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Opinión - España: una democracia atascada. Por Rosa María Artal

Ningún lugar de culto para el dictador Francisco Franco en Madrid

Willy Meyer

Eurodiputado de Izquierda Unida de 2004-2014 —

Por encima de la voluntad de su familia, que pretende que sus restos sean depositados en la catedral de la Almudena, el Estado debe garantizar, por respeto a todas las personas defensoras de la II República que fueron exterminadas o las que fueron perseguidas, detenidas, encarceladas, torturadas, depuradas o exiliadas en la larga lucha por las libertades, que no se permita que los restos del dictador se depositen en lugares que por su singularidad pueda derivarse un estatus de privilegio o de honor en Madrid.

El dictador nunca perdonó al pueblo de Madrid su heroica defensa frente al golpe de estado del 18 de julio, defensa que se sostuvo hasta el final de la guerra frente a los militares sediciosos apoyados, financiados y pertrechados por  Hitler y Mussolini.

Fue en Madrid donde el régimen franquista centralizó e institucionalizó toda la maquinaria del terror jurídico-policial para exterminar cualquier vestigio de las Instituciones Republicanas. Con el asesoramiento de las SS y Gestapo nazis (1940-1944), la Brigada Político-Social torturó, asesinó y encarceló a miles de personas resueltas a oponerse a la  sanguinaria dictadura.

El terror se apoderó del pueblo de Madrid y las cárceles habilitadas de hombres y mujeres (Porlier, Torrijos, Yeserías, Comendadoras, Conde de Toreno...) como las de Ventas y más tarde Carabanchel se llenaron de personas condenadas, muchas de ellas con la pena capital. La entonces Dirección General de Seguridad se convirtió en el centro represivo por excelencia del régimen y por sus sótanos padecieron tortura miles de hombres y mujeres madrileñas. El terror planificado pretendía silenciar cualquier tipo de oposición a la dictadura, pero pronto aparecieron focos de resistencia en las fábricas, en las universidades, entre personas de la cultura que, con su resistencia activa, convirtieron a Madrid en una de las ciudades más activas en la lucha contra la Dictadura.

Fueron esas personas, junto a los centenares de miles opositores a la dictadura de todo el Estado las verdaderas protagonistas de la lucha más heroica de la historia de España en defensa de las libertades y su restitución.

Por eso, sería una burla inadmisible, una falta de respeto a la Memoria Democrática, que se consintiera que los restos de Franco terminaran en la Catedral de la Almudena que, a ciencia cierta, se convertiría en lugar de culto para los neofascistas. Las propias redes cristianas y comunidades cristianas populares han manifestado que vendría a denigrar aún más a una Iglesia que asignó en su día el título de Cruzada a la guerra y la represión que generó el golpe militar fascista.

La mera polémica suscitada sobre su posible traslado a la Almudena confirma la triste realidad que España sigue siendo “la anomalía europea”. Somos el único estado europeo que sufrió una dictadura de corte fascista que, hasta el día de hoy, no ha asumido la Verdad, Justicia, Reparación y Garantía de no Repetición para con todos las y los combatientes por la libertad.

Sería impensable que en Alemania, Francia o Italia las familias de Adolf Hitler, Philippe Pétain o Benito Mussolini reclamasen ser recordados en las catedrales de Berliner Dom, de Notre-Dame o la Archibasílica de San Juan de Letrán de Roma. Irrealizable porque han sido los gobiernos de esos estados los depositarios del respeto al honor y dignidad de las víctimas del nazi-fascismo desde el fin de la II Guerra Mundial hasta nuestros días.

Incluso los restos el dictador portugués Oliveira Salazar, que colaboró en la sedición de los militares españoles el 18 de julio, yacen de forma discreta en el cementerio de su localidad natal, la parroquia de Vimeiro, sin ningún tipo de singularidad ni ornato.

Por respeto a la dignidad y al honor de todas las víctimas del franquismo en Madrid, no se puede permitir que los restos de Franco se trasladen a la Catedral de la Almudena.