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Opinión - España: una democracia atascada. Por Rosa María Artal

La censura de los gobiernos de PP y Vox ya amenaza las libertades

7 de julio de 2023 22:30 h

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“El lunes quemamos a Millay; el miércoles, a Whitman; el viernes, a Faulkner, los reducimos a cenizas y luego quemamos las cenizas. Ese es nuestro lema”. Fahrenheit 451, la novela distópica de Ray Bradbury publicada en 1953, parece estar cobrando forma 70 años después en la España que dibujan PP y Vox a golpe de censura: ni Lope de Vega, ni Virginia Woolf, ni Buzz Lightyear, ni un maestro republicano, ni la bandera LGTBI: la cruzada de la extrema derecha y la derecha de siempre contra la cultura ha arrancado allí donde se han comenzado a repartir el poder tras las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo. Y supone una primera muestra de lo que está a la vuelta del 23J a 451 grados Fahrenheit (la temperatura a la que arde el papel, 232ºC).

La distopía de Bradbury muestra la lucha entre el deseo por el conocimiento y una sociedad de la ignorancia. Y la realidad de PP y Vox tiene que ver con eso, pero también con la persecución del diferente y, en concreto, el colectivo LGTBI y su visibilidad en producciones culturales.

Así, el partido de Santiago Abascal, allá donde gobierna con el PP, ha vetado en Valdemorillo (Madrid) una obra de Virginia Woolf sobre homosexualidad; ha censurado la última película de Buzz Lightyear en el municipio cántabro de Santa Cruz de Bezana por el beso de dos mujeres –coincidiendo con una campaña del colectivo ultracatólico CitizenGo, marca internacional de HazteOír contra la productora por ser “un rehén de los activistas LGTB empeñados en corromper” a los niños “mediante el adoctrinamiento homosexual”–; ha cancelado en Briviesca (gobernado por el PP con el apoyo de Vox y de Ciudadanos) una obra de teatro que homenajeaba a un maestro de la Bureba (Burgos) que fue fusilado en julio de 1936; y ha continuado su cruzada contra la bandera LGTBI, a la que el vicepresidente de Castilla y León, Juan García-Gallardo, se refirió como “un trapo arcoíris”.

Pero hay más. El partido de Abascal en el municipio madrileño de Getafe, donde está en la oposición, ha pedido al Ayuntamiento que retire “las insinuaciones sexuales” de 'La villana de Getafe', una obra de teatro de Lope de Vega que se representó en la ciudad.

El mundo que imaginó Bradbury, y que se empieza a hacer realidad en la España de 2023 donde gobiernan PP y Vox, tiene un hilo negro que le conecta con la España franquista que ejerció durante cuatro décadas un férreo control de las libertades, el pensamiento y la cultura y que encarna aquel episodio de Millán Astray ante Miguel de Unamuno en la Universidad de Salamanca en octubre de 1936 en el que el militar golpista exclamó contra la razón: “¡Mueran los intelectuales! (o, de acuerdo con otras versiones, '¡Muera la inteligencia!') y ”¡Viva la muerte!“.

Ya dijo Santiago Abascal que el Gobierno de Pedro Sánchez era el peor en ocho décadas, indultando así a todos los gobiernos no democráticos del dictador. Un líder de Vox que no ha parado de dar la cara por el legado franquista al estar en contra de las exhumaciones de Cuelgamuros, la ley de memoria democrática y al incorporar en sus filas viejos militantes de la Falange, como su líder en el Parlamento Europeo, Jorge Buxadé.

“Vuelven a decir que hay cosas que no se pueden decir”

La actriz Marisa Paredes ha hecho un duro discurso contra la censura durante el acto de inicio de campaña de Sumar en A Coruña este jueves: “¿Pero qué es esto, cómo pueden tener tanto miedo a la libertad, a la cultura?”, se ha preguntado.

