperando su propio destino, el de un Pueblo que mira a un futuro de Vida, el Pueblo que se reconoce en una Colombia Humana y verde, conectada con el mundo y con acento propio y genuino, una Colombia que se piensa a sí misma y construye pilares sólidos para su futuro, en lugar de malvender sus materias primas al mejor postor, una Colombia que nos enamora por sus talentos asombrosos y ya no nos compra más con sus productos a precio de maquila miserable, una Colombia que nos muestra sus maravillas naturales en paz, y nunca más vuelve a mirar a la oscura senda del conflicto, los falsos positivos y el terrorismo de Estado que encarna Uribe y su vástago.

2018 en Colombia recuerda a los Yes we Can, a los Sí se puede... y es que con este Pueblo mágico y berraco se puede, claro que sí se puede.