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Carlos Álvarez: «Ahora puedo cantar Rigoletto porque ya he sufrido lo suficiente»

El barítono Carlos Álvarez es un hombre fiel a sí mismo y a sus convicciones. Esto le ha permitido desarrollar en poco más de una década una envidiable carrera en el mundo de la lírica, con una trayectoria nacional e internacional en constante ascensión -tiene la agenda comprometida hasta el año 2006-. Después de participar la pasada semana en la gala de celebración de los 150 años de aniversario del Teatro Real, mañana ofrecerá un concierto cuyo programa se compone de una primera parte dedicada a la zarzuela -género al que debe sus primeros éxitos-, con partituras de Soutullo, Moreno Torroba y Guridi; para acabar con fragmentos de ópera de Donizetti, Bellini y Verdi. «Es el primer concierto que doy sólo en este teatro y por eso quería que fuera «mi» concierto», explica el barítono.

En tono distendido y afable, el barítono malagueño conversó ayer con la prensa sobre sus retos profesionales más cercanos como es su próximo debut como el próximo mes de octubre en el papel de Rigoletto, un papel que no quiso interpretar en 1993 en la Scala de Milán cuando se lo ofreció Muti. «Es un personaje que llevo sedimentando durante ocho años -afirma Álvarez-. Mi historia con él comenzó en 1993 y lo retomé años más tarde trabajándolo con maestros repetidores». Si entonces no aceptó el reto por no ser «el momento justo», ahora considera que sí lo es. «Tengo más madurez vocal, más años, dos hijos y he tenido la oportunidad de sufrir un poco más... Estoy convencido de que ahora puedo hacer ese personaje». Esto no le impide ser consciente de que «es más difícil decir que no que aceptar cualquier cosa, pero siempre tienes que aceptar las consecuencias de cualquier decisión», subraya. Adelantó también algunos puntos de su caracterización como Rigoletto -que costará alrededor de dos millones de pesetas-, para la que el director de escena Graham Vick ha ideado un traje de latex, que funcionará como una segunda piel, y que mostrará un personaje deformado, «algo parecido al hombre elefante», bromea el barítono. A pesar de la pasión que siente por su trabajo, el cantante asegura que «cuando termina la función dejo mi personaje en el teatro». Padre de dos hijos -uno de tres años y otro a punto de cumplir uno-, reconoce que es «la familia la que nos hace a los artistas poner los pies en el suelo», sobre todo cuando hay que salir corriendo a un hospital a alta horas de la noche cuando uno de los niños tiene fiebre, a lo que añade que «es necesario hacer un balance entre la familia y el trabajo».

Con el corazón dividido entre Verdi y Mozart -«Muti me considera un cantante mozartiano»- Álvarez no olvida sus orígenes en el mundo de la zarzuela -a principios de los años 90 debutó en el Teatro de la Zarzuela con «La del manojo de rosas», dirigida por Emilio Sagi-. «Me encantaría participar en una producción nueva siempre y cuando se realizara a la misma altura y con los mismos medios con que se hace la ópera», matiza. De aquellos años guarda gratos recuerdos y no duda en confesar que ante el nombramiento de Sagi como nuevo director artístico de Real no puede ser «objetivo». «Es una buena noticia para los cantantes y artistas españoles». Sobre su trayectoria, asegura que dio un giro importante en 1998 cuando debutó en Salzburgo con «Don Carlo», y que con los años, al contrario de lo que se piensa, la responsabilidad y la tensión que se siente son mayores. «Me siguen sudando las manos cuando salgo a un escenario», confiesa.

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