Para Paredes, los vetos tienen que ver con “una represión y una sensación de impunidad” que “les hace pensar que son dueños del país, del alma de la gente” y que pueden “hacer las mayores barbaridades con toda tranquilidad”. “No tienen un sentido moral de la vida, no conocen lo que es la moral”, ha reprochado la intérprete en referencia a lo ocurrido con la cancelación de una obra de teatro sobre un maestro republicano fusilado y otra de Virginia Woolf que aborda la homosexualidad, entre otros casos.

“La censura a la cultura es algo que ya pensábamos olvidado porque nos costó mucho llegar a conseguir que no hubiera censura en este país. Y ahora vuelven a censurar. Vuelven a quitar obras de teatro. Vuelven a decir que hay determinadas cosas que no se pueden decir”, ha lamentado la actriz en la línea del manifiesto publicado recientemente por el mundo de la cultura ante la censura aplicada por PP y Vox.

Como respuesta, el cantante Rayden no cerrará su carrera musical en Alcalá de Henares, ciudad que lo vio nacer en 1985. El artista ha cancelado el concierto por el cambio de color político del Ayuntamiento donde, tras el 28M, gobiernan en coalición el PP y Vox –a pesar del que el PSOE fue la fuerza más votada–. Rayden ha dicho que cancela la actuación por “obligación moral” tras la “llegada de la extrema derecha a las concejalías”.

“Comunismo o libertad”, proclamaba Isabel Díaz Ayuso en la campaña electoral de 2021. Pero lo que no decía la presidenta madrileña es que esa libertad de las derechas traería consigo una persecución de la cultura más propia de tiempos en blanco y negro o de otras latitudes.

Por ejemplo, la Comisión Europea ha expedientado a Hungría por una ley que prohibía o limitaba el acceso a contenido que promueve la llamada “divergencia de la identidad propia correspondiente al sexo al nacer, cambio de sexo u homosexualidad” para personas menores de 18 años; y un descargo de responsabilidad –disclaimer– en libros para niños con contenido LGTBIQ.

Y en relación con Polonia, la Comisión Europea ha cargado contra las llamadas “zonas libres de ideología LGTBI” adoptadas por varias regiones y municipios polacos. Algo que tiene mucho que ver con lo que ha pasado en el municipio de Náquera (Valencia) recientemente, que se ha convertido tras las pasadas elecciones municipales del 28 de mayo en el primero de la Comunitat Valenciana gobernado por Vox gracias al pacto con el PP: el documento, publicado en la página de Facebook de la formación ultra, incluye puntos como el veto a las banderas LGTBIQ+ en edificios públicos y la decisión de “sustituir las concentraciones de 'No a la violencia machista' por 'No a la violencia' o 'Condenamos toda violencia'”.

Pero el hilo negro no es solo con la dictadura, con Hungría y con Polonia. También es con los ultras del Partido Republicano de EEUU. Blanco y heterosexual. Así parece que hay que ser para encajar en el modelo de sociedad que propone el gobernador de Florida, Ron DeSantis, quien se está erigiendo como adalid institucional del neoconservadurismo estadounidense. Desde su atalaya estatal, se ha dedicado a aprobar una serie de leyes que atentan directamente contra los derechos de las minorías o, como a él le gusta llamarlo, contra el pensamiento woke. En una medida parecida al pin parental defendido por Vox, DeSantis ha llevado su cruzada a las aulas, donde está bloqueando el acceso de niños y adolescentes a los libros que aborden la orientación sexual, la identidad de género o la teoría crítica racial. 

En el pasado ha habido jueces que han sentado en el banquillo a tuiteros por bromear sobre Carrero Blanco; ha habido quien ha llevado a los tribunales a unos titiriteros por mostrar un cartel que decía “Alkaeta”; incluso ha habido jueces que han condenado a músicos como Valtònyc, César Strawberry (luego absuelto por el Supremo) y Pablo Hasel.

Pero la censura de que están aplicando PP y Vox allá donde gobiernan ya está amenazando libertades que parecían irreversibles. “Podréis vencer, pero no convencer”, decía Unamuno antes del exabrupto de Millán Astray. Y el próximo 23J se verá quién vence en las urnas, y si la censura que ya se está aplicando en algunos municipios se empieza a ejercer también desde el Consejo de Ministros.

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